Sospecha

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Santamaría iba manejando camino al despacho, pensando en la plática que había sostenido con Beatriz por la mañana, pensando incluso cuál sería el siguiente paso a tomar, en caso de que ella no lo llamara. Sólo le tomó dos horas a su lado, compartiendo su espacio, apenas intercambiando un diálogo mediano y sin embargo, había sido suficiente para motivarlo a pedirle conocerla. Aún no entendía qué le provocaba Beatriz, no claramente, pues le despertaba una mezcla de ternura e interés tan grato, aunado a la tranquilidad que le daba su sola presencia...

Por otro lado, ese cuestionamiento intenso por parte de Mendoza hijo solo había confirmado la sospecha del interés de éste para con la bella genio, esperando que no fuera mas que solo eso. Sin embargo, recordó cómo se había comportado durante las juntas, sospechando que posiblemente la bella genio tuvo una relación más allá de asistente – jefe con Mendoza.

Sintió molestia de pensarlo pero esperaba que fuera solo sospecha o que Mendoza hijo la dejara en paz, porque por lo menos él, no iba a cesar sus intentos de conocer a Beatriz.

–Buenos días, Ana –dijo, cruzando las puertas del despacho muy alegre por cómo había empezado su mañana.

–¡Doctor, muy buenos días! –exclamó Ana –¿Cómo le fue en la diligencia? –cuestionó remarcando la última palabra, muerta de la curiosidad. Su jefe se veía muy contento, así que suponía que no había salido del todo mal.

–¡Ay Ana! –empezó a reír nerviosamente, olvidando que su secretaria sabía de sus planes de la mañana –Pues, bien, creo que bien...–le dijo, pasando hacia su oficina.

–¡Ay qué bueno doctor! –le dijo muy sonriente. No iba a hondear más, conque su jefe estuviera de ese humor, se daba por bien servida. –Doctor...–le decía desde el umbral de la puerta –...Aquí están los mensajes del día, habló el abogado Jiménez, que se comunique con él en cuanto pueda –terminó por decir, extendiéndole la lista de mensajes.

–Muchas gracias Ana –contestó muy sonriente el abogado –Ahora le llamo.

Ana había salido del despacho, mientras Santamaría marcaba rápidamente el número de su amigo y colega. Rodrigo Jiménez, compañero de carrera de Santamaría, a veces lo consultaba o refería para tomar casos del área penal. Hacía tanto que no hablaba o siquiera salía con sus amigos, que no dudó en marcarle para saludar a su amigo y ver qué se le ofrecía.

–¡Alo, Rodrigo! –saludó cuando contestaron del otro lado de la línea –...¿Cómo te va?.... Muy bien gracias, ¿A qué debo el honor de tu llamada? Jajaja ...¡Claro, hombre!, yo te asesoro en lo que pueda... Bien, ¿A qué hora nos vemos, ah?...No, no hay problema, te veo hoy a las 8 en Bon Terra... ¡Chao! –se despidió, procediendo a adelantar todo el trabajo que había dejado pendiente desde ayer...


Las muchachas del cuartel estaban muy impacientes, pues Beatriz no las había llamado a su oficina para comentar la misteriosa visita del abogado y lo último que pudieron ver, es que a Armando Mendoza le había molestado que el abogado estuviera en su empresa. No se animaron a entrar por su cuenta como era costumbre, pues Inesita las reprendió duramente después de interrumpir la visita del abogado, y ante la falta de información de Beatriz, supusieron que estaba molesta con ellas.

En Ecomoda, la hora de almuerzo había llegado, así que, con instrucción de Inesita, el cuartel se había reunido a las afueras de presidencia, para tocar levemente la puerta y preguntarle a la presidente si iría a comer con ellas.

–¡Adelante! –solicitó Beatriz, al escuchar los golpecitos que dieron en la madera, deslizándose segundos después las puertas de presidencia, dejando a la vista al cuartel en pleno

Santamaría x BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora