27. Medidas desesperadas

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—Si no vas a comer lo que he preparado con tanto cariño, paciencia y devoción —comenzó a protestar Vanderwood—, entonces limpia la mesa.

De inmediato, le dio un golpe a los utensilios de madera, botándolos al suelo. Por alguna extraña razón, ni siquiera eso hizo que Saeyoung le prestara atención. Él seguía sentado en la silla del rústico comedor, moviendo sus manos con habilidad, intentado crear un invento con las pocas piezas que encontró.

—¿Quieres dejar eso ya? —volvió a hablar Vandy—. Si no sueltas esa basura en tres segundos, voy a usar mi taser.

Pero Saeyoung seguía inmerso observando la pequeña máquina de metal.

—¡Lo conseguí! —Levantó los brazos con un brillo de emoción en los ojos y esbozó una sonrisa triunfal—. Toma, madam.

Él le entregó el pequeño dispositivo a Vanderwood, quien lo recibió con un gesto de confusión.

—Esto es para que podamos estar comunicados —explicó—. Leonor tiró su celular contra el suelo —me miró de reojo—, entonces esto es lo mejor que pude hacer con lo que tenía. Estoy trabajando en el tuyo aún —se dirigió a mí.

—¿No harás uno para el agente Jace? —pregunté con desinterés fingido—. Y por si no lo recuerdas, rompí mi celular porque...

Intenté defenderme, hacerle recordar las razones por las que me fui de su casa. Su desconfianza, sus tontas ganas de hacer las cosas por sí solo y sus palabras hirientes, pero entonces me interrumpió:

—Ustedes dos confían más en alguien que acaban de conocer, alguien que es insoportable y...

—El único insoportable todo este tiempo, has sido tú, Seven —finalicé, dispuesta a cortar la conversación para seguir comiendo.

Pude sentir la mirada del pelinegro sobre mí desde la esquina del lugar, pero no volteé. Mantuve la vista fija en mi plato y sólo me callé. Por el rabillo del ojo observé cómo Rutherford ponía una mano sobre el hombro de Saeyoung para luego alejarse.

—Creí que ya te habías acostumbrado a llamarme Saeyoung —habló en voz baja.

—La primera vez que te llamé así no reaccionaste de la mejor manera. Siempre dijiste que ese nombre no debía existir, y además, siento que a la única persona que conozco, es a Seven. Aunque, ni siquiera sé si lo conozco como creía.

Cada palabra hiriente que le decía también me dolía a mí, como una estocada directo al corazón. ¿Pero y qué había de mis sentimientos? ¿Dónde quedaba la confianza recíproca entre nosotros?

Cuando empecé a adentrarme en su mundo, los asesinatos, los secretos que siempre mantenía dentro de su cuarto de trabajo, las peleas y los golpes, confié en él. En cambio, a la primera falla, Saeyoung invadió mi privacidad. Y si hubiera sido sólo eso, lo habría soportado, pero él fue más allá. Investigó a mi familia, hackeo los registros nacionales y expuso toda su información.

—Permiso. —Me levanté de la mesa y volví a mi habitación con pasos acelerados.

Era algo chistoso. Ninguno de los cuartos en los que había pasado todo este tiempo era mío. Extrañaba dormir en mi departamento, con sólo la preocupación de revisar si tenía el correo de algún invitado o responder los mensajes de los miembros. Pero eso sólo era el principio, la RFA no era una simple organización de caridad, y la vida de Saeyoung no era la de un simple hacker aficionado.

Los miembros... ¿estarían bien? No lo sabía. Mi acceso a la RFA ahora era imposible si no tenía mi móvil. El mismo móvil que me había dado Saeran, el mismo móvil con el que habían sucedido todas estas cosas.

Represión «Mystic Messenger» [Saeyoung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora