33. Algo que jamás habría hecho

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ABBY

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ABBY

Dos meses después

—¿Has visto mi guitarra negra por alguna parte? —me preguntó Cole.

—¿La acústica o la eléctrica? —inquirí frunciendo el ceño.

—La eléctrica, tengo que llevármela al estudio y no la encuentro por ninguna parte —contestó agobiado.

—Eso es porque llevamos dos semanas en esta casa y ya parece una selva —contesté con una sonrisa.

—Abby, necesito la guitarra. Solo he conseguido volver a tocar medio decente con ella, tiene el mástil más ancho de lo normal y me resulta más cómodo.

Me puse en pie, dejé sobre la mesa los papeles que estaba leyendo y avancé hasta Cole. Le rodeé el cuello con los brazos y le di un beso en los labios. Él cerró los ojos y apoyó la frente contra la mía. Estaba preocupado y agobiado. Era oficial, Cole Miller volvía a Seven Days. Su hermano Drake no había aceptado su puesto. Ayudó a los chicos con los bolos que tenían pendientes pero, en cuanto yo me recuperé, dijo que regresaba a Colorado. Cole estuvo cabreado con él más de dos semanas.

Fue entonces cuando Kyle anunció que Seven Days volvía a tomarse un descanso indefinido. Y así, sin prisas ni relojes, se habían puesto a trabajar en el nuevo disco. Yo lo hacía con ellos, no como miembro del grupo, gracias a Dios, pero sí como coautora del disco. Cole y yo lo habíamos compuesto juntos después de todo. A los chicos les entusiasmó el resultado y no dudaron en hacerme una oferta que no pude rechazar. El propio Julian Rogers me trajo los papeles que estaba leyendo aquella mañana, en los que firmaba un acuerdo de confidencialidad para trabajar con Seven Days como letrista y compositora. Querían aumentar el número de discos al año, necesitaban ayuda y Cole no permitió tomarla de otra persona que no fuese yo.

—Todo va a ir bien, ¿vale? —dije acariciándole la cara con cariño. Cole cerró los ojos y tomó aire—. No es la primera vez que ensayas con ellos.

—No lo entiendes, no voy a poder seguirle el ritmo a Kyle —dijo angustiado—. No puedo, Abby, no voy a ser capaz.

Cole era el hombre más testarudo que había conocido en mi vida. Despacio, llevé las manos hasta su brazo izquierdo y subí la manga de su camisa. Rodeé el tatuaje que se había hecho y lo acaricié.

—Eso es porque sigues sintiéndote así —dije—. Y no estás roto, Cole. Nunca lo has estado.

—¿Y por qué me siento como si lo estuviera? —preguntó en voz baja—. Un guitarrista sin poder tocar la guitarra. Abby, es patético.

Le miré el brazo, fue entonces cuando decidí que ese era el día en el que cortaríamos de raíz con ese problema. Cogí las llaves de su coche y mi móvil, uno de última generación que apenas sabía cómo utilizar. Cole me lo había regalado y yo solo lo usaba para escribir las notas que se me ocurrían de las canciones. Recorrí la enorme casa en la que vivíamos. Cole la había comprado poco después de regresar a Georgia, se encontraba en una zona familiar y tranquila en la que había unos cuantos personajes públicos además de nosotros. Entre ellos, un presentador de la tele que resultó vivir a pocos kilómetros de nuestra casa.

Girls hate singers ✔️ [Singers #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora