Capítulo 3

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Insisto en que me lleven directamente al tren, pero de todas formas me encierran en una habitación para hablar con quienes quieran despedirme. Sólo tres minutos por persona, en mi caso no es importante, no hay muchos que deje atrás, pero sí que es algo verdaderamente cruel cuando sabes que estás por morir y quieres decir adiós a quienes amas. 

La habitación permanece en un silencio que me estremece, pero acompaña la situación a la perfección.

Luego de un rato que en mi imaginación es mucho más que tres minutos la puerta se abre.

—Hola—Maurice entra luciendo triste y eso de alguna manera me sorprende, nunca creí que tuviéramos un lazo emocional demasiado fuerte, sólo el hecho de que quisimos a las mismas personas. Un nudo en mi garganta me impide responderle, supongo que son nervios. Él se da cuenta y continúa:

—Quiero que sepas que yo no voté por ti, nunca lo haría. Tampoco te culpo por lo que pasó la otra noche, tú eres como una hija para mí, sabes. 

—Sí — Mi voz suena ahogada, me gustaría decirle que está bien, que no debe sentirse comprometido con hacer nada, que sé que es el fin y que en verdad no importa, pero simplemente no puedo hacerlo.

—Lamento no haber sido capaz de ayudarte antes, pero tengo algo de dinero ahorrado y puedo pedir más,  trataré de patrocinarte en Los Juegos. Puedo... no sé, haré que te manden comida. ¿Se puede mandar cosas de los distritos, no? Haré que te envíen esa sopa del mercado, la que te gusta. Algo de casa.

—Eso no es...

—Toma— Empieza a hurgar en su bolsillo, apurado. Saca un pequeño anillo plateado y me lo ofrece

— Se lo gané a tu padre en una apuesta hace mucho, creo que tú y yo nunca hablamos mucho de él, quizá debimos. Era como un hermano. Él mismo me pidió que te cuide en caso de que algo les pasara a él y a tu mamá.

Me quedo mirando el anillo. Es grueso y tiene grabado el escudo de nuestro distrito en la parte superior. 

De repente me entran ganas de llorar, sé que es imposible que gane, pero no quiero morir.

—Él solía decir que el anillo era un símbolo de sacrificio, no tengo idea de por qué. Pero parecía tan convencido...— De repente se calla y me mira con el ceño fruncido, no sé si está realmente triste por mí, parece una mezcla de sentimientos, lo entiendo.

Al menos alguien me recordará bien.

—Gracias por todo, Maurice. En serio.

No responde, sólo me atrae hacia sí y me abraza fuertemente, me duele todo, pero no quiero arruinar el momento. Además está esa persistente voz en mi cabeza diciendo "no te quiebres, no te derrumbes". De todas formas, en ese instante llega un guardia, dando fin a la visita. Pero, antes de que el agente de la paz nos separe, susurra— Suerte, sé que puedes ganar. No pares por nada.

Me quedo mirándolo mientras se aleja con el guardia, es lindo que me tenga tanta fe, pero en el fondo él también sabe que moriré allá. A este punto apenas puedo contener las ganas de llorar.

Estoy lista para irme cuando entra otra visita. Es Lionel Ribbentrop, ahora estoy verdaderamente sorprendida.

—Hey —Dice en voz baja, mirando al suelo— Supongo que ya te vas y... solamente quería desearte suerte. Realmente creo que puedes ganar. Nuestro trabajo saca músculo.

Intento reír pero no me sale. Ya no sé qué decir, esto es demasiado y no tengo energías para seguir fingiendo. Así que sólo me largo a llorar ahí, como una niña y Lionel, por suerte, reacciona como si lo fuera. Sin juzgarme. Sólo me abraza y susurra algo tranquilizante que ni siquiera escucho. 

El Primer Vasallaje || Los Juegos del HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora