#012. ... In your hair of gold

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Para el siguiente amanecer los dos ninjas de Konoha ya habían partido, aunque no hubo despedidas Gaara se sentía satisfecho, el tiempo compartido la noche pasada lo había dejado flotando en una suave nube, ese había sido un abrazo tan significativo para él... Como si por un instante sus corazones se hubieran tocado, tan dulce y tan cálido.

—... Oye Gaara, ¿Por lo menos me estás escuchando?— habló Kankuro desde el frente de su escritorio, con su típica cara aburrida y extrañamente también un golpe que no recordaba.

—¿Qué te pasó en la cara?— dijo como si no hubiese ignorado al universo entero hasta hace unos segundos, después retomó su trabajo con el papeleo que se acumulaba sin parar sobre su escritorio.

—¡No cambies el tema!— el tono molesto en su voz no logró ni la mínima reacción en el menor, por lo que decidió continuar su monólogo. —Esto fue obra de Temari y si preguntas, no, no hice nada malo para molestarla.— alegó rascando su nuca. —Pero en serio, has estado en las nubes desde la mañana, ni siquiera desayunaste antes de salir de casa. Si tienes algún problema puedes decírmelo, después de todo soy tu hermano mayor.

Gaara por fin dirigió su vista hacia el frente, una casi imperceptible sonrisa surcó sus labios. Kankuro se había girado pero esas rojas orejas delataban su vergüenza, era un buen hermano pero él aún no creía que fuera el momento apropiado para decirle que gustaba de Lee, prefería que todo el asunto se mantuviera como secreto por un tiempo más; lo suficiente para tomar valor y poder deciele a Rock Lee sus sentimientos.

No es que él desconfiara de Kankuro o pensara que él divulgaría el dato pero seguro haría alguna estupidez que pudiese dejar el tema al descubierto... Y aunque lo hiciera inconscientemente, preferia no arriesgarse.

—Nada en específico, aunque agradezco tu preocupación.— su voz salió suave y sus ojos volvieron a los papeles que tenía entre las manos. —Deberías volver a tus deberes antes de que Temari te deje morada la otra mejilla.

Un apenado Kankuro salió para continuar con su jornada y Gaara pasó todo el día dentro de su oficina, peleando contra un montón de papeles aburridos.

La semana pasó igual, Gaara cumpliendo sus obligaciones diligentemente y soñando despierto el resto del tiempo, sus hermanos no insistieron con el tema y él pudo revivir tranquilamente en su cabeza una y otra vez la linda velada con Lee.

Al inicio de la semana siguiente recibió una carta de Lee, había estado tan embobado los días pasados que había olvidado la correspondencia que compartían semanalmente. Cuando abrió el sobre una delgada pulsera cayó encima de sus piernas, al tomarla notó el suave color acuoso claro y en tonos verdecillos azulados, justo como sus ojos. Era de una especie de hilo firmemente trenzado una y otra vez hasta formar la intrincada cuerdecita atada en una circunferencia, tenía dos hilos más delgados colgando de la zona donde se regulaba el ancho y en sus extremos tenía dos piedritas del mismo color. Después de observar un momento el objeto decidió colocarlo sobre el escritorio y pasar con la carta.

Lee tenía una letra algo torpe, bastante fluida y desordenada y a él le encantaba beber cada uno de los detalles que el moreno plasmaba en la hoja, llenó casi dos páginas hablando de su semana, las misiones que realizó, de cómo fue a visitar la tumba de su amigo e incluso de la nueva pastelería que abrió cerca de su casa.

Después de eso, los parrafos siguientes sí que fueron inesperados.

“Espero y te guste mi regalo, cuando lo vi no pude evitar recordar tus ojos, ¡Son del mismo color!, Pero creo que tus ojos son más bonitos.
¡Aunque nos vimos hace poco siento que han pasado siglos! Espero volver a verte pronto, realmente te extraño.
Espero tu respuesta y recuerda disfrutar el tiempo libre, ¡La juventud se debe vivir al máximo!
—Rock Lee”

Era sorprendente la facilidad que tenía Lee para sacarle sonrisas bobas, de nuevo la sangre se le fue a la cara y sus ojos se achicaron en una fina línea, era tan sencillo querele que parecía irreal. Con ambas manos cubrió su cara unos cuantos segundos hasta sentir que su corazón se controlaba y el rojo de sus orejas y mejillas pasaba a un rosaceo menos llamativo.

Con un poco de temblor en las manos colocó el presente recibido en su muñeca derecha, acarició su extensión y con una sonrisa aún más amplia guardó cuidadosamente la carta entre sus ropas, ya en casa se encargaría de guardarla junto a las demás. Pero ahora debía seguir trabajando pues últimamente habían aparecido variados altercados en las fronteras con Konoha que parecían indicar la existencia de un grupo anarquista que rechazaba las alianzas con la antigua aldea enemiga.

De continuar así las cosas esos ninjas renegados podrían crear problemas más allá de sus territorios y generar disputas con los de La Hoja y era un riesgo que no estaba dispuesto a correr, pues aunque hoy por hoy mantenían una excelente relación ambas aldeas y como todas las grandes naciones ninja habían trabajado codo a codo en la pasada guerra, si el conflicto avanzaba más allá el problema no sólo repercutiría a su gente, sino a la de la otra aldea también. Los problemas de La Arena debía resolverlos la misma, aún así no estaría de más pedir la cooperación de unos cuantos ninjas de la hoja, después de todo los conflictos estaban muy cerca de sus territorios y por lo que demostraban las evidencias, el grupo problemático parecía tener conflictos con su aldea y por ende, con la alianza que tenía Suna y Konoha.

Horas más tarde se encontraba redactando una carta petición para La Hoja donde solicitaba el apoyo de dos ninjas de su aldea: Shikamaru Nara, que ayudaría a un grupo de reconocimiento e inteligencia dirigido por sus dos hermanos mayores, y Rock Lee, que trabajaría como parte de su escolta personal e igualmente como miembro del equipo de ataque. El plan se llevaría a cabo en tres días por lo que se solicitaba la presencia de ambos jóvenes lo más pronto posible.

Close to youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora