Beatriz cayó en la cama completamente excitada.
No sabía de donde venían, pero sí que sabía a donde llegarían cuando Santamaría escaló su cuerpo como el mejor de los senderistas, cuando sabía dónde tocar, qué paso dar para estremecerla y extasiarla, cuando coló esas deliciosas manos sobre la tela del vestido que comenzó a levantar, que simplemente cedió hasta que la expuso lo suficiente para él, mientras acariciaba esas piernas cuyas rodillas puntearon instintivamente hacia arriba, abriendo las piernas para que él se colase y se acomodara como único explorador en un monte que instintivamente le restregó cuando sintió su miembro rozarlo, cuando el abogado empezó a desabrocharse el pantalón.
Y es que esas copas de vino no solo tenían un efecto embriagante, sino uno erótico y desinhibidor en la bella genio y el abogado lo sabía.
–Mi amor, mi amor... –soltó Beatriz con un hilo de voz, soltó mientras sus manos inquietas se encargaban de desprenderlo del saco, de seguir con esos benditos botones que se negaban a cooperar a desnudarlo, que no entendían que tenían la necesidad de volverse amar.
Pero las prisas, el desespero poco importaron cuando Santamaría terminó por dejar su torso desnudo, cuando se levantó lo suficiente para mandar volar las prendas y regresar a su tarea cuando vio esa montañitas sensuales y compactadas listas para que las probara y marcara y amasara con esas manos que las abarcaron como si estuvieran hechas a su medida, como si necesitara alzarlas más cuando sus pezones respondieron al tacto rudo, al tacto pasional al que la sometían.
–Juan Manuel... –susurró Beatriz arqueando su espalda completamente extasiada, poniendo a su disposición ese cuello para que la besara cuando reclinó su cabeza hacia atrás.
Vaya que el abogado respondió al llamado, bajando su cuerpo para besar ese cuello, para morderlo con suavidad al verlo tan bien dispuesto mientras que con sus dedos prensaban esos botoncitos coquetos que apuntaban hacia el techo mientras los tirantes del vestido reposaban en sus brazos, estorbándole a la economista que moría por más, pero su novio la distrajo cuando comenzó a morderle el labio, cuando penetró su boca con la firme intención de saciarse a punta de besos, de evitar fuera ella quien se desnudara cuando a él le encantaba ver sus pezones en punta pues parecía traspasarían la tela y más le fascinaba sentir su prenda interior húmeda, así como justo estaba cuando coló sus dedos con los que la acarició al ritmo despiadado en que danzaban sus lenguas, con que la hizo gemir desinhibida con ese eco profundo y delicioso que acalló, pero justo como a él le gustaba pues su bella genio perdía hasta los estribos con sus caricias, con esos dedos que masajeaban su clítoris con tal devoción, cuando Beatriz empezó a rasguñar su espalda ante todas las sensaciones que el abogado le provocaba, cuando se empezó a remover en las sábanas, extasiada, buscando más y más completamente excitada por cómo la acariciaba hasta que el abogado coló un dedo en su interior mientras que con el pulgar seguía punteando su botón que se contrajo, mientras Beatriz sentía que iba a estallar de un momento a otro y aún no la embestía siquiera.
–Por favor, por favor, por favor –le susurró cuando se separó Santamaria, cuando bajó los tirantes de vestido para dejar su pecho desnudo que gracias a Dios ese vestido no necesitaba el apoyo de un brasier, pues sus senos quedaron al aire y quería degustarlos, chupando y chupando mientras Beatriz abría las piernas cual alas de mariposa, mientras una de sus manos se posaban en su cabecita para que siguiera con esas mordidas, mientras la otra apretaba las telas de la sábana cuando el abogado coló dos dedos más mientras la penetraba frenéticamente, mientras bajaba más y más hasta que alzó sus piernas para colocarlas en sus hombros, para sencillamente remover la prenda interior a punto de chorrear hasta que su lengua llegó para probar, hasta que Beatriz llegó por igual pues ese contacto pecaminoso, sensual, travieso la estremeció cuando la saboreó apenas pulsando con la cálida, húmeda y deliciosa punta de la lengua, cuando no pudo aguantar más por cómo la sometía, por cómo la deseaba, por cómo se aferraba de su cuerpo que hace meses y por años juró no tentaba a nadie, pero Santamaría siempre, siempre le demostraba lo contrario.
ESTÁS LEYENDO
Santamaría x Betty
FanfictionUn abogado penalista con un divorcio difícil, encuentra el encanto del romance en una economista brillante y cautivadora.