sexta confecion p1

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Sakura. Haruno Sakura. Pelo rosa, ojos verdes. Voz chillona. Un dolor de cabeza. Llorona. Molesta.

Sasuke Uchiha siempre había tenido claro su opinión hacia las mujeres. En general eran molestas. No entendía la manía que tenían los hombres que lo rodeaban de hablar de ellas como si no tenerlas fuese una tortura. Física, obviamente, porque tomando como ejemplo las conversaciones que había oído, claramente ese aprecio, si se le podía llamar así, no conllevaba ni una pizca de sentimiento. Era algo más... hormonal.

No es que él fuese del otro bando, como le decía el dobe de Naruto en algunas ocasiones. Si una mujer era guapa, pues lo era. Punto. No es que le gustase, ni que se sintiese atraído, ni nada por el estilo. Era una opinión objetiva. Pero no iba más allá. Nunca le habían interesado las mujeres, quizás por su manía de chillar cuándo el aparecía, o de ver el romance en todas partes, o porque pensaban que a él de pronto le iba a salir una brillante armadura y de su boca iban a salir un montón de palabras de amor.

No le veía el caso a salir con ninguna. Vale, tenía dieciséis años, y lo más normal a esa edad es salir con alguna, besar a alguna... Pero eso era estúpido. Él no iba a ir por ahí con ninguna chica porque la gente pensase que él en realidad era gay. ¡ Gay él ! ¡ Pero si era la hombría personificada ! Él estaría con la chica con la que quisiese renacer su clan. Mucha gente consideraría eso cursi. Darle todo a una sola mujer. Pero vamos, él era Sasuke Uchiha, claramente no era algo cursi. Era más bien práctico. No iba a perder su tiempo con cualquiera.

En definitiva: las mujeres eran molestas. Y la que reinaba sobre ellas, la que estaba en lo alto del trono burlándose de él, era Sakura Haruno. Esa molestia rosada... Esa pelusa rosa... Kami-sama, no salía de sus pensamientos. Ella siempre había sido colorida. Luminosa. Brillaba tanto que le daba dolor de cabeza. Tenía una voz chillona que no dejaba de repetir su nombre. Lo seguía, lo acosaba. Pensaba que él iba a empezar una relación amorosa, en plan príncipe y campesina que se transforma en princesa.

Sakura creía que iban a empezar a salir. ¡ Tenían doce años ! Además, él tenía cosas mucho más importantes que hacer. Mucho, mucho más importantes.

Pero ahora no podía sacársela de la cabeza. Desde su confesión no paraba de pensar, de replantearse varias cosas. ¿ El enamoramiento de Sakura fue tan infantil como él creía ? ¿ Realmente ella lo quería por ser quién era, con todos y cada uno de sus defectos, y no por ser Sasuke Uchiha, aquel por el que todas las chicas morían ? Siempre pensó que Sakura quería estar con él porque era como una especie de trofeo, algo inalcanzable. Y ahora, comenzaba a preguntarse cuánto sabía realmente de ella.

Al parecer, ella pasó por una mala infancia, donde todo el mundo se burlaba de ella, donde nadie la quería. Y apareció la Yamanaka, y a pesar de ser la única persona que la aceptó, ella dejó de ser su amiga porque no soportaba la idea de pensar que tuviera que ver a su mejor amiga saliendo con él. Entonces es cuando Sakura comenzó a cambiar: pelo largo para agradarle, una molesta y nada efectiva actitud coqueta, proclamando su amor a los cuatro vientos... Por él dejó de ser la chica tímida, porque pensó que Sasuke Uchiha quería a una chica atrevida. Con lo inteligente que era, y lo tonta que fue en esos momentos.

Ahora Sakura era seria, pensaba que era un cabrón y ya no creía en el amor. Pero lo amaba. Ella lo amaba como nadie lo había amado nunca. Ella murió miles de veces por él. Ella dejó que él la dañase una y otra vez, que la destrozase. Porque pensaba que morir lentamente era mejor que vivir sin él. Pero se fue, él huyó de la aldea como un maldito cobarde y la dejó tirada en una banca, y a pesar de todas la humillaciones ella aún lo amaba. Y no lograba entender por qué tenía ese sentimiento en el pecho, por qué su corazón ardía, y por qué no podía dejar de pensar en ella. En su ceño fruncido, la forma en la que se mordía el labio cuando pensaba, o cuando se ponía nerviosa. Sus ojos verdes que miraban a todo el mundo con fiereza y dolor. Su nariz respingona que se le sonrojaba cuándo hacía demasiado frío y la hacía parecer adorable, y la manera en la que se mordía el interior de la mejilla cuándo se enfadaba y trataba de frenar las palabras que querían salir de su boca. Por qué no podía dejar de admirar su inteligencia, porque era la chica más inteligente que había conocido nunca. No sabía la razón por la que no podía dejar de deleitarse con el suave movimiento de sus caderas al andar, el elegante movimiento de su pelo cuándo se daba la vuelta. Y tampoco sabía por qué le encantaba su desprecio por lo femenino, a pesar de que ella sin saberlo era el ser más atrayente que había podido admirar. Y definitivamente, no entendía por qué le divertía cuándo la chica desprendía veneno de su boca, cuándo utilizaba sus frecuentes ironías y su hiriente sarcasmo. Le parecía fascinante.

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