Pequeñicas travesuras

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Jueves


Beatriz había estado en su oficina el resto del día.

Santamaría le había pedido que considerara la estrategia, sin embargo, por más buen resultado que daban las inversiones que manejaba certeramente Nicolás, por buen negocio que fuera, sin duda seguía molesta con la travesura que hizo el par, pues le dieron el medio a Santamaría para quitar del juego al accionista.

Por un lado, el accionista fue y le gritó a su abogado que se alejara de ella, como si acaso tuviera derecho y Santamaría lo había tomado como un caballero, pero por otro, si Armando Mendoza se enteraba que además el abogado ayudó con el reemplazo de su capital, lo tomaría como un altercado y sin duda la cosa se podría agravar.

Beatriz pensaba en qué hacer, cuando las puertas de presidencia fue golpeada y la sacó de sus pensamientos –¡Adelante! –exclamó la economista, pensando que se trataría de Daniel o Nicolás que venían a abogar por su estrategia, pero no fue así, dejando a las muchachas del cuartel a la vista.

–¿Está ocupada? –preguntó tímidamente Sofía que estaba al frente, que no se animaba a cuestionarle nada después que Beatriz escuchara el comentario que lanzó cuando llegó el francés la semana pasada.

–¿Qué pasa, muchachas? –cuestionó Beatriz tranquilamente, cruzando sus manos sobre la madera, esperando a que hablaran. Ella no contaría nada, no cuando Aura María le dijo que don Armando estuvo hablando con Bertha el lunes y ésta negó estoicamente la conversación con el accionista, instalándose en su mente que la secretaria contribuyó de alguna manera a que Armando Mendoza enfrentara a Santamaría ese mismo día.

–Amiguita... –empezó Mariana quedándose en el umbral, en caso de que viniera su jefe –No ha ido a almorzar estos días con nosotras... –apuntó tímidamente, pues podía sentir esas vibras raras posarse en la planta administrativa.

–¡Ay si Betty! –secundó Sandra con un puchero, pues extrañaba a su amiga –¿Ya no quiere salir con nosotras? –preguntó temiendo la respuesta, viéndola suplicantemente, mientras Betty le dedicaba una sonrisa comprensiva.

–No, Sandra, ¿cómo cree que es eso? OJOJOJO –sondeó Beatriz –Ustedes han visto cómo he estado de ocupada –escudó encogiéndose de hombros para restarle importancia, mientras el cuartel oscilaba miraditas cargadas de incredulidad, menos Aura María que alzó una ceja pícara en dirección a su jefa, pues ella manejaba su agenda.

–Betty... ¿está segura? Vea, yo me quiero disculpar por...–comentó Sofía dando pasos al frente, pues las muchachas no habían tenido la confianza de tomar asiento, y durante la semana solo pasaban a saludarla.

–No se tiene que disculpar por nada, Sofía –acotó Beatriz rápidamente –Esa fue su opinión y tiene derecho a expresarla –restó importancia, pero Sofía se sintió reprendida, bajando su mirada a sus pies completamente avergonzada.

–Bueno Betty... Si no está enojada, ¿será que nos va a poner al día? –cuestionó Bertha sin poder contenerse, sintiendo el codazo que le asestaba Sandra por andar de metida.

–¡Usted no aprende, gorda ésta! –soltó Sandra que también estaba enojada con ella por no decirles para qué le hablo su jefe, mientras Bertha le reprochaba con la mirada por cómo le llamó –¡Ah claro, cuestiona a todos, pero cuando se trata de que usted suelte la lengua, solo cuando le conviene! ¡Sapa! –exclamó Sandra, taconeando enojada.

–¿De qué está hablando, ah? ¡Si usted es la antena satelital! –soltó la más curiosa del cuartel con molestia –¡No se haga mijita, que con esas orejotas recoge todas las frecuencias de la planta! –reclamó Bertha saliéndose por la tangente.

Santamaría x BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora