05. Aquel estúpido beso

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COLE

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COLE

Las dos semanas que faltaban para la boda pasaron volando. Antes de que pudiera darle más vueltas, estaba guardando mi traje en su funda negra y estaba terminando de guardar mis cosas en la maleta. Eché un último vistazo esperando no dejarme nada demasiado importante y salí de mi habitación.

—¿Te vas con esas pintas? —preguntó mi hermana Faith desde el sofá.

—Me ducharé al llegar al apartamento de Dallas —contesté sin más.

—¿Todavía no tienes un piso allí? Si vas a Georgia cada dos por tres...

—No, Faith, todavía no tengo un puto piso allí.

—Vale, vale... No pretendía enfadarte —murmuró agachando la cabeza.

—No me he enfadado. —Me acerqué hasta ella y le revolví el pelo como tanto sabía que odiaba—. Volveré en un par de días, ¿vale? Ten paciencia con papá y mamá.

—Lleva cuidado y... Cole —dijo antes de que me fuera—. Siento estar tan rara con vosotros últimamente.

—No tienes que disculparte, ¿vale?

Ella me miró con tristeza pero no dijo nada. Le sonreí, pero no me devolvió la sonrisa.

—Nos vemos en un par de días. No hagas ninguna locura en mi ausencia.

—No la hagas tú tampoco.

—¿Qué locura iba a hacer yo? —pregunté de forma inocente mientras avanzaba hasta la puerta de la entrada con la maleta.

—¿Besar otra vez a la novia por ejemplo?

Me giré mirándola con los ojos entrecerrados. Alcé la mano y la señalé con el dedo.

—Esta te la guardo, hermanita.

—No esperaba menos de ti —contestó con una sonrisa.

Salí de la casa, me despedí de mi padre y Wesley, y fui hasta el Jeep. Drake dejó lo que estaba haciendo, se puso un abrigo que había dejado colgado en el porche de la casa y vino hasta mí corriendo. Él iría conmigo hasta el aeropuerto para llevarse el coche a la granja de vuelta.

—¿Nos vamos ya?

Asentí y abrí el maletero para dejar la maleta. Dejé el traje apoyado en los asientos de atrás y fui hasta el asiento del conductor. Mi hermano me esperó subido en el del copiloto. Mientras arrancaba el coche, vi que no dejaba de moverse.

—Oh, vaya —dijo poniendo cara de circunstancia.

Lo miré de reojo y vi que estaba mirándose los pies y, por ende, la alfombrilla del coche. Apreté las manos en el volante.

—Dime que no has subido tus putas botas llenas de barro en mi coche —lo amenacé.

—Vale, no he subido las mías, son las de Wes.

Girls hate singers ✔️ [Singers #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora