30. El hombre con el que sueña

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COLE

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COLE

El viernes conseguí desconectar el tiempo suficiente como para olvidarme de todo. Me centré en la risa de mi hermana Faith y en lo contenta que se la veía al lado de Owen. Disfruté de la compañía de mi amigo y de las canciones que fue tocando con la guitarra. Empezó a tocar los acordes de Let it be de los Beatles cuando Faith se le unió. Cantaron juntos, como habíamos hecho Abby y yo tantas veces. Duró poco la paz. Sentí un pinchazo en el pecho que me obligó a apartar la vista.

Al hacerlo, mis ojos se encontraron con los de ella. Nos miramos en silencio durante unos segundos, con la voz de Faith y Owen de fondo. Abby tenía los ojos rojos y parecía alterada. Estaba sentada a mi lado en el sofá, aunque apenas llegábamos a rozarnos.

—¿Estás bien? —le pregunté en voz baja.

Ella negó con la cabeza y vi que le temblaba el labio. Estaba a punto de echarse a llorar. Faith y Owen acabaron la canción y, al hacerlo, mi hermana me echó un vistazo rápido.

—Vamos a ir a recoger la cena, ¿vale? —dijo como si no se hubiera dado cuenta de que Abby estaba llorando—. Cocinar sigue sin ser lo mío y solemos recogerla en un pequeño restaurante del pueblo. Tardaremos una media hora más o menos. Enseguida nos vemos.

Por suerte, no tardaron mucho más en dejarnos solos. En cuanto cerraron la puerta, me levanté del sofá y me acuclillé en el suelo, frente a Abby. La cogí de las manos.

—¿Estás bien? —Ella volvió a negar con la cabeza—. Háblame. Dime qué sientes.

—Dolor —respondió ella.

—Vale, eso no es malo —le dije colocándole un mechón de pelo detrás de la oreja—. Yo también lo siento.

—¿A todas horas?

—Casi, desaparece cuando me miras a los ojos —le contesté en voz baja.

Mi respuesta le afectó más de lo que en realidad buscaba. Se puso nerviosa y apartó sus manos de las mías con violencia. Yo respeté su espacio, me puse en pie y me alejé de ella. Abby se llevó las manos a la cabeza y se encogió en el sofá.

—Tengo la cabeza llena de imágenes, todo está lleno de sueños...

—¿Quieres que demos un paseo? —le pregunté.

Le extendí la mano. Ella arrugó la frente. No se sentía cómoda, pero yo me mantuve firme. Respiré hondo y fui paciente.

—Confía en mí, dame la mano —le pedí—. Lo hemos hecho antes, solíamos salir todas las tardes a pasear por el camino que conectaba mi casa con la nada.

—No puedo... —dijo agobiada.

—Joder, Abby, claro que puedes. Cógeme de la mano, no te estoy pidiendo que te bajes los pantalones.

Girls hate singers ✔️ [Singers #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora