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Sett se levantó cuando vió que aquel sujeto estaba muy cerca de Aphelios así que con un breve endurecimiento en su piel la lanza que había quedado incrustada en su pecho se pulverizó.
Tomó un poco de aire y sin miedo a nada y confiando completamente de su puntería lanzó de su aliento de fuego a donde estaba aquel hombre quien al no esperarse absolutamente nada terminó corriendo horrorizado ya que el metálico traje comenzó a derretirse en su piel creando terribles heridas en todo el cuerpo del mata dragones.

Sin más huyó a como pudo para buscar alguna extensión de agua.
Aphelios retiró la flecha que lo había lastimado y observó como aquel hombre escapaba. Tomó un poco de aire y revisó su propia herida, por suerte, aunque estaba ligeramente profunda no había mucho que lamentar.

Al caer en cuenta de la situación se levantó para poder buscar a Sett con la mirada quien había recuperado la forma humana y se acercó para poder tomarlo por las mejillas.

—Aphelios ¿Estás bien? — El dragón se veía preocupado.
—¿Cómo puedo estar bien? Se llevaron a los niños y ni siquiera poder ver por dónde. —

Aphelios realmente estaba lastimado, aunque las heridas emocionales eran mucho más fuerte que toda herida física, algunas lágrimas lograron mojar sus mejillas así que Sett se acercó con delicadeza para poder limpiar aquella salada agua.

—Los vamos a encontrar, no tengas miedo de ello… además también se llevaron a mi mamá, han de pensar que son sus cachorros así que si quieren algo los deben de mantener juntos, ella los cuidará mientras tanto.

— Sett ayudó a Phel a ponerse de pie y juntos corrieron para ver como estaba Diana.
El Lunari se acercó a ella, estaba fría y realmente no se movía.

—¿Diana? — Murmuró el azabache con un hilo de voz mientras la movía de forma suave.

—¿Está muerta? — Murmuró Sett para finalmente ser él quien la tomara entre sus brazos en busca de darle calor
—No, bueno… su pulso es muy débil. — Aphelios se levantó y fue a las ruinas de lo que incluso horas antes era la cabaña de curaciones, buscó entre todo el desastre algunas pociones, hierbas y alguno que otro ungüento.

Al regresar Sett estaba abrazando a Diana y las escamas que podían verse en su forma humana resplandecían en un ligero color carmesí.

—¿Está bien? — Murmuró Aphelios mientras dejaba las cosas en el suelo.

—Sí… solo estoy dándole un poco de calor. — Sett soltó un poco a la matriarca quien había recuperado ya un poco de rubor en sus mejillas y estaba medianamente más tibia que antes.

—Le daré unas cosas que usa el señor Revé para curar heridas fuertes. — Phel le pidió con una seña al dragón que la levantara un poco para darle a beber, con cuidado le dio el brebaje y curó con un ungüento las heridas sangrantes de la mujer para evitar que siguieran sangrando y evitar también que en algún momento fueran a ensuciarse. —¿Estás bien? ¿Cómo está tu herida? — Añadió mientras se acercaba a su compañero para poder dar un vistazo.

—Estoy bien, solo fue un rasguño… por suerte mis escamas son fuertes. — Añadió él tratando de tranquilizarlo, de todas maneras, permitió que le colocara unas cuantas hojitas frescas para no dejarlo con el pendiente.
Sett recostó suavemente a la matriarca en el suelo y se acercó para ser ahora él quien curase al lunari quien ya había bebido también una de las potis que había agarrado con anterioridad.

—Solo son unos rasguños. — Murmuró, pero cerró los ojos al sentir que el dragón limpiaba sus heridas. —Tenemos que buscar a los niños y a tu madre… también debemos de poner a salvo al pueblo… no sé que hacer ahora, Alune tampoco está para ayudarnos…—

El dragón de ObsidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora