Capítulo 9

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Han pasado dos días sin que pase nada. Ni a nosotros ni a nadie, al parecer. Aunque las cosas estaban yendo bastante bien, nos fuimos de nuestro escondite en el bosque hacia la zona montañosa en cuanto vimos un humo cercano. En el nuevo lugar encontramos una pequeña cueva y no parece haber enemigos cerca. No sé si fue la mejor idea, ya que menos animales pasan por aquí. De hecho hemos estado comiendo sólo una vez por día, con suerte. 

Al menos, como no hay mucho que hacer, me aprendo los patrones del terreno. Hay horarios medio específicos en los que nieva más fuerte (cuando amanece y a media noche), momentos en los que se oyen aullidos por la zona de los pinos, entre otros detalles. En cuanto al clima, descubrimos que no es tan frío como debería, de seguro mantienen la nieve y el hielo desde el piso con algún sistema, porque el ambiente parece un invierno tranquilo la mayor parte del tiempo. La situación relajada comienza a desesperarme, ya que si las cosas están tranquilas el público se aburre, y si se aburre los vigilantes incluyen nuevo entretenimiento; el cual suele significar sufrimiento extra para nosotros. 

Evito mencionarle mis preocupaciones a Cort, no para no asustarlo, sino para no correr el riesgo de ser yo la que les de la idea. Pero como me temía, al cuarto día las cosas empiezan a suceder.

Me despierto de madrugada entre temblores de mi compañero, la temperatura ha bajado 
notablemente. Además noto un fuerte ruido constante desde afuera. Me muevo con cuidado para no despertar a Cort y me asomo al exterior. Todo es blanco, mucho más blanco que de costumbre, y apenas puedo ver, con nieve azotándome fuertemente la cara. 

Una tormenta de nieve. En nuestra situación no será mucho, aunque los abrigos se queden cortos en utilidad, pero para los que estén a la intemperie... La noche lo decidirá.

Enciendo una fogata cerca del niño y me siento, mirando hacia afuera con el cuchillo en mano. No vaya a ser que alguien busque refugio aquí. Estoy hirviendo agua cuando Cort se despierta, 
tosiendo fuerte.

— ¿Soy yo o está más frío? —Dice cuando consigue parar. 

—Hay una tormenta, probablemente quieren que vayamos a la Cornucopia por suministros. 

—Me parece buena idea.

—No lo es; no si todos tienen la misma. Hoy nos quedaremos, pero mañana iré.

—¿Irás? ¿Qué hay de mí?

—Te quedas a cuidar la cueva.

No se me ocurre otra excusa para evitar que venga, aunque esta suena realmente muy poco 
convincente.

—Nada de eso. ¿Y si volvieran a atacarte? Sin mí ahí estarías muerta. 

—Wow. Gracias por la confianza.

—Lo siento, pero vamos los dos.

—Como quieras, pero no hoy.

Y ahí se va la seguridad. El que se ponga testarudo solo es otra complicación.

Por la noche la tormenta no para, y el clima es insoportable, pero la pasamos como podemos. La tos de Cort me preocupa bastante, puede ser un indicio de algo más grave, y el no llegó aquí en el mejor estado. Así que dejo que duerma toda la noche. También por eso estoy despierta cuando suena el cañonazo. Sólo uno, y al ser de madrugada, no proyectan quién fue el suertudo.

Alrededor de lo que creo son las cuatro de la mañana, la ventisca cesa momentáneamente en nuestra zona y un paracaídas cae junto a mí. 

Seré un poco infantil, pero antes de ver siquiera qué es, prácticamente me tiro sobre Cort y lo despierto, con el precioso artefacto en mis manos.

—¿Qué pasó? —Parece sobresaltado, entonces ve el cofre en mi mano— ¿Eso es...?

— ¡¡¡Si!!!

— ¿Qué lleva?

Sacudo la cabeza en respuesta. Entonces me lo saca y lo abre. Adentro hay un líquido espeso, amarronado y humeante; lo huele, extrañado. Luego sonríe.

— ¡Es sopa! Huele igual que...

Apenas tardo unos segundos en recordar el olor. Lo hizo. 

—Igual que la que hacen en el mercado en casa.

— ¡Es verdad! Es la del distrito 10—Cort me mira, sorprendido— ¿Qué pasa Ara? Es genial.

—Maurice dijo que la enviaría. —Miro hacia afuera de la cueva, esperando que si alguna cámara me capta, él me vea. Ojalá yo también pudiera verlo—Gracias.

— ¿Él lo envió? —Su sonrisa se agranda.

—Estoy segura.

—Bueno, entonces... ¡Muchísimas gracias, Maurice!

Al ver que no reacciono, sigue hablando.

—En fin. ¿Iremos a la Cornucopia, no? —Dice mientras saca el brazo al exterior y lo sacude innecesariamente.

—No creo. La tormenta sigue y necesitamos buena visión.

—Nos estamos congelando aquí.

—Ya sé, ya sé. Sólo déjame pensar en algo. —Pero no hay nada en qué pensar, él tiene razón; Moriremos igual si seguimos sin protección.

—Comamos esto antes de que se enfríe.


Esa noche le toca a Cort hacer guardia primero. Así que luego de cenar y guardar el paracaídas (por si luego nos es de utilidad) me recuesto sobre el piso más seco que encuentro dispuesta a dormir de una vez, aunque el interior de la cueva está inevitablemente mojado. Los trajes que llevamos son semipermeables y al menos el mío está húmedo, pero al no tener cambio de ropa debo quedarme así. 

Sobrellevar este clima es el doble de difícil en esta situación. Era de esperarse que Cort enfermara, y soy la siguiente. De encontrarnos los dos mal no habría forma de defendernos si un enemigo apareciese.

Entonces lo decido, aunque la idea me aterra. 

—Iremos por la mañana. Cese o no la nevada. 

Eso lo toma por sorpresa. Sonríe para sí mismo, yo me doy vuelta y me quedo dormida en minutos.


El Primer Vasallaje || Los Juegos del HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora