Capítulo 6

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Mente en blanco. Respuestas directas. Sé agradable.

¿Qué es lo peor que puede pasar? De cualquier forma morirás pronto.

No parece la mejor manera de motivarme, pero resulta bastante efectiva. Es sólo que necesito recordarme que no tengo nada por perder para sacar algo de coraje.

—Ahora, luego de ver la tabla, debo decirles que esperaba mucho esta entrevista... Todos tenemos curiosidad, ¿No es así?

Qué idiota. El público grita eufórico en respuesta.

Recibamos con un fuerte aplauso a la representante femenina del distrito 10: Arabelle Spottiswood.

Al salir, las luces me ciegan por un momento, para luego dejar ver filas y filas de colorida gente expectante. Olvido todo. No sólo lo poco que practiqué con Dorian y Abelard, no. Por así decirlo mi mente queda en blanco.

Me siento junto a Lucky y lo saludo. Otros años tenía a un loro, no lo veo, me hubiera gustado que esté el loro. Supongo que se me notan los nervios porque hace un comentario sobre eso y el público se ríe. 

—Es realmente un placer. ¿Cómo has estado desde que llegaste?

Siento una absoluta sequedad en la garganta y todo lo contrario en mis manos, que sudan y tiemblan absurdamente, pero intento que no se note, cerrándolas con fuerza.

—Bien, creo.

—"Creo"... No estás muy convencida?

Debería estar encantada de que me hayan votado para masacrarme? Ojalá tuviera el valor de decirle, en cambio:

—Supongo. 

Indiferente, bien, sí. Lucky reprime su odio hacia mí, por no seguirle el juego como debería, pero veo su expresión antes de que siga con su personaje, pobre imbécil. 

—Vamos, no lo digo por ser de aquí, pero es un gran lugar. Seguro encontraste algunas cosas novedosas. Dime, ¿qué es lo que más te gustó del Capitolio hasta ahora?

Oh, Esa es fácil—La comida es genial.

La gente ríe, sin razón, ¿qué no todos decimos eso? —Buena respuesta, ciertamente lo es. Ahora, lo que creo que todos nos hemos estado preguntando es el porqué de tu calificación. 

Muy sutil el cambio de tema...—Bueno... Creo que no se me permite decir exactamente lo que pasó, pero en este caso... —De repente dudo, tal vez esto hunda más mis posibilidades de conseguir patrocinadores.

— ¿Qué? Al menos danos una pista.

—Claro, es que... no hice nada.

— ¿Nada? ¿Literalmente? —Un "ohh" algo sobreactuado se extiende por el público.

Asiento en respuesta, mirando al suelo con cara de "qué se le va a hacer". La gente exclama exageradamente y Flickerman medita sus próximas palabras, tardando más de lo que acostumbra en volver a hablar.

—Y, si puedo preguntar, claro. ¿Por qué?

—No quería decir nada, pero estaba ocultando mis habilidades para la arena. —Ruedo los ojos y dejo que se note el sarcasmo en mi voz, pero por lo que vi antes, dudo que los del Capitolio lo capten. Por suerte, Lucky lo hace.

—Muy bien, muy bien. Pero es momento de ponernos serios. Ara, este año los Juegos son especiales y no de la manera más feliz ¿Cómo te sentiste al ver que la mayoría de tu distrito te había votado?

—La respuesta es bastante obvia, ¿no?

Suspiro. Estas preguntas me facilitan mucho la tarea de ser poco agradable. Lucky carraspea, incómodo. 

—Aunque, en realidad, sabía que sería yo. 

—¿Cómo es eso?

Sacudo la cabeza —Larga historia. Digamos que cometí un gran error poco antes de que anunciaran la votación. 

—Eso es terrible... Pero más terrible aún es que se nos haya acabado el tiempo. Fue un placer, te deseo la mejor de las suertes, Ara. Espero ver cómo nos sorprendes en la arena.

—Que así sea.

El público aplaude conforme. Al momento en que piso fuera del escenario, un enorme peso que antes no había notado me libera. No fue tan desastroso después de todo. Ahora le toca a Cort.

—A continuación uno de los tributos más jóvenes de este año...

Me acerco a una pantalla para ver la entrevista de Cort. Le va muy bien, al parecer Lucky Flickerman y el público quedan enamorados del jovencito encantador con buena nota. Y cuando Lucky intenta forzar la enfermedad de Cort en la conversación, él da vuelta el asunto inteligentemente para conseguir dar pena sin dejar de verse fuerte y estable. Estará entre los favoritos de los patrocinadores. Ojalá sea así.

Ni bien terminan las entrevistas nos dejan volver a nuestros pisos. Lo primero que hago al llegar es lanzar mis zapatos lejos. Había olvidado lo horrible que era usarlos. 

Durante la cena, Abelard nos felicita por haber seguido sus consejos y Dorian se muestra conforme, lo que es bastante, viniendo de él. Me ducho para sacarme todo el maquillaje y antes de salir noto que los moretones cambiaron de color y perdieron intensidad, por fortuna. El brazo sigue igual de mal, pero Simbia ya me había dicho que no se podía hacer nada, que la única forma de curarlo era enyesarlo y reposar, y un yeso no se vería bien. No le discutí en el momento para evitar conflictos, pero ahora de hecho me parece lo correcto; si los otros tributos se enteraran de semejante debilidad podrían aprovecharse en medio de un combate. 

Cuando todos se van a dormir, me desvío y salgo de nuestra suite, esperando no sé qué. Distenderme, imagino. La cosa es que doy vueltas por todo el edificio, esquivando a los agentes de la paz y a los avox; no que los segundos pudieran delatarme, pero no son la visión que más necesito ahora mismo.

En mis idas y vueltas llego al último piso de la Torre de Entrenamiento, sobre el penthouse de los del doce. Es un lugar tranquilo con algunas plantas y una gran vista del Capitolio a través de un ventanal. Claro que no hay mucho que ver, más que los grandes edificios y el asqueroso montón de gente que se agolpa a los pies del edificio incluso a estas horas. Es increíble la cantidad de fanáticos enfermos que pasan la noche ahí abajo, esperando por ver morir a un puñado de jóvenes como el mejor entretenimiento. De seguro en el Capitolio también se la pasan mirando el calendario, contando mes a mes cuánto falta para la cosecha, para los Juegos... Claro que ellos los ansían; en los distritos sólo es esa pesadilla persistente de la que no despiertas. Te dicen que termina cuando cumples dieciocho, pero luego vuelve si tienes hijos, además uno no olvida el miedo tan fácilmente. Cruzar los dedos durante el sorteo que nadie quiere ganar, ver irse por la fuerza a personas que conocías y que tal vez hasta te importaban. Es una mierda. Y ahora encima quieren decorarlo cada veinticinco años.

Después de un rato mirando a la nada caigo en cuenta de que mi caminata nocturna no hizo más que turbar más mi cabeza, así que me rindo y vuelvo al piso diez, en total silencio, aunque sintiendo la humedad bajar por mis mejillas sin que pueda detenerla.

Me acuesto, pero no consigo pegar un ojo en toda la noche. 

Mañana serán los juegos.

Entre todos los festejos y preparativos se me había olvidado casi por completo. Un relajo momentáneo, pero sabía lo que tocaba. Todos lo hacíamos.

Por la mañana Dorian toca mi puerta, lo hace suavemente, como si supiera que ya estaba 
despierta. Después de todo lleva seis años lidiando con nuevos tributos. 

Me pasé toda la noche acostada boca arriba, observando el anillo de Maurice. Bueno, de mi padre. Apenas lo recuerdo ahora, pero añoro un poco mi hogar al pensar en él y en mamá. 

Dorian finalmente entreabre la puerta—Es hora.



El Primer Vasallaje || Los Juegos del HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora