Capítulo 1

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-¡Ann, levántate! -El hermoso grito de Eva me despierta, miro el despertador y faltan quince minutos para que suene. 

Maldita sea, quiero dormir un poco más -lloriqueo internamente-, me tapo hasta la cabeza e intento seguir durmiendo pero me sacan las sábanas. 

-¡Ann! 

-Déjame dormir, necesito dormir. 

-No, -bostezo mientras miro hacia la ventana. -Tenemos que ir a correr. 

Desde hace dos meses que empezamos a salir a correr todas las mañanas, ella se levanta antes que yo y siempre me despierta antes de las seis. Empezamos a hacer ejercicios una semana después de la muerte Dylan, -aún me duele de tan sólo recordarlo, era un niño precioso- También empezamos a ir al gimnasio, tres veces a la semana durante la tarde. A decir verdad los ejercicios están dando resultados, en especial para ella, fuimos al nutricionista y ahí nos dieron una dieta, que seguimos a rajatabla, bueno ella la sigue, yo no, yo sigo comiendo comida chatarra, pero lo hago cuando ella no está, ósea cuando hace pasantías en el hospital como enfermera. Su carrera es algo difícil, por los cambios de horarios y algunas materias, no entiendo cómo hace para ver a las personas que tienen un accidente, yo no podría, lloraría todo el tiempo y esa persona accidentada moriría seguro. Pero ella es buena en lo que hace, y le gusta mucho. 

Me levanté con muy pocas ganas, y caminó hasta el vestidor. Donde está colgado el saco de Marcelo, no tuve la oportunidad de devolverlo. Pablo me dijo que se fue del país, no pudo aguantar una semana desde que murió su hijo, llore ese día por la culpa que sentí y siento por haber matado a su único hijo, también por haber matado al mío, el cargo de conciencia es muy grande para mi, a veces me duermo llorando por el dolor que siento, me ahoga el recuerdo y mi pensamiento del si todo hubiese sido diferente. 

-¡Vamos Ann! 

Salgo de mis pensamientos y me cambio el pijama por ropa deportiva de color negra, salgo de la habitación y me voy al baño. 

Donde el espejo me muestra mi cara pálida y ojerosa, miro mi pelo (ahora recto y de color rubio) enredado, hago una mueca y lo ato. 

-¡Ann una tortuga es más rápida que tu! -Los gritos de Eva no cesan, y me está doliendo la cabeza. 

Lavo mi cara con rapidez al igual que mis dientes y salgo. 

-Eres una mujer jodida, deja dormir a los demás. Carajo. -Ella me sonríe con inocencia y yo quiero matarla. 

-No es para tanto. Toma. -Me tiende una manzana verde. 

-Gracias. -Digo con sarcasmo y me voy hacia la salida. 

-Te estás olvidando de sacar a alguien. -Llega a mi lado y yo miro hacia el living, donde está Hércules. 

-¿Me recuerdas por qué lo adopté? -voy en busca de su plato de comida y de agua, ella me abre la puerta y salgo con Hércules a mi lado. 

-Porque te dio pena, y lo necesitabas. Además es muy lindo y guardián. 

Así es, a pesar de ser pequeño es muy guardián, siempre está ladrando a cualquier cosa que se mueva lo ladra, a veces me cansa y no me deja dormir. 

-Se parece a ti, no me deja dormir. -Salgo a la calle y empiezo con el estiramiento. 

-Eres exagerada. -Se ríe y yo hago una mueca. -Recuerda que hoy tienes que llevarlo al veterinario. 

-¿No puedes llevarlo tú? Lautaro va a matarme si lo ve. 

-No, sabes que no se permiten animales en el hospital. 

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