Capítulo 11. La Boda

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A la mañana siguiente, Samantha despertó un poco desorientada. Sabía que estaba en la habitación que había sido suya por los primeros veinte años de su vida. Lo que no se esperaba, era sentir unos brazos rodeándola y sus piernas enredadas con unas un poco más largas que las suyas. Su cara se encontraba escondida entre el cuello y el pecho de Flavio. Estaban tan unidos, que podía sentir el latir de su corazón, y aunque no lograba escucharle, podía sentir las vibraciones de los ronquidos del murciano.

Trató de separarse del chico, pero se dio cuenta de que sería imposible salir de su abrazo sin despertarle. Se permitió disfrutar un momento de la situación. No iba a negar que le gustaba estar así entre sus brazos, sentir su calor. Llevaba un par de semanas obsesionada con su cuello, en especial con ese punto en donde se unía con la mandíbula tan marcada de la que gozaba el muchacho. En más de una ocasión se había visto tentada con besarle allí, y ver que se sentía, ver cómo reaccionaría el moreno.

Samantha sintió como Flavio empezaba a despertarse, así que fingió que todavía estaba dormida. El chico respiró profundamente mientras llevaba una de sus manos para acariciar la mejilla de la rubia. La observó por unos segundos, mientras pensaba en lo hermosa que se veía; y es que aunque Samantha siempre le parecía guapísima, la prefería así: sin maquillaje, tranquila y relajada en sus brazos. Lo que más deseaba Flavio en ese momento, era despertarla con un buen beso y luego perderse en ella por un par de horas. Se conformó con un beso en su frente. Se levantó lentamente de la cama, y antes de salir de la habitación, volvió a mirarla sonriendo.

Samantha esperó a que pasaran un par de minutos antes de abrir nuevamente los ojos. Sentía como si se le fuera a salir el corazón del pecho. Por un momento, hubiera podido jurar que Flavio la iba a besar. Esa idea la llenaba de miedo y deseo a la vez. Era una de las sensaciones más extrañas que había sentido en su vida. Si estaba en lo correcto, y Flavio sentía lo mismo que ella...es que no lo podía ni pensar.

Por un lado, no se consideraba lista para entrar a una relación nuevamente. Le aterraba pensar en la posibilidad de enamorarse de alguien y perderse a ella misma de nuevo. Su psicóloga siempre le insistía en que ya no era la misma chica de hace siete meses, ya tenía las herramientas para que eso no volviera a pasar, y aun así, vivía muerta de miedo. Por otro lado, también sabía que no todos los hombres eran como Victor, y que Flavio en especial, era de las mejores personas que había conocido en su vida. Si se atreviera a darse una oportunidad con alguien, lo haría con él, sin pensarlo...pero sí tenía que pensarlo y asegurarse que el chico sintiera lo mismo que ella. No quería lanzarse y que él la rechazara y arruinar la amistad tan bonita que habían creado los dos. Si algo tenía claro, es que quería al murciano en su vida para siempre.

Luego de levantarse y asearse, bajó a la cocina, en donde, por los que podía escuchar, ya la esperaban todos mientras preparaban el desayuno.

"Bon dia, Mamá" - dijo abrazando a su madre. Ese abrazo todas las mañanas era de las cosas que más extrañaba de vivir en casa.

Los fue saludando a todos, dejando a Flavio de último. El chico se encontraba sentado en una de las sillas altas de la meseta. Cuando se acerco a él, vio cómo abría los brazos para abrazarla.

"Bon dia, bonica." - sabía que a Samantha le gustaba cuando 'trataba' de hablar en valenciano.

"Buen día, guapo. ¿Dormiste bien?" - le preguntó la rubia sonriendo.

"Pues de puta madre, la verdad." - respondió el moreno. - "Creo que llevaba meses que no dormía tan bien."

"Me han dicho que tengo ese efecto." - contestó la rubia en un tono pícaro.

El Plan Perfecto | FlamanthaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora