23. Todas mis canciones morirían con ella

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COLE

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COLE

Un mes después

Dos semanas. Dos semanas a su lado habían sido suficientes para ponerme la vida patas arriba. Una sonrisa, una canción de Bob Marley y una taza de café. Con eso había empezado todo. O no, lo hizo en aquel coche. Pero no cuando la besé por primera vez, no. Cuando la recogí. Recuerdo que no podía dejar de mirarla. Empapada, delgada, pequeña. Pero con una fuerza y un carácter que demostró hasta que sus rodillas cayeron contra el suelo. Recuerdo cómo se cerraron sus ojos durante el trayecto. Aquella noche sonaba una canción en el coche. No me gustaba ese tipo de música, pero solo sé que describía a la perfección lo que sentí en ese instante por una desconocida.

Y su primera reacción al verme... Todavía podía escuchar el sonido de su risa si cerraba los ojos. Recuerdo que estaba lleno de barro, empapado y congelado por culpa de la maldita oveja que mi madre tenía como mascota. Pero todo eso desapareció. Solo estaba ella. Sus ojos grises, su sonrisa, su vitalidad. Todo en ella era un imán para mí. Su imagen no desapareció de mi cabeza desde entonces. Pero al principio no quería aceptarlo, porque siempre había estado enamorado de Olivia, pero cuando Abby irrumpió en mi vida supe con total certeza que, en realidad, siempre había sido ella.

Yo solo podía pensar en que quería conocerla, darle una oportunidad a esos sentimientos que ni yo mismo sabía distinguir. Porque no sabía qué era eso. ¿Amor? No, era locura, era caos, era una caída libre sin paracaídas. Abby se había convertido en eso para mí, en el aire que me rodeaba mientras iba cayendo. Y conforme pasaba el tiempo, yo cada vez estaba más cerca de alcanzar el suelo. Y estaba cagado de miedo, porque estaba seguro de que nunca podría recomponerme de un golpe así.

Lo último que había hecho con ella había sido discutir por una auténtica gilipollez. Y renuncié a todo por eso. Actué a la defensiva, guiado por el egoísmo y el miedo, porque el amor nos hace ser egoístas además de unos cobardes. Y Abby había pagado las consecuencias, porque yo no supe ver a tiempo que detrás de esa sonrisa y esos ojos llenos de vida había un corazón que estaba hecho pedazos. Había cicatrices, había heridas que sangraban y supuraban, había oscuridad. Y me di cuenta demasiado tarde de que yo lo quería todo de ella.

Porque lo que más me dolía de todo era la amenaza de que podría perder la oportunidad de arreglarlo. Abby se había convertido en el final de una canción, e iba acompañada de un sabor amargo en la boca y una presión en el pecho que me impedía dormir por las noches. Eso si es que llegaba a dormir alguna maldita noche.

Solo había abandonado el hospital para comer y ducharme. No era capaz de estar en esa casa más de una hora seguida. La culpa y el remordimiento me estaban matando. Dos semanas habían sido suficientes para que devorara mi vida por completo, para que dejara un recuerdo en cada rincón de la casa y de mi alma. Porque me había abierto en canal para ella, y Abby había hecho lo mismo. Había sido sincera conmigo, pero yo estaba demasiado embobado adorándola como para darme cuenta de que en realidad estaba pidiendo ayuda a gritos. Y ahora sus gritos se habían silenciado, pero también lo había hecho su risa, su voz... Esa voz que me había erizado la piel. Porque qué bien cantaba...

Girls hate singers ✔️ [Singers #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora