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Desde que conocí a Draco Malfoy meses atrás, nunca había empatizado tanto con él como cuando me quedé a solas en la Mansión Malfoy.

Era un lugar tan sombrío y espacioso como la galaxia, llegando a sentirme como una pequeña mota de polvo varada en la inmensidad del espacio exterior junto a enormes planetas y la inmensidad del sol. Sin embargo, la gran diferencia es que no había ni una sola estrella que iluminara y diera vida al sitio, en su lugar, habían marcos de al menos dos metros de alto en las paredes que tan solo contribuían al misterio del ambiente.

Todos estos, en cuanto Draco se desapareció para ir a King's Cross, fueron revelados y con ellos sus severos rostros y caras largas. Para mi suerte, todas las figuras en los retratos parecían estar completamente enfrascadas en sus cosas y no me prestaban atención pero me resultó curioso que Draco destapara todas las imágenes.

¿Por qué lo hacía justo cuando estaba por llegar su hijo Scorpius? Si bien me imaginaba que todos los presentes eran familiares de la casa Malfoy, no encontraba una razón en específico por la que un niño querría ver deliberadamente estas hoscas pinturas.

Pero no me costó mucho dar con la respuesta.

Sobre la imponente chimenea blanquecina decorada con columnas jónicas se podía ver un cuadro que ilustraba a un total de cinco personas en su interior. De izquierda a derecha, un poco más alejados de los otros tres, se podía ver en un comienzo a una pareja de magos avanzados en edad que, por sus similitudes y facciones, supe que se trataban de los padres de Draco. La actitud rígida de ambos contrastaba enormemente con el resto quienes estaban mucho más relajados, pudiéndose apreciar un increíble amor entre el abrazo de madre e hijo en el que estaban enfrascados Scorpius y la que supuse que sería Astoria, este primero colocado entre ella y su padre.

Me sorprendí a mí misma embelesada en la belleza de Astoria, percatándome de que ella era la única figura de todos los lienzos que sonreía al visitante.

Fue entonces cuando pude descifrar el profundo daño que le debía hacer a Draco ver aquello día tras día, aunque Scorpius no lo supiera y viera siempre los retratos como siempre; destapados.

De pronto escuché un chirrido y una puerta cerrarse, asimilando que Draco y Scorpius ya debían de haber llegado. En seguida, comencé a sentir un peso en mi estómago por los nervios de lo que se avecinaba casi entrando en pánico. ¿Qué debía hacer? ¿Presentarme como la novia de Draco o simplemente saludarle y que él mismo saque conclusiones? ¿O debía disculparme por intentar reemplazar a su madre? Oh, por Merlín, esto iba a ser muy incómodo.

No pude darle muchas más vueltas cuando finalmente se abrió de par en par la puerta del salón principal, revelando a los dos Malfoy quienes, hasta el momento, no me había dado cuenta de lo muchísimo que se parecían. Scorpius, aunque estaba con los ojos como platos al verme, era una copia exacta de su padre.

—Hola, Scorpius... —dije, con una sonrisa mientras me acercaba a ellos.

—¿Chloé? —musitó, completamente asombrado antes de mirar a su padre—: Vale, acertaste, estoy completamente alucinando.

Draco y yo intercambiamos impresiones por un momento, más o menos satisfechos con la reacción de Scorpius. Era obvio que le iba a sorprender pero, al menos de momento, no había habido ninguna respuesta negativa.

—¿Qué os parece si vamos poniendo la mesa? —sugirió Draco—. ¿No tienes hambre, Scorp?

—Ya coloqué yo todos los cubiertos —dije—. Solo faltan los platos.

Daddy Issues❞ Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora