#007. On the day that you were born

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Su viaje terminó y pasó un tiempo antes que pudiesen verse de nuevo, había una guerra al acecho y no podían permitirse pensar demasiado en cosas triviales.
Gaara entrenó su Taijutsu, practicaba siempre que tenía tiempo libre (que no era mucho), pero lo hizo. Quería mejorar, quería sentirse orgulloso de haber superado sus propios límites y salir de su zona de confort pensando que el Taijutsu era irrelevante para un ninja como él, más después de haber sido derrotado por Deidara.


La guerra estalló inevitablemente, los hilos se movieron y las personas jugaron sus papeles, él dirigió miles de hombres, las tropas de la alianza se unieron y lo ovacionaron después de su discurso, se había transformado en algo que no sabía que podía ser, ahora no sólo era un lider, era un gran lider. Uno que pasaría a la historia, uno que lo daría todo por restaurar la paz del mundo ninja y proteger a Naruto, su salvador y amigo.

Fue una dura guerra, demasiadas perdidas, mucho dolor, lágrimas y sangre derramadas. Todos perdieron algo pero por fin terminó, de nuevo Naruto era uno de los héroes de la historia y Kaguya estaba sellada.

Fue difícil, tantas batallas, todos los enemigos a derrotar y demasiadas muertes. Incluso fueron atrapados por esa horrible luna roja en un sueño, una ilusión de una vida inexistente para encerrar a todos en sus propias fantasías por una absurda idealización de paz. La realidad es cruda e injusta pero eso es lo que hay, no queda más que esforzarse y avanzar dejando atrás los errores cometidos, tratar de mejorar con cada paso y buscar tu propio camino, eso es lo que él había aprendido.

Gaara también lo vió, por supuesto. Era un buen sueño, vió un pequeño él jugando al lado de Naruto y otros chiquillos, sin dolor ni sangre, imaginó un limpio camino libre de odio y desgracias, se observó gobernado en paz su aldea al lado de sus hermanos, ahí estaban sus padres y su adorado tío mientras todos eran felicies.

También se vió a su lado una linda familia llena de amor, un niño jugando en una caja de arena mientras él descansaba de sus responsabilidades como Kaze y Lee llegando a su lado, sentados en un juego infantil viendo al infante jugar pacíficamente. Era tanta la felicidad, irreal y hermosa alegría.

Deseó que ese fuese en realidad su camino, su pasado, su presente y su futuro, pero no. La realidad es la realidad y eso estaba bien, era aspera y dura como un desierto, peligrosa e indomable y aún así seguía siendo hermosa porque tenía tantas cosas buenas en ella, esos bellos oasis que te hacían amarla aún cuando dolía.

Sacar a todos de su prisión, dar primeros auxilios a los heridos, reunirse y contear numeros y nombres, buscar magnitudes de daño y poco a poco avanzar hasta un lapso de descanso. Todos volvieron a sus aldeas, regresar a casa era casi un sueño realizado, ver a las familias por fin reunidas y descansar del horror de la guerra.

Por supuesto hubo un largo periodo de estabilización para serenar el mundo Ninja, tantas vidas perdidas por fin podían llorarse sin tener que posponerlo porque una nueva batalla se avecinara. Se honraron los sacrificios y se celebraron los regresos, él perdió tantos subordinados, tantos de los suyos perecieron y él trató de hacer lo posible por honrar su sacrificio.

Lee había perdido a su mejor amigo, él sólo pudo abrazarlo en una muestra de apoyo, no podía hacer más. Era un amargo recuerdo saber que la primera vez que Gaara abrazó a Lee fue para darle el pésame por su compañero, amigo y rival caído. Como todos los demás que perecieron en la guerra era un héroe, lo recordaría como un buen sujeto, uno que ayudó a muchos y no pudo hacer más que extender sus alas al final y ser libre de una triste manera. Sabía la historia por Lee y no quería ser cruel pero era un terrible final para alguien tan bueno como él, el destino podía ser una mierda en realidad.

El tiempo siguió su curso y el mundo siguió girando, las personas continuaron con su vida lo mejor que pudieron a pesar de las heridas que poco a poco iban cicatrizando. No fue hasta un año después de la guerra que por fin volvió a ver a Lee de nuevo, fue un grato recuerdo. Habían estado compartiendo correo de vez en cuando pero no era igual a verle frente a él, con su ropaje verde y peinado extraño. Era excéntrico y tan preciado para él.

El moreno lo habia apretujado tan fuerte en sus brazos que incluso le pareció que el aire dejaría de entrar en su organismo, o quizá era por la felicidad burbujeando en su sistema. Si, quizá sólo era su cerebro liberando un cóctel de neurotransmisores relacionados con la felicidad y el amor.

Fue en esa vista a Konoha que corroboró lo que siempre supo, esa sonrisa era tan magnética y contagiosa que no podía dejar de seguirla con la vista, igual que muchas otras personas. Él sabía que Lee no era el chico más atractivo de la Hoja pero su increíblemente absurda bondad y nobleza era apreciada por muchos.

Y cada vez que veía esa dulce sonrisa encontraba una razón para seguir vivo.

Close to youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora