Lo que Rex Lapis había estado planeando tan silenciosamente, luego de todos los sucesos ocurridos en las últimas semanas: el ataque montado por su maestro, irrumpido por el Dios del Vortex y el Dios sin nombre ─cobrando algunas vidas en el proceso─, fue aumentar la seguridad en las fronteras y los puntos más importantes de Liyue. Los Adeptus dejaron el Desfiladero Jueyun unas semanas más tarde y se dispersaron por la nación, mezclándose entre los humanos o permaneciendo ocultos para observar desde las sombras. Rex Lapis no abandonó Guili ni una sola vez, se asentó en el lugar y controló la situación desde allí.
El puerto estaba fuertemente custodiado por dos Qilin y un grupo armado de mortales. Las transacciones con Inazuma y otras regiones cercanas se detuvieron por tiempo indefinido y cualquier intento hecho por alguna otra deidad, para tomar control de la nación o simplemente causar desastres, fue cortado rápidamente.
Alatus vio como el Dios del Vortex agitó las aguas e hizo subir su nivel para inundar las costas, pero todo fue en vano, uno de los guardianes más cercanos a Morax logró contenerlo. El muro que levantó Rex Lapis, con la ayuda de sus fieles adeptus, fue casi impenetrable... casi. Sin embargo, siempre debe existir un hueco, un punto ciego al que no puedes llegar.
Ninguna fortaleza es tan fuerte y, en ocasiones, tus enemigos son aquellos que están cerca de ti y fingen ser tus aliados.
Todo ocurrió repentinamente durante una fría mañana de invierno. Alatus observó el cuerpo dormido de Sora, agotado por lo que sea que hizo durante el día anterior ─cuando él ha estado vigilando las cercanías de Guili─, y suspiró temblorosamente antes de abandonar la cabaña. No han vuelto a hablar de los acontecimientos de aquel día, demasiado avergonzados una vez que la claridad regresó a ellos y cada quien mantuvo una distancia prudente para ordenar sus pensamientos. Se tocaban, sí: manos estirándose para sentir la calidez del otro. Sentarse frente al fuego presionando sus rodillas, con Alatus escuchando atentamente el libro que Sora escogió leer ese día.
En ocasiones solo se observaban en silencio, el ámbar fundiéndose en el dorado, buscando transmitir palabras que no pueden ser dichas en voz alta o promesas que quizá nunca se podrán cumplir.
Orbitan en el espacio del otro, dando vueltas entre sí, atrayéndose y obligándose a permanecer cerca. A veces hablan de su día ─Sora habla de su día─ o se cuentan historias sobre las cosas que han visto durante su larga vida. Alatus aprendió sobre los diversos mundos que Sora visitó antes de llegar a Teyvat y él le confió sobre los vagos recuerdos que tenía antes de caer en manos de su maestro. Cuando Alatus ya no tenía nada más que contar, Sora hablaba por los dos, llenando el silencio con más historias de su pasado.
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Asuntos pendientes.
FanficCuenta la leyenda que hace cientos de años dos corazones se encontraron y aprendieron el verdadero significado del amor. Sin embargo, una fuerza oscura se opuso a ellos y los obligó a separarse de una forma trágica. Ambos quedaron destrozados, pero...