Capítulo 14

413 64 6
                                    

Tirada en la nieve, a mitad de la noche, entre escalofríos, en uno de esos extraños momentos en los que no llueven pequeños copos helados, mi piel se funde con el entorno. No recordaba ser tan pálida, aunque la diferencia sigue siendo notoria. No hay un blanco tan puro como el de la nieve, hasta que se tiñe de ese rojo que nadie debería llegar a conocer.

Eso es lo que hace el Capitolio: Destruir lo bueno, acabar con la piedad, el perdón y todos los demás valores que nos caracterizan, sin dejar un rastro de lo humano. Pero eso no importa, mientras unos tengan miedo y otros entretenimiento. Da asco.

Mi estómago ruge y mi frente palpita. De hecho siento cada músculo, vena y nervio latiendo simultáneamente. Es un sonido hueco, lento e inconstante, pero que siempre vuelve.

Hace un par de horas proyectaron a los caídos. Por un estúpido impulso, quise verlos, sabiendo perfectamente quiénes aparecerían. Que maté a alguien y ya no me me importa, que él sería uno de los dos rostros en lo alto. Quería verlo de nuevo, con luz en la mirada, y la foto, que apareció por escasos segundos, no sirvió más que para provocar en mí un llanto silencioso, sólo basado en lágrimas y jadeos, que hasta este momento no se ha detenido. Aunque las gotas se congelen al apenas haber caído por mis pómulos. 

No sé cuándo me duermo, ni cuánto, o cuándo vuelvo a estar despierta, retomo la conciencia en mi marcha, y no me detengo. Paso el siguiente día entero caminando. Para aclimatarme, para dejar de pensar o más bien sólo por el simple deseo de caminar. Al pasar por la Cornucopia recupero mi cuchillo, aún sucio con sangre, y no tengo intenciones de usarlo, pero lo tuve todos estos días. También consigo una campera, es mejor que las que llevamos al entrar pero peor que la que me había conseguido. Es de talla grande, agujereo las mangas para pasar los pulgares, no sé si logré algo al hacerlo. A media noche consigo dar la vuelta entera a la arena, sin cruzarme con ninguno de los otros dos tributos. 

El diseño del lugar es bastante tonto, se nota que los vigilantes no se gastaron demasiado en el realismo de los límites. Por un lado hay un gran lago sin final, por otro una montaña imposible de escalar, luego un risco. Al pasar por ahí concibo la idea de lanzarme, incluso me siento en el borde por un rato, mirando las estrellas de arriba y, hacia abajo, un suelo muy lejano que parece estar llamándome. Pero no puedo hacerlo, no deseo una muerte tan inútil. Aún ahora que ya no tengo propósito. Aunque me arriesgue a sufrir más, lo mejor es pelear hasta el final. Y ver a Gobnet morir, o por lo menos saber que no ganará. Es todo lo que necesito para irme.

Me despierto por el resplandor de mi anillo dándome en el ojo. Otra vez, ni me enteré de que me había quedado dormida, pero estoy bastante más lejos del borde. Ha vuelto a nevar, pero el sol brilla increíblemente. El conjunto da un escenario surrealista. Nunca creí en asuntos religiosos, pero esto es como me imaginé lo que llaman "ver la luz". Incluso, en un momento me creo muerta, pero compruebo lo contrario clavándome el cuchillo en la mano, de todas formas el brazo ya está roto. No duele ni un poco, no llego a sentir su contacto, así que aprieto más. Nada. La sangre sale de todas formas, así sé que sigo viva. Mi otra mano se siente torpe en sus movimientos y, cuando trato de pararme, cuesta el doble de lo normal, pero al final lo consigo.

Camino lenta y pesadamente, sin saber exactamente a dónde estoy yendo. Es como si mis pies se movieran solos, doblo aquí y allá, pero nunca llego a ninguna parte.

En algunos momentos del trayecto me parece ver a Cort, sentado junto a una roca, trepado a un árbol o junto a un pequeño río, pero sé que es imposible. Tal vez esté empezando a volverme loca o sea un truco de los vigilantes, igual que el año pasado.

Además tengo mucho sueño, aunque hace poco, no sé bien cuándo, estaba durmiendo. No paro de temblar; No es el constante estremecimiento al que me he acostumbrado estando aquí, sino unos movimientos espasmódicos que no puedo controlar.

Llegando a un claro en el bosque veo una figura caminando. Por un momento pienso que es sólo otro espejismo, pero luego aparece otra persona, que se acerca veloz a la primera. Están peleando. Me escondo detrás de unos arbustos por inercia, me río al ver que lo hice, pero ellos no me oyen. Es obvio que son Gobnet y Raquel, pero por alguna razón no puedo distinguir quién es quién, y estoy lo suficientemente cerca como para poder hacerlo. Estoy por acercarme más, cuando, con un fuerte mareo, caigo entre las ramas secas y pierdo la conciencia.


++++++++++++++++++++

Este es el híper corto antepenúltimo capítulo... eso no amerita un voto? ya sé que no, pero déjenme ser feliz :cc


El Primer Vasallaje || Los Juegos del HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora