Un día normal.

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La noche había dado paso a una nueva forma de ver el mundo de uno como de otro, el amor carnal había sido finalmente descubierto por el Lunari, una sensación como ninguna. Sett había demostrado que a pesar de la forma en que se veía, siempre tan rudo e imponente para la intimidad podía ser dulce, caballeroso e  incluso una persona tierna, Aphelios llegó a temer pensando que brindaría rudeza en el acto, pero lo había tratado como quien toca a la más fina e inocente flor. Quizá había actuado de esa manera ya que Phel lo había notificado de ser su primer encuentro de esta índole... sea cual fuera el motivo o si generalmente el dragón fuera de esta manera Phel había quedado  satisfecho y maravillado por su unión aquella noche.

Ambos pasaron la noche en aquel lugar, a nadie le extrañó que ninguno apareciera durante la noche por lo que no fueron molestados en ningún momento, solo que para un mejor confort Sett había usado su forma mágica, así atajaba del frío a su amante y también lo protegía en caso de ser necesario, permitió que usara su cuerpo como cama y con una de sus alas lo cubrió del viento. A la mañana siguiente la líder de la tribu se dirigió a donde la dragona, quien también había permanecido en su forma bestial para no causar movimientos en los campamentos ya armados y contabilizados para los humanos, La albina tocó suavemente la trompa de la dragona para brindar una caricia y de esa forma buscar despertarla.

—Necesito algo de su ayuda.— Había murmurado Diana mientras la dragón levantaba la vista, al no ver a Sett cerca emitió un rugido medianamente alto, no tanto para exhaltar a los que dormían, era más bien el sonido de una madre llamando a su cachorro, claro que aunque Sett era prácticamente un adulto entendía cada tipo de gruñido, rugido o bufido de su madre, Él despertó ante esto y tomando con cuidado a Phel entre sus fauces  comenzó a caminar en rumbo a donde el llamado.

—E...espera ¿ a donde vamos?— Aphelios se había despertado ante todo ese movimiento, agradecía internamente que tras reveladores actos se había podido vestir como normalmente lo estaba, pudo ver algunos arbustos conocidos y a unos metros la extensión de agua en donde habían montado las pequeñas casas.—¿Vamos a donde los demás?— Sin embargo no recibió respuesta, una vez llegaron Sett dejó en el suelo a Phel para acudir al llamado, finalmente eran guiados por la matriarca en dirección al lago congelado.

—Encontramos a la manada de Colinubes, pensamos primero que nada ayudarlos a darle un baño y de paso a nosotros... anoche recorrí durante un tiempo los alrededores y solo parece haber este cuerpo de agua aquí pero como podemos verlo, está congelado... quizá si tenemos su ayuda podamos ponerlo a una temperatura ideal.

Ambos reptiles se miraron fijamente, después al lago, parecía incluso que se comunicaban con la mente, finalmente la madre asintió, en seguida el dragón de Obsidiana negra alzó el vuelo, y tomando un poco de aire liberó su aliento de fuego, a penas el calor llegó a la zona de hielo este se quebró y pronto se vio completamente derretida, sin detener la caída de fuego la dragona usó su habilidad también para remover las aguas desde lo más profundo de la extensión de agua para que el calor no fuera a quedarse estancado en un solo lugar, si no, que el agua ahora volviéndose tibia fuera de una forma total y no parcial.

Ella hizo un extraño sonido similar a un gruñido, cosa suficiente para que el dragón de fuego dejara de crearlo, volvió a la tierra y se posó junto a su madre quien apaciguó el movimiento del liquido, ambos miraron a la matriarca quien  se acercó a tocar suavemente el agua, sin duda estaba calientita... incluso se veía como si de ellas aún saliera algo de vapor, parecían aguas termales.

El espectáculo había despertado a algunas personas curiosas que admiraban el espectáculo, pues con los recién salidos rayos del  sol y las ligeras gotas removidas al rededor ante el movimiento del agua  se había creado unos pequeños destellos que parecían arcoíris.

El dragón de ObsidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora