Ha visto a su maestro molesto un incontable número de veces, pero nunca como ahora. Así que, se obliga a mantener la cabeza gacha, su corazón late desenfrenadamente contra su pecho ante la anticipación, temiendo que arremeta toda su furia contra él. La herida palpita agresivamente en su costado y debe morderse la lengua ─hasta que el sabor cobrizo de la sangre llena su boca y amenaza con desbordarse por las comisuras─ para evitar demostrar cualquier indicio de dolor. Inclina la cabeza un poco más, su frente rozando el suelo, cuando los pasos de su maestro se acercan a él, lentos y pesados, retumbando con el eco del silencioso lugar.
Se detiene, su presencia es imponente, y debe recordarse a sí mismo que la deidad ante él no es cualquiera, es su maestro, aquel que impone para que Alatus cumpla y; sin embargo, lo único que ha estado haciendo en las últimas semanas no ha sido más que fallarle una y otra vez.
¿Qué más se merece que no sea un castigo?
Nada.
─Mi querido Alatus... ─empieza, pero no dice más. Lo sigue un largo suspiro lleno de lo que podría describirse como decepción, que termina pareciendo más el gruñido que lanzaría algún animal a punto de saltarle en la yugular a su presa. La tensión es pesada y se yergue sobre sus hombros, haciendo que se encoja sobre sí mismo un poco más. Fue bastante ingenuo de su parte pensar que, con el correr de los días, la ira de su maestro se calmaría lo suficiente, pero se equivocó, siempre se equivoca. Puede sentir la sed de sangre, el aura maligna cargada con intensiones de matar, presionándolo cada vez más y más abajo.
Su maestro jamás lo mataría ─se recuerda─, porque lo necesita; sin embargo, eso no garantiza que no le haga daño.
Siente el doloroso tirón en su cabello, algo que se ha vuelto demasiado familiar últimamente, y levanta la cabeza. Su cuello se tuerce dolorosamente e incluso cree escuchar el crujido de algún hueso, cuando su maestro lo endereza para que ambos queden cara a cara. Es recibido con la oscuridad de unas cuencas vacías y aún así siente que su maestro puede ver su alma y leer sus pensamientos.
Ver los sucios secretos que está guardando.
─Mi querido Alatus ─repite. Su otra mano, aquella que había sido arrancada y que ahora ha vuelto a crecer, traza un camino desde su frente, donde su marca de nacimiento se oculta debajo de su cabello, pasando por su sien, sus pómulos y la línea de su mandíbula. Se inclina un poco y susurra: ─¿Sabes que debo castigarte, cierto? ─No dice nada, tampoco se mueve, simplemente se queda ahí, completamente quieto, manteniendo una mirada firme.
ESTÁS LEYENDO
Asuntos pendientes.
FanfictionCuenta la leyenda que hace cientos de años dos corazones se encontraron y aprendieron el verdadero significado del amor. Sin embargo, una fuerza oscura se opuso a ellos y los obligó a separarse de una forma trágica. Ambos quedaron destrozados, pero...