La ley y el orden

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*Fin de semana, diferente lugar, diferentes personas*


*Viernes*

POV Beatriz Pinzón Solano

No podía más.

No, no podía pasar otro día con Juan Manuel tratándome de manera tan delicada que ni siquiera dormía abrazándome como siempre hacía, como si me fuera a romper cuando ya estaba recuperada, no podía pasar otro día sin dejarnos llevar solo por el temor de que me iba a lastimar cuando era más fuerte de lo que todos pensaban, cuando quería que me hiciera suya, que siguiera la ley natural y dejara su miedo atrás.

–Estás loca Betty, definitivamente loca... –pensé mientras me desprendía de las ropas con la firme idea de cumplirle a Juan Manuel algo que sugirió meses atrás.

Pero mi locura tenía nombre: Juan Manuel Santamaría, que por poco más de un mes no me tentaba con sus caricias, con su cercanía, que me cuidaba y protegía devotamente, pero en el proceso olvidó que yo soy su amiga, su novia, su amante y se lo tenía que recordar.

Y es que ni la vergüenza me frenó cuando entré al baño donde el vapor que desprendía el agua caliente cubrió el espacio, cuando me acerqué sigilosamente hacia la tina.

Ahí lo tenía, con el cabello y el rostro empapado, con esos ojos cerrados, con el agua que resbalaba sobre su piel, ahí lo tenía con esos hombros redondos, con su espalda gruesa cual escultura griega hasta que mi vista comenzó a bajar, percatándome que con una mano hacía lo que yo quería.

Tuve que aguantar la risa que amenazó con salir de mi boca, tomando el suficiente aire hasta que Santamaría abrió los ojos y giró para verme con sorpresa.

–¿Mujer? Mujer ¿Qué hace? –sondeó confundido mientras yo trataba no reír ni avergonzarme por atestiguar otra ley natural que no se me pasó por la cabeza que él hiciera.

–Yo-yo también necesito un baño, doctor –musité nerviosa mientras mi vista bajaba nueva e instintivamente a esa erección que ni siquiera mi miopía impedía observar. –...Y bueno... OJOJOJO Le-le puedo ayudar...–solté de pronto sin poderme contener.

–¡Ahora sí, listo, va a pensar que eres una degenerada! –pensé pero todo pensamiento se esfumó cuando mi Juan Manuel me dedicó esa pícara y traviesa sonrisa que convertía mis piernas en gelatina.

–Beatriz, mi vida... No quiero que se vaya a lastimar –comentó Santamaría, instándome a negar rápidamente pues necesitaba que siguiera el orden natural, ese de dos cuerpos que se extrañaban y que se querían amar hasta que me ofreció su mano para entrar.

Ahí lo tenía frente a mí, con todo su cuerpo empapado, con ese cambio de temperatura que me estremeció, con esos ojos que me veían no como una degenerada, sino que me veneraban, que me deseaban, el mismo deseo que Juan Manuel me despierta de todas las posibles maneras, que compaginó cuando tomó uno de mis pezones entre sus dedos, cuando lo pinzó mandando un sinfín de sensaciones que me recorrieron el cuerpo entero.

No podía más, él siempre buscaba hacerme sentir bien, yo quería hacerlo por igual, instándome a tomar con mi mano su virilidad imponente, tentadora, a enroscar mis dedos en su piel dispuesta como si hace mucho no lo acariciara de esa manera hasta que un gruñido abandonó su boca, uno que me instó a continuar, a arrodillarme frente a Santamaría dispuesta a obedecer en caso de que me quisiese ordenar.

Pero no hubo una orden que saliera de su boca, hubo una silenciosa cuando posó su mano sobre mi cabeza para acercarme más, para quedar a centímetros de su rosado y robusto miembro que tan cerca quedó de mi boca, muriendo por comérmelo a besos hasta que me animé a hacerlo, a abrir mis labios para probarlo, para envolverlo con suavidad mientras alzaba mi mirada para ver si lo estaba haciendo mal.

Santamaría x BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora