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Así que... esto es lo que sienten los humanos cuando están por morir, eh. Es sin duda un sentimiento extraño. Pensó el herido dragón, de gran tamaño y de escamas obscuras como la noche y resplandecientes como las estrellas. Suspiró dejando que algo de vapor saliera de sus fosas nasales.

La herida en su costado no le permitía regresar a su forma humana, demonios. ¿por qué no podía estar cerca de su madre? Ella seguramente habría calmado su sentir, ella era un dragón de agua quien podía hacer sanar las heridas gracias a su habilidad con el vital líquido.

El gran dragón tosió un poco, se lamentaba no poder ver la una ves más. Cerró los ojos recordando lo que había ocurrido para ahora encontrarse en tan patética situación y todo causado por la criatura más vil y asquerosa de todas; humanos.

Hasta hace no mucho el joven dragón había tomado el camino a creación de su propio nido, una gran montaña cerca de un inactivo volcán había sido su hogar en las ultimas tres semanas, cerca había un pueblo al que de vez en cuando iba para poder intercambiar un par de piedras preciosas por lujos humanos que sabía a su hermosa y adorable madre le gustaba coleccionar. Todo había estado bien, sin embargo, un curioso joven había comenzado a seguir a aquel forastero desde las lejanías por lo que al verse descubierto en su forma mágica causó la movilización del pueblo, sí. Los humanos siempre temiendo a lo desconocido. En un acto por desterrar a dicho dragón lo habían hecho pelear, y si bien, Sett había logrado acabar con la vida de un centenar de humanos él también estaba cansándose, estaba atado y algunas flechas habían atravesado sus alas, otras aún permanecían en las escamas, atacadas y causando un drenado de la poderosa magia del dragón la cual usaban para causar el mismo tipo de daño.

-Tu final está por llegar, Dragón- había hablado un hombre anciano entre la multitud embrutecida por el odio.

-No debiste haber llegado a este lugar- y tras finalizar la oración una gran estaca formada con un acumulo de magia le había atravesado el pecho, sin embargo había acumulado suficiente energía por lo que dando un golpe en forma de barrido con su cola había dispersado a la población y había volado lejos del lugar, apenas y podía mantenerse en el aire, cuando estuvo a unos cuantos kilómetros sus agujeradas alas habían dejado de responder por lo que cayó al suelo y ahora se encontraba en esta posición desde hacía un par de horas, había tratado incluso de levantarse pero realmente el cansancio estaba llegando a un límite en que ni siquiera podía ahora mover ni un solo musculo.

­-Es por aquí, hermano. Lo he sentido, es una sensación de magia pura, estoy segura de que se trata de un mago. - habló una chica, de larga cabellera blanca y un vestido hasta sus rodillas de color azul cielo. Jaloneaba torpemente a su hermano mellizo, un chico de cabellos negros quien la seguía con algo de pesar.

-¿Crees que esta vez lo sea? La ultima vez solo era una un kelpie enfadado- murmuró, pero deteniéndose un momento solo para reír al ver que la fémina hacía un puchero ante la última queja, el par de hermanos eran parte de una tribu nómada que estudiaban a diversas especies mágicas que se encontraban a lo largo de su andar, Alune podía sentir la magia a kilómetros y su hermano, Aphelios realizaba las maniobras para domarlos o apacentarlos si se encontraban en desgracia.

-Está bien, esa vez no pude distinguir bien exactamente, pero esta vez puedo asegurarte de que se trata de un...- pero su oración fue interrumpida por su mellizo.

-Dragón... -

-¡Sí! No, espera, no algo tan grande como...- sin embargo, esta vez ella misma se detuvo al ver que su hermano miraba estático al frente por lo que ella imitó la acción y su boca se abrió por si sola ante la magnitud de su sorpresa, algo inquieta se ocultó detrás de su hermano quien y comenzó a avanzar en dirección a la gran criatura.

El dragón de ObsidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora