Capítulo 12

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Diría que la semana se pasó con lentitud, pero no, los días pasaron súper rápido, y ahora estoy saliendo del trabajo con muchos nervios de llegar a casa. 

-Mucha suerte Ann, estoy seguro de que te va a ir bien. -Miro a Pablo y niego. 

-Sabes que no va a ser así, pero gracias. 

-Relájate, Marcelo no va a hacer nada para arruinar la cena y no va a hacerte sentir mal y menos frente a su madre. 

-Tenés razón, no va a hacer nada malo. Es un alivio para mi saber eso. -En cierta forma sí lo es, calma un tercio de mis nervios y no destruyan mi pobre estómago. 

-Nos vemos mañana Ann. -Me abraza y se va. 

-Nos vemos, y prepara tus nalgas flácidas para esta noche. -Me rió y me voy hacia mi auto, que tiene una nota en el parabrisas. La saco y entro al auto, no tengo tiempo para leerla, llegar a casa es lo importante, porque tengo dos horas para bañarme y cambiarme, dudo que llegue a tiempo. 

Las calles están repletas, se nota que es viernes y todo el mundo sale de su trabajo y van a un bar a quejarse de sus jefes, y de lo insoportables que son, ni hablar de sus compañeros que seguro odian porque tiene un poco más de suerte que ellos mismos, fingir un par de sonrisas en el trabajo y ser amables, algo tan común en todos los trabajos. 

El universo quiere que llegue tarde a esa cena, un embotellamiento demasiado grande hay ahora, si me bajo del auto y corro, posiblemente llegue más rápido a casa, pero no puedo dejar el auto en cualquier lado, no quiero que me lo roben, me costo demasiado comprarlo, casi vendo mis órganos por él. Con lentitud llegó a casa, aunque ahora solo me queda una hora para bañarme, cambiarme, maquillarme y peinarme, diablos no llegó. 

-Hércules, no me saltes. Mierda, -cierro la puerta con fuerza y Eva me ve. -Llego tarde, maldición. -Entró corriendo al baño mientras me desvisto. 

-Cuando salgas, espero que toda esta ropa la juntas. No quiero verla tirada en el piso. 

-Esta bien, -entro a la ducha y el agua sale fría. -¡Mierda está fría! -escucho como se ríe de mi desgracia y me baño lo más rápido posible. 

Salgo corriendo y me voy al vestidor, y agarro un vestido negro pegado al cuerpo, unos zapatos a juego y me peino con rapidez. 

-Ann estas despeinandome en vez de peinarte, -miro a Eva. -Voy a ayudarte, quedan diez minutos. -Agarra el peine y empieza por mis puntas. -Vas a quedarte calva. 

Luego de unos minutos tengo mi pelo recogido en una cola de caballo. Decido no pintarme, solo los labios de color rosado, y justo tocan el timbre. 

-Mucha suerte Ann, y no dejes que lo que te diga ese estúpido te afecte. -Me da un beso y voy hacia la puerta. 

-Gracias, -abro la puerta y Marcelo está mirándome con odio. -Hola. -Digo nerviosa y él sólo se da vuelta. 

-Hola, vamos que a mi madre no le gusta la impuntualidad. -Asiento sin que pueda verme, entramos al auto y mis nervios destrozan por completo mi estómago, y el silencio empieza a torturar mi mente con los recuerdos de nosotros. 

-¿Puedo prender la radio? 

-No, -arranca el auto y yo miro hacia el otro lado. 

Este es el camino más largo e incomodo de mi vida. No quiero estar aquí, quiero huir, me incomoda estar cerca de él y no poder hablar como antes, reírme de sus chistes sin gracia, de hablar cosas poco interesantes, no preguntarle cómo estuvo su día o si escribió un nuevo libro, o un nuevo drama con los hoteles, no puedo preguntarle nada porque su respuesta va a ser siempre la misma, me va a decir que no o me va a ignorar como ahora. Lo peor de esto es que aún estoy acostumbrada a hablar con él, a estar con él e incluso en silencio. 

Me duele todo esto, me duele no tener el valor de decirle las cosas, soy tan cobarde. 

-Es hora de patear tu inseguridad Ann. 

Eva, ella tiene razón. Suspiro y lo miro. 

-Fue un accidente. Quise... 

-No quiero hablar de esto ahora Amanda, quiero estar en silencio. 

-Pero si quiero hablarlo, y quiero que me escuche lo que tengo para decirte. 

-Amanda no me interesa, sólo cállate. 

-No, no voy a hacerlo. Ya me calle varias veces, y esta es mi oportunidad para que me escuches y entiendas todo lo que pasó ese día. 

-Tendrás que hacerlo, porque ya llegamos a casa. 

-¿Qué? -miro hacia la ventanilla y es cierto, estamos en su casa. -Mierda, -murmuro y vuelvo a mirarlo. -Escúchame por favor. 

-Baja Amanda, mi madre quiere conocerte. -El se baja y yo lo sigo en silencio. 

-¿Cómo se llama? 

-Se llama María. -Abre la puerta y me hace pasar primero. 

Al menos, esta noche se comporta como un caballero. 

-Hola tu debes ser Amanda Márquez. -Me mira sonriente una señora baja, su pelo es el mismo color que Marcelo, tiene una sonrisa amable y parece una persona cálida. 

-Así es, hola señora Quertz. ¿Cómo está? 

-Muy bien querida, al fin puedo conocerte. Me han hablado de ti. 

-Me alegro. -Le sonrió. 

-Mamá ¿ya llego? -miro a Alma y ella me sonríe. -Hola Amanda ¿cómo estas? 

-Alma, estoy bien. Que sorpresa verte aquí, no creí que...

-Soy adoptada, -le da un beso a María. 

-Wow. -Digo sorprendida. 

-Esteban está aquí también, está en el baño. -Me sonríe y veo a Esteban. 

-Hola Esteban, -le sonrió y él parece sorprendido por verme aquí. 

-Hola Ann, -me saluda. 

-¿Se conocen? -miro a la señora Quertz y asiento. 

-Somos amigos desde la adolescencia. -Le respondo. 

-Que bueno, me alegra saber que su amistad haya durado tanto tiempo. Yo también tengo un amistad de la adolescencia, ella se llama Liliana, es una mujer muy activa y alegre, si la conocieras estoy segura de que te caería bien. 

-Eso es muy bueno, es lindo tener amistades que duren por mucho tiempo. -Le sonrió. 

-La verdad que sí, que descuido de mi parte, vayamos al living ¿quieres algo para tomar? 

-Agua estaría bien, -todos pasamos al living y me siento al lado de la señora Quertz. 

-Bien, ahora le diré a Sofía que traiga agua. -Veo que la llama y le pide agua para todos. 

-Puedo llamarte Ann ¿verdad? Es que Amanda es muy formal. -Miro a Alma y asiento. 

-Si, puedes llamarme Ann. La mayoría de las personas me llaman así. 

-Amanda cuéntame sobre ti. Además de trabajar como editora, y déjame felicitarte por ello, haz hecho un buen trabajo con la edición del libro de mi hijo. 

-Muchas gracias, aunque sólo hice mi trabajo como editora. -Digo con total sinceridad, no hice la gran cosa sólo corregir algunos errores y ya, no cambie nada porque el libro estaba casi perfecto. 

-No seas modesta, eres muy buena en lo que haces. -Me sonríe y yo hago lo mismo. 

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