Después de todo, trabajar para el señor Mulpepper no era tan malo como creía.
Mi satisfacción personal quedaba dejada de lado, pero pronto me di cuenta de que los personajes que pasaban por la tienda interesados en la Alquimia eran, cuanto menos, realmente pintorescos.
Estos eran la inmensa mayoría pues, según el señor Mulpepper, aquellos que estudian esta destreza son tan quisquillosos con los ingredientes para sus pócimas que necesitan verlos detenidamente antes de cada compra por lo que hacer esto a través de lechuza parecía inviable.
En cuanto conocí este dato, reparé en el análisis que parecía pasar por la mente de nuestros compradores siendo sin lugar a duda el más crítico el señor Malfoy.
También era con diferencia el que más frecuentemente venía a comprar, habiendo adquirido el hábito de conversar conmigo incluso si ese día era el señor Mulpepper quien le atendía, para la sorpresa de mi jefe, acabando siempre la compra con alguna charla que, aunque en un principio solían girar entorno a su hijo Scorpius Malfoy, cada día parecían volverse más casuales.
—¡Buenas tardes, señor Malfoy! —exclamó el señor Mulpepper desde el mostrador, tan alto que lo escuché desde la parte de atrás donde estaba ordenando el almacén—. ¡Caroline, trae el pedido del señor Malfoy, corre!
—¡Ya va!
Dejé a un lado la caja que estaba en mis brazos y, tras localizar el pedido de lo que parecía ser bezoar, me dirigí a la entrada de la tienda interrumpiendo al señor Mulpepper atosigando a Malfoy quien, cómo no, iba impoluto de arriba abajo.
—Es realmente rápida, ¿a que sí? —dijo el señor Mulpepper, antes de soltar una carcajada sonora—. Coraline, querida, ¿te importaría despachar al señor Malfoy?
Supuse que aquella era una pregunta que no requería respuesta cuando en un abrir y cerrar de ojos mi jefe ya había desaparecido. Me había dado cuenta más pronto que tarde que todo el agrado que el señor Mulpepper parecía tener por Malfoy era sólo por el interés, pues en más de una ocasión le había escuchado despotricar contra él llamándolo "mortífago podridamente rico", siendo este disgusto (pero adoración a la vez pues era su cliente estrella) la razón por la cual siempre me hacía atenderle tras darse cuenta de que al señor Malfoy parecía gustarle hablar conmigo.
No es que no hubiera escuchado hablar de la familia Malfoy, pero considero que es mejor conocer a la gente antes que etiquetarlos pues tanto Scorpius como su padre parecían buenas personas.
—Era sólo el bezoar, ¿verdad? —pregunté, poniendo el recipiente sobre el mostrador y acercándome a la caja registradora mágica—. Serán diez galeones, ¿quiere alguna cosa más?
—Esto será suficiente —contestó con una leve sonrisa, mientras abría la cajita de madera e inspeccionaba la piedra hasta que echó una ojeada al estante que tenía a mis espaldas—. Aunque un poco de jengibre nunca está de más.
—Estupendo —dije, volviéndome para tomar un paquetito ya envuelto de la planta al mismo tiempo que el hombre preparaba el pago—. Entonces serán diez galeones y doce sickles de plata, por favor.
—Aquí tienes —indicó, tendiéndome el dinero—. Scorpius me envió una carta esta mañana con una receta de una poción que dijo que debería probar que llevaba jengibre.
—Ah, ¿sí? ¿Y cuál es?
—La poción embellecedora. No sé muy bien si mi hijo me está intentando decir algo.
Tras esto ambos nos reímos, divertidos por la situación.
—¡No creo! A mi parecer, es bastante atractivo.
Al reparar en lo que había dicho, abrí mis ojos como platos rezando para que no se hubiera dado especial cuenta por el piropo tan deliberado que había soltado.
—Más bien creo que pretende que le envíe una muestra, porque empiezo a sospechar que le gusta una chica de su curso.
—Rose Granger-Weasley, me imagino —contesté, asintiendo con la cabeza.
—¿Es buena chica?
Me encogí de hombros, sin saber muy bien qué responder. No estuve realmente al tanto de niños más pequeños que yo en mis últimos años de Hogwarts, pero alguna cosa que otra sí se podía captar al vuelo como el enamoramiento de Scorpius.
—Lo importante es que a él le guste, ¿no?
—Sí, claro. Es sólo que van a hacer dos años desde la muerte de su madre y no quiero que sufra de nuevo.
—Oh. Lo siento mucho —dije, casi sin aliento y sintiéndome un tanto culpable sin razón ninguna porque tuviera que recordar eso.
—No te preocupes, ya lo superé —respondió con rapidez, enseñando la palma de sus manos para quitarle hierro al asunto—. El único problema es que la casa se me hace demasiado silenciosa cuando Scorpius está en Hogwarts.
—Créame, no es tan bueno escuchar ruido a todas horas. ¡Vivo en una posada del Callejón Knockturn y lo que se oye allí es de locos!
Malfoy se mostró anonadado, acercándose hacia mí con aspecto de preocupación.
—¿De verdad vives en el Callejón Knockturn, Chloé?
—Es lo único que me puedo permitir —admití con una mueca, en voz baja para que el señor Mulpepper no me escuchara desde su despacho y creyera que me estaba quejando de mi sueldo (aunque estaría en lo correcto)—, pero no es tan malo como parece. Lo único que tiene de especial es que no debo mirar a nadie a los ojos cuando estoy yendo a casa.
Quiso responder, pero de su boca no salió ningún sonido pese a su movimiento por lo que enseguida temí haber hablado demasiado.
—A-Acabo de recordar que estamos apunto de cerrar, señor Malfoy —dije con nerviosismo—. Si me disculpa, debería retirarse para que podamos recoger y limpiar, si es tan amable...
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Daddy Issues❞ Draco Malfoy
FanfictionChloé Burette acaba de graduarse de Hogwarts y ahora se enfrenta a la vida adulta. Sin embargo, justo cuando empieza a acostumbrarse a su nueva rutina y al trabajo conoce a Draco Malfoy: un hombre rico con buenas relaciones y viudo. Algo parece flor...