Progreso P3

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Los ojos aguamarina de Gaara recorrieron el recinto con avidez. Nada más Sakura dejó la mesa, él también lo hizo. Su alumna estaba en la pista de baile con la impulsiva de su hermana y mucho alcohol en las venas.

Maldijo para sus adentros el haber tardado tanto en ir a buscarla. Había tratado de ignorar esa punzada de su pecho que le decía que tenía que seguirla, y se obligó a quedarse sentado. Sabía que Matsuri estaba molesta y no creía que su presencia le hiciese ninguna gracia. Pero como su maestro, tenía el deber de asegurarse de que estaba bien, y no había soportado el quedarse allí, quieto, sin hacer nada. Las palabras de Sakura fueron el detonante para que emprendiese su búsqueda.

No estaba seguro de lo que sentía por Matsuri. Se suponía que él no amaba y, sobre todo, que no era amado. La llegada de la castaña a su vida había dado la vuelta a todas las leyes naturales por las que se regía su existencia. La había iluminado con su inocencia y su sonrisa cálida como el desierto. El pelirrojo no sabía cómo manejar las emociones. Ya le había costado aprender cómo comportarse con Naruto una vez descubrió que lo consideraba un amigo. Ahora con Matsuri estaba perdido, porque no sabía ni si quiera cómo considerarla.

Sacudió su cabeza para alejar todos esos pensamientos. Ahora lo primordial era encontrarla, y no tardó mucho en hacerlo. A la primera persona que vio fue a Naruto sosteniendo a Hinata, a la que la bebida parecía haber empezado a hacerle efecto. Sonrió de lado cuando vio la delicadeza con la que el rubio sujetaba el cuerpo de la Hyuga, como si fuese de cristal. Lo vio susurrarle unas palabras a las que la joven asintió, y poco después fue conducida por el Uzumaki hacia la mesa en la que sólo quedaba Sasuke, Shikamaru había desaparecido.

Al lado de donde se encontraba su amigo y Hinata estaban Matsuri y su hermana, bailando. Gaara intentó disimular el asombro que le produjo el ver a su pequeña alumna moviéndose de esa manera. Tenía una gracia natural que no pasaba inadvertida. A pesar del alcohol, la joven movía las caderas, muy pegada a Temari, y daba vueltas con los ojos cerrados y una sonrisa ida en el rostro. Gaara se permitió detenerse un minuto para observarla bajo la luz de los focos, con el pelo revuelto y los labios entreabiertos, y se preguntó en qué momento dejó de ser su pequeña alumna y pasó a convertirse en una mujer.

Se acercó con cautela, notando que Matsuri ya no controlaba el equilibrio tan bien como momentos antes, y la sujetó por la cintura cuando se tambaleó peligrosamente.

La chica abrió los ojos sorprendida, recobrando momentáneamente la lucidez.

- ¿Gaara...?

El pelirrojo apartó la mano de su cintura, incómodo, y la alejó de su cuerpo, sosteniéndola por un hombro para evitar que volviese a perder el equilibrio.

- Matsuri.

- ¿Ha venido a bailar conmigo, Gaara?- preguntó, con esa voz dulce que la caracterizaba. El chico la miró a los ojos y se percató de que volvían a estar nublados por la bebida.

Abrió la boca para decirle que no, que no había ido a bailar, sino a sacarla de ahí, que tenía que lavarse la cara y tomar el aire, o hacer lo que sea que se hiciese cuando tenías más alcohol que sangre en las venas, pero no emitió ningún sonido, porque Matsuri dio un chillido y aplaudió entusiasmada justo antes de rodearle el cuello con los brazos y pegar su menudo cuerpo al de él.

El pelirrojo sintió cada fibra de su cuerpo tensarse. No estaba acostumbrado al contacto físico, y que fuese precisamente Matsuri, con lo confundido que estaba, no ayudaba a tranquilizarlo.

6 Secretos Por DescubrirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora