𝐄𝐬𝐜𝐮𝐞𝐥𝐚.
Estuvo despierta toda la noche, simplemente mirando las estrellas y llenándose de la paz que brindaba la noche, sintiendo la luz de la luna estrellándose contra su piel, escalando por sus brazos y vibrando bajo su nariz. A ella le gustaba la noche. Pero Lena adoraba más las noches de luna llena que cualquier otra noche de cielo oscuro o plagada de estrellas y planetas lejanos, adoraba el aura de paz que se cernía sobre la ciudad, los aullidos lejanos y desenfrenados de los hombres lobo que corrían en manada, entonando canciones con su sentir.
Canciones felices, canciones tristes, canciones de soledad y canciones de gozo y unidad. Disfrutando de escuchar el arrastrar de los pies de los errantes nocturnos, el batir de las alas y el ulular de las aves nocturnas, y del silbido del viento que suena al paso de Supergirl. Anunciando su paso veloz con una llamada casi silenciosa.
Una vez la luna se ocultó, alejándose del sol, alejando su energía tranquilizantemente gélida de la energía reconfortantemente ardiente que se alzaba sobre las cabezas de los habitantes diurnos; Lena caminó al baño quitándose la gran sudadera del MIT que había usado durante la noche, los pantalones cortos rodaron hasta sus tobillos y su ropa interior se deslizó hasta quedar sobre el piso.
Cogió el bulto de ropa y lo tiró a la canasta que residía a un costado de la entrada de su baño, dejó libre el rodete descuidado que sostenía su largo cabello oscuro y comenzó a prepararse para el día, lavó sus dientes, se bañó e hizo sus necesidades básicas. No en ese orden.
Al salir caminó hacia su armario, recogiendo unos pantalones negros ajustados que moldeaban sus piernas de la mejor manera, una blusa negra con escote decente metida por dentro de los pantalones y un cinturón del mismo color sostenido por las pretinas, colocó una chaqueta corta color burdeos sobre sus hombros y deslizó los brazos por el material suave. Se maquilló levemente, arregló su cabello en un nuevo rodete ahora conciso y ató la tobillera que la mayoría de los días se cerraba entorno a su tobillo derecho.
Salió de su departamento y se encaramó en su Audi plateado, llegó a L-Corp con su rostro inundado en neutralidad, a pesar de la sensación de desapego que la recorría desde el inicio de su mañana. Ella ya estaba acostumbrada. Agradeció a Jess por su café y se sentó detrás de su escritorio revisando documentos. Una pila se levantaba ya a un costado de su portátil.
"¡Tía!" Chilló Ruby escalando por las piernas de Lena hasta quedar cómodamente sobre su regazo, la mujer de ojos verdes soltó un suspiro y se movió para acomodar mejor a la niña entre sus brazos, alejándola de los documentos y cerrando la tapa de su portátil en el momento. Los brazos pequeños envueltos en sus hombros.
"Hola, Ruby, ¿cómo has dormido?" Preguntó Lena con una sonrisa cálida extendida en su rostro de piel nívea.
"¡Bien! ¿Y tú, tía? Tía, mamá hoy quemó el pan tostado" Ruby arrugó la nariz en desagrado mientras sus pequeños ojos se movían hacia Sam, quien estaba en la puerta moviéndose nerviosamente con la mochila de Ruby entre sus manos.
"Yo estoy bien, pequeña" Aseguró Lena frunciendo el ceño a su CFO con extrañeza. Sam actuaba raro "Sam, ¿por qué no pasas?"
"Voy" Asintió Samantha brindando una sonrisa nerviosa a la mujer más pequeña, caminó hacia su amiga y miró cómo tenía a su hija sentada en el regazo "Lena, eres mi amiga, ¿verdad?"
Lena parpadeó con calculada indiferencia ante la pregunta. En general, era ella la que preguntaba.
"Lo soy".
"Y los amigos ayudan a los amigos" Siguió Sam.
"Si hablamos de esto, entonces soy tu hermana. Tengo derecho a la negación en caso de que exceda mis límites" Dijo Lena al tiempo que acariciaba el cabello de Ruby.
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Auroras y Ocasos [Supercorp].
Fanfiction𝔸𝕦𝕣𝕠𝕣𝕒𝕤 𝕪 𝕆𝕔𝕒𝕤𝕠𝕤 [𝕊𝕦𝕡𝕖𝕣𝕔𝕠𝕣𝕡]. En pausa. Kara Danvers llevaba un año usando el traje de Supergirl, y tres años siendo madre. Ejercía en CatCo cómo asistente de Cat Grant y se sentía feliz. Ella estaba bien, pensaba que podía...