Capítulo 2

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Para mi suerte Lautaro no estaba en la entrada, pero más de uno me vio con desaprobación por mi perro, pero los ignore. Sólo serían dos horas y no iba a salir de mi oficina, tampoco iba a romper nada, tampoco a ladrar -eso espero-. Al llegar a mi oficina Amelia -mi nueva secretaria- me sonríe y se acerca a tocar a Hércules. 

-Buenos días señorita Márquez, déjeme decirle que tiene un perro muy bonito. 

-Gracias y te dije que puedes llamarme Amanda o Ann, -entro a mi oficina dejo el perro en el suelo. -¿Hay algo para hoy? ¿Alguna reunión?

-Llegó un mail de un escritor, no decía su nombre pero aclaraba que usted tenía que leerlo con urgencia. Creo que era un escritor, no estoy segura. 

-Ahora lo veré, ¿algo más? 

-No, sólo eso. 

-Bien. Gracias Amelia. 

-De nada se... Ann -le sonrío y se va. 

-¿Qué tanta urgencia tendrá ese escritor para hablar conmigo? -Miro a Hércules y él ya tiró el tacho de basura. -Hércules, quieto. 

Me siento y prendo la computadora, mientras mi perro se acerca y me salta. 

-¿Es enserio pulgoso? -me lambia la cara y le sonrío. -Eres un cochino. -Me rió y le doy un beso en la frente. 

Desde que lo adopte me siento mejor que antes, y con decir antes me refiero a todas las cosas que me pasaron un par de meses atrás, diría que gracias a él y a Eva salí de mi depresión, al menos un poco. Aunque siempre esté rompiendo cosas y ladrando a todas horas, lo quiero mucho, no sé qué habría sido de mí si no lo hubiese encontrado, ahora afirmo con total seguridad que los perros son la mejor compañía para el hombre o la mujer. Más de una vez me lamió la cara, me salto, me mordía la mano jugando, cuando me sentía mal, parecía que sentía lo que yo en esos momentos, me ponía a jugar con él y me olvidaba de lo que sentía por unas horas. 

Veo el mail que me dijo Amelia, y lo abro. 

Pronto pagarás por lo que me haz hecho, juro que me voy a vengar y sufrirás como nunca nadie en esta vida. 

Esas palabras me dan un escalofrío y un gusto amargo se forma en mi garganta. Pero nada va a pasarme, sólo son palabras sin sentido, pienso y empiezo a hacer mi trabajo. 

Llevo más de una hora intentando corregir un libro, Hércules no deja de moverse de aquí para allá sin dejar de tirar cosas que se encuentran en su camino, en especial las sillas que están en frente de mi escritorio, por más que lo rete no se queda quieto. Sólo son unas horas más, sólo son unas horas más, me aliento mientras masajeo mis sienes por enésima vez. 

-¿Ann a qué hora tienes que llevar el perro al veterinario? -me sobresalto al escuchar a Pablo hablar. 

-Mierda Pablo, ¿no podes tocar la puerta antes de entrar? 

-Lo siento, -me mira nervioso. 

-¿Qué ocurre? 

-Oh nada, no ocurre nada. -La voz le tiembla. 

-Típicas palabras tuyas cuando mientes, -lo miro y él aprieta sus manos. 

-No estoy mintiendo, sólo quiero saber. Necesito salir de aquí por una urgencia, y tú perro es la excusa perfecta. 

-¿Qué pasó? -El muerde su labio inferior y se sienta. 

-Lautaro... Él me... Uf -suspira y sus nervios ya son muy visibles. -Me... Preguntó si quería ser... Su... Novio... -Dice muy lento y yo me rió. -¡No te rías Ann, es en serio! 

Segunda Oportunidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora