Beatriz de Santamaría

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Armando regresó a Bogotá.

Llevaba meses viajando, acostumbrándose a esa vida de nómada que lo tenía agotado, pero inmensamente feliz y tranquilo pues logró acondicionar su piso en Inglaterra y organizar el espacio para la niña, anidando tanto su propio departamento como el de Amy.

Su vida dio un giro de 180º y, sin embargo, estaba impaciente por el nacimiento de la niña, por terminar sus pendientes y regresar a Londres con Amy que ya tenía ocho meses de embarazo y con lo delgada que era y al ser primeriza, el doctor "K" comentó la posibilidad de que se adelantara el parto. 

Armando temía perderse ese momento, así que llegó a Bogotá la segunda semana de agosto para no regresar hasta después de que la nena cumpliera por lo menos tres meses, pensando en ello mientras tomaba el ascensor.

 –... ¿Y ustedes ya compraron el regalo para Betty? Miren que yo no, y pagan hasta el viernes –musitó Sofía nerviosamente.

–Y luego para atinarle a los gustos de esos dos ¡La cosa se pone peor! –exclamó Bertha.

–Mija, pues se les regala algo que les sirva para el hogar –concilió Inesita, pues ella les tejió un pie de cama precioso, por eso estaba relajada en ese tema.

–Pues si Inesita, pero si esta muchachita se casa el sábado, ¿A qué hora lo compramos? –apeló Bertha mientras apuraba una dona que tenía en la mano. 

–A mí me sigue pareciendo muy extraño que Betty se case tan rápido... –soltó Sofía sin percatarse de que Armando acababa de llegar al área administrativa.

–Buenos días –soltó el accionista, mirando a las mujeres que parloteaban cuando deberían de estar trabajando. 

–¡Don Armando! –soltaron a unísono mientras la peliteñida se iba a su lugar. Ella no fue invitada a la boda, y como le dijo a Sandra y Mariana, ni quería, pero el chisme estaba muy bueno como para dejarlo pasar.

–¿Cómo está, doctor? –musitó Inesita.

–Bien Inesita, ¿usted? –sondeó dulcemente, escuchando a la buena mujer decir que estaba de maravilla –¿De qué boda habla, Sofía? –cuestionó seriamente.

Sofía se había escondido detrás de Sandra, pero de nada sirvió cuando Armando la descubrió, así que hizo de tripas el corazón y se asomó. –De... de la boda de la novela ¿Cierto muchachas? –improvisó mientras entornaba sus ojos, pero Armando obviamente no le creyó, alzando la ceja, cargado de incredulidad –La-la protagonista se-se llama Betty... –musitó, pero calló cuando vio su cara.

–Ya... –soltó incrédulo –Betty... nuestra Betty es la que se casa, ¿No es así? –sondeó seriamente mientras jugueteaba con sus manos al tiempo que se acercaba al cuartel amotinado.

–¿Por qué siempre me pasa esto, ah? –pensó Sofía pues Bertha la aventó frente a Armando, cual tributo humano. –Eh... ¡Ah, sí doctor! ¿Qué coincidencia, cierto? –apuntó torpemente, pero todas revolotearon los ojos pues no sabía mentir. 

–¿Y cuándo se casa? –cuestionó duramente, tratando de asimilar la noticia, a final de cuentas supo de su compromiso hace meses.

–E-el sábado, don Armando –susurró Inesita cuidadosamente, pues ella lo conocía, sabía que le había afectado. –¿Está bien, don Armando? –cuestionó preocupada.

Armando se quedó pasmado. 

Sintió un punzor agudo en el pecho y de pronto, todos los golpes recibidos, cada mala noticia, cada herida le parecieron efímeros al dolor que sintió al enterarse que Betty se casaría en unos días. 

Santamaría x BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora