Prólogo.

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Sus oídos parecen sangrar con estática, pero sabe que no hay nada más que silencio a su alrededor. Sus ojos pican por el polvo que se levanta a su alrededor y su respiración se agita con cada paso que da.

Su corazón está martilleando contra su pecho, sus latidos más allá de lo normal. «¿Acaso, siquiera sigo viva?», se cuestiona y sabe que sí, porque sus brazos arden donde sus heridas rezuman con sangre fresca.

El aroma que dejó atrás la batalla es un ancla que la mantiene atada a la realidad, los vestigios de las reacciones elementales continúan allí: la hierba devorada por el fuego, el suelo cubierto de agua y el aire lleno de la estática creada por la electricidad.

Traga una bocanada de aire sucia y jadea, sus pulmones arden.

Todo se siente irreal, como un sueño; sin embargo, es real y puede sentirlo a través de su corazón, él está cerca.

─¡Lumine, espera, por favor! ─Ha perdido la cuenta de las veces que Paimon le ha gritado para que se detenga, pero no puede hacerlo. Siente que, si lo hace, toda la ilusión se romperá y se desmoronara a su alrededor. ─¡No vayas tan rápido!

Puede sentir a Xingqiu y Chongyun detrás de ella, siguiéndola de cerca; mientras Diluc y Childe los cuidan por detrás.

Su núcleo palpita ligeramente y tira de ella, adentrandola cada vez más entre los escombros que dejó aquella batalla.

Lumine llevaba muchos años viviendo en ese mundo y; sin embargo, todo había ocurrido demasiado rápido. Muchos inocentes perdieron la vida mientras los portadores de visión, los fatuis y la Orden Celestial se veían envueltos en una guerra que amenazó con devorarlo todo a su paso y, antes de que alguien se diera cuenta, la Orden del abismo salió de las profundidades y el caos fue aún peor

Con dolor, Lumine vió a sus amigos caer en batalla, dar sus vidas por defender a su nación... a quienes amaban.

La sangre derramandose como las aguas en un día de lluvia, los gritos de agonía, los ojos sin vida y el llanto ante la pérdida. Sabe que las pesadillas de ese día la perseguirán hasta su muerte.

Sin embargo, entre toda esa vorágine de destrucciones, pudo sentirlo. Fue débil al principio, como una cuerda que se desgasta con el correr de los años y que amenaza con romperse y luego, comenzó a tirar. Era el lazo invisible que la mantenía atada a su única familia, aquel que ha estado buscando incansablemente durante años, aquel que un día la vio con ojos apagados y la obligó a permanecer en ese lugar, la obligó a vagar por esas tierras desconocidas en busca de una verdad que no le importaba, porque en ese momento lo único que deseaba desesperadamente era encontrarlo e irse de allí, seguir con su aventura y algún día regresar a donde pertenecen de verdad.

Tuvieron que separarse una vez más, tuvieron que hacerse daño por los ideales de otros, olvidando las promesas que alguna vez hicieron entre ellos.

Tuvieron que vivir una vida impuesta por otros.

La opresión en su pecho es agonía pura, su respiración es agitada y sus piernas tiemblan, entorpeciendo sus pasos. Trepa por los escombros y toma un respiro que la quema por dentro y la marea, haciéndola tambalear hacia un lado.

Chongyun la sostiene justo a tiempo y Xingqiu se para a un lado para observar la solitaria figura que permanece estática entre todo el polvo a su alrededor. La cabellera rubia danza con el viento, las ruinas desmoronandose a su alrededor.

Está allí, indiferente, con una espada dorada colgando floja en su agarre y la pierna cubierta de sangre.

Y aun así, su hermano se ve como un ser etéreo.

Asuntos pendientes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora