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Hoy abrimos un capítulo nuevo en la vida adulta: Los contratos.

Una vez creces y estás obligado a convertirte en un adulto funcional con responsabilidades empiezas a desear cada vez más que existiera alguien a tu lado que administrara y gestionara tu vida de arriba abajo. En ocasiones de este papel se encargan subliminalmente nuestros padres pero cuando vives en un entorno donde todo es ajeno a ellos tienes que ser tú quien se busque sus propias habichuelas.

Bien es cierto que, como todos, tenía cierto asesoramiento de mis padres pues prácticamente acababa de salir del nido pero ninguno de los dos tenía idea de cómo desenvolverse en el Mundo Mágico. Mi madre era muggle y, aunque mi padre había asistido a Hogwarts como yo, no tardó en camuflarse entre la comunidad muggle tras graduarse. Es por esto que, pese a que le insistía en que muchos trámites eran casi idénticos en ambas sociedades, no se veía con las agallas suficientes.

De hecho, no recuerdo la última vez que vi a mi padre con su varita en mano.

Nunca me ayudó ni siquiera a comprender cómo realizar debidamente algún hechizo que no entendía durante mis años de estudiante, por lo tanto por mi cabeza no pasó ni por casualidad la idea de preguntarle acerca de qué debería tener en cuenta antes de firmar un contrato.

Realmente no era novata en este aspecto pues ya había estado en esta situación antes; con el contrato de trabajo y de alquiler, pero ya tocaba renovar este último y no tenía idea de cómo hacerlo o si tenía alguna ventaja o desventaja. ¿Podría decirle al dueño de la posada que, ya que llevo tanto tiempo viviendo allí, me arreglara la ventana o sería grosero y aprovecharía para darme una patada y poner en mi lugar a otra persona?

No sabía si estaba en posición de solicitar beneficios o, si por el contrario, el propietario aprovecharía para ponerme más condiciones a sabiendas de que no tengo a otro sitio al que ir.

Aún con todo esto sin aclarar, me encontré a mí misma en el oscuro despacho de Dwight Yaxley. Este era el propietario de la posada El Profetizador Estrellado; un hombre alto rubio con rasgos duros, contundentes y una sonrisa casi tan desagradable como aquella habitación.

Pese a que era primera hora de la mañana, las tupidas cortinas no dejaban pasar ni un solo rayo de sol siendo la única fuente de luz una polvorienta lámpara vintage que descansaba en una de las repisas de la estantería junto a unos tomos de libros antiguos. A simple vista, se podían contar al menos trece artículos de magia oscura dispersos por todos los rincones del lugar, definiendo este hecho la personalidad de Yaxley al tratarse de un hombre que, junto a otros familiares suyos, había cumplido condena en Azkaban tras la Segunda Guerra Mágica.

—Así que tu contrato vence pronto —dijo, con una voz grave que me estremeció mientras pasaba las páginas del mismo manuscrito que había firmado tiempo atrás—, ¿era de tres meses?

—De seis —aclaré—, llevo seis meses viviendo aquí. En la tercera planta. 

—¿Y te gustaría renovarlo? —Asentí— ¿Por cuánto tiempo?

Me quedé muda. No había preparado ni siquiera lo más básico.

En un primer lugar, cuando meses atrás senté mi trasero en el mismo sitio que en ese momento como última opción al no haber encontrado nada mejor en ningún otro lado, decidí ser optimista y hacer un contrato temporal con la esperanza de poner permitirme en el futuro una residencia mejor. Sin embargo, esa esperanza ahora se había disipado y no me veía con la posibilidad de permitirme un alquiler mejor. 

Pero tampoco quería hacer un contrato de menos tiempo.

—Creo que seis meses de nuevo estará bien —me aventuré a decir, tras un segundo de meditación.

—Entiendo, no hay problema —dijo, haciendo que soltara inconscientemente un suspiro, y después volvió a bajar la mirada hacia los papeles que tenía entre manos—. Veo que estabas pagando 4743 galeones, y la ampliación del contrato supondría una subida del alquiler.

—¿Cómo?

—En el contrato se especifica una subida del 26% si se desea extender el arrendamiento —especificó, aproximándome el escrito para que pudiera verlo con mis propios ojos—: Eso haría un nuevo total de 5976 galeones al mes. 

—¿Cómo? —volví a repetir.

—No creo que haya ningún problema, ¿cierto? —preguntó con malicia, mientras mis ojos danzaban como locos por toda la extensión del texto—. Últimamente se comenta mucho sus relaciones con el dinero, señorita Burette.

—¿Perdón? No sé de qué está hablando.

Yaxley dejó escapar una carcajada ahogada, acomodándose en su asiento.

—Desgraciadamente nuestra sociedad es mucho más pequeña que la no mágica, y todo se sabe. Obviamente no iba a pasar desapercibido que el cobarde de Malfoy saliera con una cría a la que le dobla la edad. Supongo que es normal que alguien tan podrido de dinero como ese atraiga a niñas como tú por interés.

—¡Yo no...! —Me mordí la lengua. No podía admitir que estábamos juntos—. Nuestra relación no es esa. 

El hombre asintió con soberbia, apoyando desinteresadamente su puntiaguda barbilla en su mano derecha. 

—Entonces os acostáis. Igualmente por dinero, me imagino, porque sino no entiendo cómo a alguien podría atraerle una persona de una familia tan penosa como los Malfoy.

Cerré con tanta fuerza mis puños que conseguí hacerme sangre en la palma de mis manos con las uñas, intentando contenerme sin ningún éxito. No pude evitar explotar.

—¡Yo no me acuesto con él y tampoco me paga nada! —contesté, ciertamente dos verdades—. ¡Si soy su... amiga es porque es una persona maravillosa! No debería hablar sin saber, usted no lo conoce.

—Ni quiero —admitió divertido. Su actitud, si era posible, consiguió ponerme más furiosa al sentir que se reía de mí—. Bueno, dejemos de irnos por las ramas. ¿Firmamos el contrato o no, Burette?

—Tengo que pensarlo —dije sin, precisamente, pensar. Estaba realmente enojada—. Con esa subida no me puedo permitir pagar el alquiler. 

—Ese es tu problema. Des...

—Ya lo sé —interrumpí, levantándome súbitamente de mi asiento—. Mi contrato aún no finaliza hasta dentro de dos semanas, así que aún tengo tiempo para meditarlo.

—Bien. Pues estaré esperando su decisión, señorita Burette —sentenció, con una sonrisa cargada de maldad.

Dejé de lado las formalidades y ni siquiera me despedí antes de salir del lugar, cerrando a mis espaldas con un portazo. Estaba tan cegada por el enfado que comencé a subir los chirriantes escalones hacia mi departamento, percatándome a mitad de camino que tenía que entrar a trabajar en quince minutos.

No sabía que iba a hacer pero todo parecía indicar que tendría que buscar un nuevo lugar en el que vivir. 

Daddy Issues❞ Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora