Capítulo 13

442 53 4
                                    

Cuesta bastante llegar a la Cornucopia, en parte porque no sé bien dónde está y además por el hecho de que la tormenta no hace más que empeorar. Pasan las horas, el sol imprime un poco de color entre todo el blanco y gracias a él consigo ver la gran escultura de metal, que me ciega por un momento por su brillo reflejado. Se encuentra a sólo unos metros de distancia.

Tengo que ser cauta si quiero salir con vida de esta. Me escondo detrás de unas plantas secas que me rayan la cara y se enganchan en mi ropa pero me tapan bien, y observo lo que los vigilantes nos dejaron. Al igual que para los paracaídas, las cosas están metidas en cofres metálicos grandes, medianos y pequeños. 

Esta vez, contrariamente al baño de sangre, las cosas están apiladas sobre una especie de mesa larga. Debo ser rápida, no habrá tiempo de revisar los cofres. 

Me quedo esperando a que alguien más vaya, pero al cabo de un buen rato caigo en cuenta de que los demás tributos pensaron hacer lo mismo, así que saco el cuchillo y me levanto 
sigilosamente, abriendo desde ya la mochila para no perder tiempo una vez expuesta. 

En ese momento veo a Cort correr hacia la mesa y me detengo, paralizada. Vuelvo a esconderme y medito profundamente la idea de acercarme y agarrar lo que necesite, el hecho de que no seamos más aliados no nos obliga a matarnos, no cuando aún quedan otros a quienes eliminar. 
El niño mete velozmente lo que puede en su mochila, procurando no hacer mucho ruido. Pero en ese momento aparece la muchacha del distrito 4, la última profesional con vida, y no parece tener buenas intenciones.
Sin pensarlo, grito para alertar a Cort, pero él no puede escucharme a esa distancia entre todo el ruido de la tormenta. Empiezo a correr hacia la chica, que ahora está a escasos metros de él. Ella ni siquiera me nota, igual que él no siente a ella, mientras levanta sus brazos en completo silencio detrás del niño. 
Grito otra vez, mientras en apuro me lanzo sobre ella y la tumbo. Cort se voltea, espantado y su espada cae al piso, enterrándose en la nieve.

— ¡¿Ara?!

Pero estoy ocupada para responder. La chica, probablemente experta en combates cuerpo a 
cuerpo, consigue dar vuelta el asunto en un pocos movimientos y está sobre mí, golpeándome en las costillas, recordándome que alguna de ellas sigue rota. Mierda, debí haberla apuñalado directamente pero no llegué a pensar.
Detrás de mí el niño busca su espada, sin éxito— ¡Vete, Cort! —Le grito como puedo. Entonces la chica me tapa la boca y la muerdo tan fuerte que siento el sabor metálico de la sangre. Enojada, se dispone a dar el próximo golpe, pero la bloqueo con el brazo roto y con el otro le clavo el cuchillo lo más profundo que alcanzo en el estómago. 
Mi brazo, y luego mi abrigo, empiezan a sentirse calientes por la sangre de la chica, que no deja de manar. Sus brazos se aflojan de repente y el cuerpo inerte cae sobre mí. El cañón suena al instante.

No es muy grande, pero sí que pesa. Me arrastro trabajosamente, enterrándome un poco más en la nieve, que cubre increíblemente rápido al cadáver. Entro en una especie de trance; acabo de matar a una persona, a una chica de mi edad o apenas más, y estoy cubierta de su sangre.

Empiezo a tener arcadas, cuando un grito me devuelve a la realidad. Me doy vuelta, pero la 
nevada no me deja ver. Al enfocar la vista encuentro a Cort, tirado en el suelo, removiendo desesperadamente la nieve. Alguien se acerca a él. Antes de si quiera saber quién es, me incorporo y corro hacia ellos, tropezándome con mis propios pasos que se hunden. 
Sólo hay dos opciones y una de ellas me atemoriza especialmente. Gimo el nombre del chico y el otro tributo se da vuelta. 

Es Gobnet.

— ¡Ahí está tu compañera! Oh, ahora no sé qué hacer — Dice con tono sarcástico, tiene su hacha en la mano.


Antes de que pueda hacer nada, Gobnet se lanza sobre Cort, que intenta plantarse pero está indefenso, y el del 7 le da un hachazo en el hombro, muy profundo. Lo suficiente.
Es extraño, pero siento el golpe, siento mi vida irse en ese mismo momento, junto a la del niño. No sé si pasan segundos o minutos con nosotros tres en esa escena.

—Quítate los abrigos y la mochila y déjalos ahí.

Lo obedezco, incluso me presiona por la campera que tenía al entrar a la arena. Le dejo los guantes, el gorro, la bufanda y la mochila, pero no hace frío. La nieve quema en mi piel y me parece justo, ya que todo este lugar es un verdadero infierno. Gobnet se pone la ropa con calma, sabiendo que no soy una amenaza; se cuelga la mochila y empieza a caminar hacia mí, medio sonriendo, con esa misma expresión enferma que tenía al matar a Adler, a la otra chica, y probablemente a cada una de sus víctimas. El maldito disfruta esto. Ni siquiera es un profesional, ni siquiera puedo culpar a una búsqueda de honor. Cierro los ojos fuertemente, es el fin. Ni siquiera pude ayudar al niño. No pude redimirme.

Pero entonces escucho el sonido de algo cayendo en seco, apagado por lo blando del piso. Al abrir los ojos veo que Gobnet se para costosamente y sale corriendo. Tiene una flecha atravesándole el brazo izquierdo. Me doy vuelta, sorprendida, y a duras penas diviso a Raquel, la chica del nueve, y la única persona además de mi equipo con la que hablé desde que llegué. Está sobre un árbol lejano. No hago más que quedarme inmóvil viéndola, como un animal indefenso. Ella lo piensa, pero al final asiente hacia mí y baja el arco. Debería agradecerle, pero en ese momento sólo consigo arrastrarme hacia Cort, que yace inmóvil sobre un charco rojo. Tiene los ojos abiertos mirando al frente, pero realmente no está viendo nada, ya no. Sus ojos tampoco tienen el característico brillo de la vida. Murió cuando le prometí hacerlo ganar y encima pude haberlo evitado, pero fui muy lenta y estúpida para hacerlo.
Ojalá Raquel me hubiera disparado también, o al menos hubiese dejado que Gobnet me matara. Al volver la vista hacia los árboles ya no la veo.

Abrazo fuertemente a Cort y luego limpio la línea roja que parte de su boca. Pero no puedo dejarlo ahí, para que su cadáver quede tapado por la nieve antes de que una frívola garra gigante se lo lleve, se merece algo mejor. Así que lo arrastro con cuidado hasta el pie de un árbol alto donde el piso no está cubierto y le cierro los ojos, aunque sé que eso no cambia nada.
Miro a la Cornucopia. Aún quedan cofres, pero no quiero llevarlos. Eso sólo ralentizaría mi muerte. Lo mejor será irme de aquí. Que la del 9 los tome e intente ganar.


+++++++++++++++++++++++++++++++

Wow. Y después de una eternidad... He aquí el capítulo 13 con todo el flow y yo re corta mambos escribiendo esto. Un .lll. por Cort.


El Primer Vasallaje || Los Juegos del HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora