Escudriñé el rostro de Draco aturdida, mientras que él me miraba con una sonrisa de oreja a oreja.
¿Era ilusión mía o me había besado? Y si lo había hecho, ¿por qué demonios me estaba preguntando por un cuerno de erumpent?
—E-Eh... —balbuceé.
—Da igual, realmente no lo necesito. Lo que quería ya lo tengo así que mejor volvamos fuera.
Sin más dilación dio media vuelta y abandonó el trastero, dejándome sola con una voz gritando permanentemente en mi cabeza hasta que tuve el valor de seguir sus pasos.
Estaba tan absorta en mis pensamientos que me espanté ligeramente al ver a Miles nada más cruzar la puerta, habiéndome olvidado por completo de su existencia. Había pasado tan solo un momento desde la última vez que lo vi pero daba la sensación de que realmente habían transcurrido milenios.
—¿Ya habéis terminado?
—Es la hora del cierre así que no nos hemos podido entretener —confesó Draco, guiñándome el ojo a espaldas de Miles con el fin de que este no se diera cuenta. Después, se volteó hacia él—: Es mejor que nos vayamos ya y la dejemos ordenar, campeón.
Miles intentó rechistar pero Draco rápidamente se encargó de él y consiguió sacarle de la tienda, pasando un brazo por sus hombros mientras le contaba que conocía a su padre Oliver. No pude escuchar mucho más, pero al parecer habían compartido tiempo en Hogwarts.
No sé certeramente cuánto tiempo transcurrió pero Draco volvió a entrar en la tienda y yo había ordenado la asombrosa cantidad de 0 cosas. De hecho, no me había movido del sitio así que tuve que disimular cogiendo lo primero que tenía a mi alcance actuando como si le estuviera quitando el polvo.
—Estaré en cinco minutos —fingí, soltando con asco el tarro de babosas que había estado acariciando. Tras esto abrí la caja registradora, dispuesta a contar el dinero recaudado el día de hoy, pero no pude concentrarme al sentir el peso de la mirada del rubio sobre mí por lo que decidí distraerlo—: ¿Puedes ir a coger la llave del despacho de Mulpepper? Estoy terminando.
Draco asintió y suspiré aliviada en cuanto se fue, aunque inmediatamente supe que la tranquilidad no iba a durar mucho más de unos segundos en los que obviamente no me iba a dar tiempo a hacer nada por lo que, resignada, decidí cerrar el cajón del cajero a sabiendas de que no podría concentrarme. No me costó mucho descifrar que lo mejor sería madrugar el día siguiente con el fin de llegar un poco antes a la tienda y poder hacer todo lo que no estaba siendo capaz de hacer en ese momento.
—¿Estás lista? —dijo al salir del despacho, al verme tan quieta como una marioneta sin títere.
—Sí, vamos.
Con la última neurona de mi cerebro que seguía prestando atención a mi entorno me desprendí del mugroso delantal de trabajo para después continuar los pasos de Draco hasta fuera de la tienda. Una vez allí, él mismo se encargó de cerrar con llave antes de ponernos en marcha hacia mi casa.
Un regreso bastante salido de lo común a lo normal.
El silencio entre ambos era una realidad que cada vez se estaba haciendo más pesada, tan solo escuchándose nuestros pasos sobre los adoquines que formaban el suelo del callejón y algunas ligeras voces murmurando a lo lejos del siniestro lugar. La tensión era tan fuerte y obvia que llegó a poder con la compostura de Draco:
—¿Entonces no vas a decir nada?
Al escucharlo me giré hacia él con las cejas alzadas, como si estuviera sorprendida de que un mudo fuera capaz de hablar.
—¿Sobre...?
—¿...lo de antes? —finalizó.
Aclaré mi garganta, tomándome un tiempo para pensar.
—Creo que aún me cuesta asimilarlo —confesé con honestidad, apareciendo sin pensarlo una sonrisa en mi boca—. Quiero decir, ¿por qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué te gusto?
Draco soltó una leve carcajada por debajo de su aliento.
—¿Cómo puedo explicar eso? —dijo, alzando la mirada al cielo donde los últimos rayos del sol primaveral se empezaban a desvanecer—. Me gustas porque me gustas, simplemente, y me comprendes mejor que yo a mí mismo. Nunca había sentido esta conexión con alguien más.
—¿Lo dices en serio? —dije tímidamente, jugueteando inconscientemente con mi cabello.
—Claro que sí. Pero, ¿tú que opinas? Sé que te ha debido de tomar por sorpresa y que la diferencia de edad es grande y t...
—Tú también me gustas, Draco —solté súbitamente, interrumpiéndolo—. Es solo que todavía no me lo creo. Ya me había empezado a hacer a la idea de que estabas completamente fuera de mi alcance y que nunca te ibas a fijar en nadie como yo.
—¿Alguien como tú? Lo dices como si fuera malo —dijo, deteniéndose frente a mí pues sin haberme percatado ya estábamos frente a la fachada de mi edificio—, cuando yo lo que veo es una chica trabajadora y simpática con la que se puede hablar de cualquier cosa.
—Eso no es verdad, me tienes demasiada estima —sermoneé.
—Lo dudo —contestó sonriente, atreviéndose a tomar mis manos con las suyas—, y aunque fuera verdad solo sé que nunca me había sentido tan cómodo con una persona en mi vida.
Parecía imposible, pero aquel hombre ante mí consiguió que mi sonrisa se ensanchara aún más.
—El sentimiento es mutuo.
—¿Entonces me aceptarías, Chloé?
No me detuve a pensarlo ni un segundo y asentí con felicidad, precipitándome sobre él para regalarle un beso sin importarme en absoluto que estuviéramos en mitad de la calle con el riesgo de que cualquier persona nos pudiera ver y chismear.
Aunque le pilló de sorpresa la repentina reacción, el rubio supo responder pegándome hacia su cuerpo con sus manos rodeando mi cintura hasta que nos vimos obligados a tomar aire. Sin embargo, nuestros rostros continuaron manteniéndose cerca, a escasos centímetros, con los iris conectados como imanes y admirándose mutuamente como obras de arte.
—Hasta mañana, Draco —susurré, no queriendo romper la intimidad en la que nos habíamos visto envueltos.
Con mucho pesar finalmente tuvimos que separarnos por completo con la excepción de nuestros ojos que tuvieron el privilegio de mantener su conexión. No quería irme pero, cuando por fin me vi con la fuerza de al menos colocar mi mano sobre el pomo de la puerta de entrada a la posada, Draco habló:
—¿No te olvidas de algo?
Solo bastó escucharlo para que girara de nuevo sobre mis talones y alcanzar a darle un corto beso de despedida en los labios.
—¿Eso?
—Me refería a las llaves de la tienda —contestó divertido, con dichas llaves en la mano—, pero también me sirve.
Nada más escucharlo mi rostro se volvió tan rojo como un tomate de la vergüenza así que decidí reírme vagamente para pasar la pena e ignorar el fallo.
Pero ni siquiera ese momento embarazoso fue capaz de quitarme mi sonrisa en toda la noche.
ESTÁS LEYENDO
Daddy Issues❞ Draco Malfoy
FanfictionChloé Burette acaba de graduarse de Hogwarts y ahora se enfrenta a la vida adulta. Sin embargo, justo cuando empieza a acostumbrarse a su nueva rutina y al trabajo conoce a Draco Malfoy: un hombre rico con buenas relaciones y viudo. Algo parece flor...