Ha llegado a oídos de esta autora que ayer por la noche el duque de Hastings dijo, al menos en seis ocasiones, que no tenía ninguna intención de casarse.
Si lo que pretendía era desanimar a las madres ambiciosas, estaba equivocado. Ellas únicamente verán en esas palabras un reto aún mayor.
Además, estas declaraciones se produjeron antes de que el duque conociera a la encantadora y sensible señorita Katniss Everdeen."REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,
30 de abril de 1813Al día siguiente, Peeta estaba en la escalera de casa de Katniss, sosteniendo un precioso ramo de tulipanes de los más caros. Katniss le había dicho que si no la visitaba al día siguiente nadie se creerían que realmente estaba interesado en ella.
Peeta supuso que tenía razón, ya que ella tenía más experiencia en esos detalles. Él, muy obediente, fue a comprar las flores y se dirigió hacia la casa de los Everdeen.
El mayordomo le abrió la puerta y dijo:
-Por aquí, señor.- Obviamente, pensó Peeta, lo estaban esperando.
En cambio, lo que no se esperaba era ver a Katniss, como una diosa con un vestido de seda blanco y una sonrisa en la cara y… rodeada de media docena de hombres, e incluso uno de ellos se había arrodillado frente a ella y le estaba recitando una poesía.
Peeta decidió que la escena era de lo más desagradable. Miró fijamente a Katniss, que le estaba dedicando su espléndida sonrisa al bufón de la poesía, y esperó a que lo viera. No lo hizo.
Peeta miró la mano que tenía libre y vio que estaba cerrada en un puño. Miró a todos los hombres que rodeaban a Katniss y trató de decidir en la cara de quién clavarlo. Katniss volvió a sonreír y, otra vez, la sonrisa no fue para él. Ese estúpido poeta. Peeta inclinó la cabeza para estudiar mejor la cara del joven. ¿El morado le quedaría mejor en el ojo derecho o el izquierdo?
-¡Duque!
Peeta levantó la mirada para ver que Katniss por fin se había percatado de su llegada.
-Señorita Everdeen.
-¡Que alegría verlo! -exclamó Katniss, con una sonrisa en la cara.
Aquello estaba mejor, pensó Peeta, levantó las flores y empezó a caminar hacia ella, pero entonces la vizcondesa le salió del paso.
-¡Duque! -dijo, eufórica-. Es un placer volver a verlo. Nos honra con su presencia.
-No me imagino en cualquier otro lugar -dijo, al tiempo que le cogía la mano y se la besaba-. Su hija es una joven excepcional
La vizcondesa suspiró con satisfacción.
-¡Y qué flores tan bonitas! ¿Son de Holanda? Han debido costarle mucho.
-¡Madre! –interrumpió Katniss. Apartó la mano del pretendiente poeta y se levantó -. ¿Y qué respuesta va a darte el duque ahora?
-Podría decirle lo que me han costado -dijo Peeta, con una maliciosa sonrisa.
-No lo haría.
Peeta se acercó, de modo que sólo Katniss pudiera oírlo.
-¿No me recordó usted misma ayer que soy un duque y podía hacer lo que quisiera?
-Si, pero eso no. Usted no sería tan grosero.
-¿Qué resultaría grosero? -preguntó Effie
-Las flores -dijo Peeta-. El precio. Katniss cree que no debería decirle lo que me han costado.
-Ya me lo dirá luego -le susurró la vizcondesa al oído-. Cuando no nos escuche.
Luego se volvió al sofá donde se habían sentado Katniss y sus pretendientes y reorganizó a todo el mundo.
-Mucho mejor-dijo Effie.- ¿No está mucho mejor así? Katniss, ¿por qué no te sientas con el duque aquí?
-¿Quieres decir donde hace un momento estaban lord Railmount y el señor Crane? –preguntó Katniss con sarcasmo.
-Exacto. Además, el señor Crane dijo que tenía que reunirse con su madre a las tres.
Katniss miró el reloj.
-Madre, sólo son las dos.
-El tráfico es horrible. Hay demasiados carruajes por las calles.
Peeta, sumándose a la conversación, dijo:
-Lo peor que puede hacer un hombre es hacer esperar a su madre.
-Muy bien dicho, duque. Y ahora, si me disculpan.- se giro.- ¡Señor Crane! Su madre jamás me perdonaría que no le dejara marcharse a tiempo. -Effie salió, llevándose al pobre señor Crane por el brazo, que apenas tuvo tiempo de despedirse.
Entonces, como por arte de magia, los demás hombres que estaban en el salón se levantaron y se despidieron.
-Muy eficaz, ¿no le parece? dijo Katniss.
-¿Su madre? Es una maravilla.
—Volverá, no crea.
—Lástima. Y ahora que creía que ya la tenía en mis garras.
Katniss se rió.
—No sé por qué lo consideran un vividor. Su sentido del humor es sencillamente excepcional.
Aquel comentario cogió a Peeta por sorpresa. La miró a los ojos grises, aunque sin saber demasiado bien qué buscaba. Alrededor de las pupilas tenía un pequeño círculo de color verde; un verde muy intenso.
—¿Duque?
La suave voz de Katniss lo devolvió a la realidad. Parpadeó.
—¿Disculpe?
—Parecía que estaba muy lejos de aquí —dijo Katniss, arrugando las cejas.
-Disculpe mi actitud. Creo que estaba hablando de mi absoluta falta de sentido del humor.
-No es cierto. Le he dicho que tiene un sentido del humor muy superior al de la media de los vividores.
Peeta arqueó una ceja.
-¿Y pondría a sus hermanos en ese saco de vividores?
-Ellos creen que lo son -lo corrigió-.Hay una gran diferencia con serlo.
Peeta resopló.
-Si Finnick no lo es, compadezco a la mujer que se cruce con uno en su vida.
-Un vividor es mucho más que seducir a una legión de mujeres. Si un hombre no sabe hacer otra cosa que meterle la lengua a una mujer hasta el esófago y besarla...
-No debería hablar de esas cosas. Ni siquiera debería saberlas- dijo él.
-Tengo cuatro hermanos señor Mellark.
-Pues alguien debería decirles que vigilaran lo que dicen delante de su hermana.
-La mayoría de las veces ni siquiera se dan cuenta que estoy en la habitación.-dijo Katniss, riéndose.
Peeta suspiró profundamente pero no le sirvió para calmarle el pulso tan acelerado que tenía. Si Katniss no dejaba de sonreír, juraba que no podría responder de las consecuencias.
-¿Dónde está su hermano? Está siendo muy descarada. Seguramente, debería venir alguien para controlarla.
-Estoy segura de que Finnick no tardará demasiado. En realidad, estoy sorprendida de que todavía no haya venido. Anoche tuve que soportar una charla sobre tus defectos y pecados.
-Le aseguro que los pecados son, en gran parte, exagerados.
-¿Y los defectos?
-Posiblemente sean ciertos - admitió Peeta.
Aquel comentario hizo que Katniss volviera a sonreír.
-Bueno, ciertos o no, mi hermano piensa que usted quiere algo.
-Es que quiero algo.
Katniss ladeó la cabeza y puso los ojos en blanco.
-Cree que quiere algo pecammoso.
-Ya me gustaría a mí -dijo Peeta, para sí mismo.
-¿Cómo dice?
-Nada, nada.
Katniss frunció el ceño.
-Creo que deberíamos explicarle a Finnick nuestro plan.
-Mi querida Katniss ¿qué sacaríamos con eso?
Katniss abrió la boca, sorprendida.
-¿No pretenderás que te llame señorita Everdeen? -dijo Peeta-. Después de lo que hemos pasado.
-No hemos pasado nada, no diga tonterías, pero supongo que puede llamarme Katniss.
-Excelente. Tú puedes llamarme duque.
Katniss le dio un golpe en el brazo.
-De acuerdo -dijo él, sonriendo-. Si te parece mejor, llámame Peeta.
-Sí, me parece mucho mejor.
Peeta se inclinó un poco, y la miró con fuego en los ojos.
-¿De verdad? -dijo-. Me gustaría mucho oírtelo decir.
De repente, Katniss tuvo la extraña sensación de que Peeta hablaba de algo mucho más íntimo. Empezó a notar un extraño calor en los brazos e, inconscientemente, dio un paso atrás.
-Las flores son preciosas -dijo.
-Sí que lo son.
-Me encantan.
-No son para ti.
Katniss se quedó de piedra. Peeta sonrió.
-Son para tu madre.
Ella abrió la boca, sorprendida.
-Eres muy listo. Así seguro que cae rendida a tus pies. Pero este gesto te va a salir muy caro, lo sabes, ¿no?
Peeta la miró a los ojos.
-¿De verdad?
-Sí. Estará más decidida que nunca a llevarte al altar conmigo.
-Bobadas -dijo él
-Bueno, pues debes de gustarle mucho, porque nos está dejando solos más de lo habitual
Hubo algo en ese comentario que hizo sonreír a Peeta, y Katniss le devolvió la sonrisa.
-Por cierto, debería darte las gracias antes de que vuelva mi madre.
-¿A sí? ¿Por qué?
-Tu plan ha sido un éxito. Al menos para mí. ¿Has visto cuantos hombres han venido a verme esta mañana?
Peeta cruzó los brazos, y los tulipanes quedaron hacia abajo.
-Ya lo he visto.
-Es brillante, de verdad. Nunca había recibido tantas visitas en un mismo día. Mamá estaba muy orgullosa. ¡Uy, cuidado! El ramo está goteando.
Katniss se inclinó y colocó el ramo hacia arriba pero, a hacerlo, rozó con el antebrazo el abrigo de Peeta. Inmediatamente retrocedió, sorprendida por el calor y el poder que desprendía. Dios mío, si podía sentir eso a través de la ropa y el abrigo, cómo debía ser... Se sonrojó. Se puso roja como un tomate.
-Daría todo lo que tengo por ese pensamiento -dijo Peeta, levantando las cejas, curioso.
Afortunadamente, Effie escogió ese preciso instante para entrar en el salón.
-Siento haberlos abandonado tanto tiempo, pero el caballo del señor Crane había perdido una herradura y, tuve que pedir ayuda.
-Es una anfitriona excepcional - dijo Peeta, ofreciéndole las flores-.Tenga, son para usted.
-¿Para mí? -dijo Effie sorprendida—. ¿Está seguro? Porque yo pensaba...—Miró a Katniss, después a Peeta, y repitió—. ¿Está seguro?
—Totalmente.
Effie parpadeó varias veces, y Katniss vio que su madre tenía los ojos
humedecidos. Entonces se dio cuenta de que nunca nadie le había regalado flores desde que padre murió hacía diez años.
—No sé que decir —dijo Effie, casi sollozando.
—Di “gracias” —le susurró Katniss al oído, sonriendo.
—Oh, Kat, eres de lo que no hay. —dijo Effie sonriendo—. Pero muchas gracias, duque. Son unas flores preciosas pero, ante todo, ha sido usted muy considerado. Recordaré este momento toda la vida.
Pareció como si Peeta fuera a decir algo, pero al final sólo sonrió e inclinó la cabeza.
Katniss miró a su madre y vio el indudable brillo de la alegría reflejado en sus ojos azules y se dio cuenta, de que ninguno de sus hermanos había hecho nada tan considerado hacia su madre como aquel hombre. El duque de Hastings. Allí mismo, Katniss decidió que sería una tonta si no se enamoraba de él. Obviamente, sería mucho mejor si el sentimiento fuera correspondido.
-Madre -dijo Katniss-. ¿Quieres que vaya a buscar un jarrón?
-Claro. Trae el jarrón de cristal de mi abuela.
Katniss le lanzó una sonrisa de agradecimiento a Peeta y se fue hacia la puerta pero, antes de que pudiera salir, apareció Finnick.
-Katniss -dijo-. Justo la persona que necesitaba ver.
-Un momento, Finnick -dijo, con dulzura-. Mamá me ha pedido que vaya a buscar un jarrón. Hastings le ha traído flores.
-¿Hastings está aquí? –Finnick miró a la Peeta que estaba en el fondo del salón-. ¿Qué haces aquí, Mellark?
-He venido a visitar a tu hermana.
-No te he dado permiso para visitarla -dijo.
-Yo sí -dijo Effie. Acercó las flores a la cara de Finnick-. ¿No son preciosas?
Finnick estornudó y apartó las flores.
-Madre, intento mantener una conversación con el duque.
Effie miró a Peeta.
-¿Quiere mantener esta conversación con mi hijo?
-No especialmente.
-De acuerdo, entonces. Finnick, cállate.
Katniss se tapó la boca con la mano pero, aún así, no pudo reprimir una risa.
-Mejor debería ir a buscar el jarrón.
-¿Y dejarme a merced de tu hermano? -dijo Peeta-. No lo creo.
Katniss arqueó una ceja.
-¿Quieres decir que no eres lo bastante hombre como para enfrentarte a él?
-Nada de eso. Pero es tu hermano, y debería ser tu problema, no el mío.
Finnick hizo una mueca y se giró hacia su madre.
-No puedes confiar en él. ¿Tienes alguna idea de lo que está pasando? -le preguntó.
-Claro que sí. El duque ha venido a ver a tu hermana.
-Y he traído flores a tu madre - añadió Peeta.
Finnick se giró hacia su madre.
-¿Estás al tanto de su reputación?
-Los vividores reformados son los mejores maridos -dijo Effie.
-Eso son tontería, y lo sabes.
-De todos modos, no es un auténtico vividor -dijo Katniss.
-No lo sabes -dijo Finnick, en voz baja, casi temblorosa por la rabia-. lo que ha hecho.
-No más de lo que has hecho tú, de eso estoy segura -dijo Effie.
-¡Exacto! -exclamó Finnick -. Dios, sé exactamente lo que está pensando y te prometo que no tiene nada que ver con rosas y poesía.
Peeta se imaginó a Katniss tendida en una cama de pétalos de rosas.
-Con rosas, a lo mejor -susurró.
-Voy a matarlo -dijo Finnick.
-Finnick, tienes que aprender a controlar tus emociones. Tu comportamiento es de lo más impropio.-dijo Katniss
-No es digno ni de limpiarle las botas a Katniss con la lengua.
La cabeza de Peeta se llenó de más imágenes eróticas, esta vez con él lamiéndole los pies a Katniss. Decidió no hacer ningún comentario. Además, ya había decidido que no iba a permitir que sus pensamientos fueran en esa dirección. Katniss era la hermana de Finnick, por el amor de Dios, no podía seducirla.
-Me niego a escuchar otro descalificativo sobre el duque - dijo Effie, muy seria-.Y punto.
-Pero...
-¡Finnick Everdeen, no me gusta tu tono!
-Bueno. Al menos me gustaría hablar en privado con el duque.
-Ahora sí que voy a buscar el jarrón -dijo Katniss, y desapareció.
Effie cruzó los brazos y le dijo a Finnick:
-No permitiré que trates mal a un invita do en mi casa.
-Te prometo que no le pondré ni una mano encima -dijo Finnick -. Te doy mi palabra.
-Está bien, lady Everdeen - intervino Peeta-. Estoy seguro de que Finnick y yo tenemos cosas de qué hablar.
Finnick entrecerró los ojos.
-Muchas.
-De acuerdo -dijo Effie.- De todos modos harán lo que quieran. Pero este es mi salón y estoy muy cómoda aquí. Así que ustedes tienen que marcharse a otra parte.
Peeta parpadeó sorprendido. Obviamente, la madre de Katniss tenía mucho carácter.
Finnick, con un gesto con la cabeza, le indicó a Peeta que le siguiera.
-Mi despacho está por aquí
-¿Tienes un despacho aquí?
-Soy el cabeza de familia.
-Claro -dijo Peeta-.Pero no vives aquí.
-Mi posición corno cabeza de familia con lleva serias responsabilidades.
Peeta lo miró a los ojos.
-¿Hablas de Katniss?
-Exacto.
-Si no recuerdo mal, a principios de semana tú me dijiste que querías presentarnos.
-¡Eso fue antes de pensar que podría interesarte!
Peeta no dijo nada hasta que llegaron al despacho y Finnick cerró la puerta.
-¿Y por qué dabas por sentado que no iba a interesarme?
-¿Aparte de porque me has jurado mil veces que no vas a casarte?
En eso tenía razón. Y a Peeta no le gustó.
-Aparte de eso -dijo, algo malhumorado.
-Nadie está interesado en Katniss. Al menos, nadie que nos parezca bien para casarse con ella.
Peeta cruzó los brazos.
-No la tienes en demasiada buena consideración, ¿no te par...?
Antes de que pudiera terminar la frase, Finnick lo cogió por el cuello.
-No te atrevas a insultar a mi hermana.
Sin embargo Peeta, que sabía defenderse, le costó tan solo dos segundos intercambiar posiciones.
-No estaba insultando a tu hermana -dijo, con una malévola voz-. Te estaba insultando a ti.
Finnick empezó a emitir unos extraños sonidos, así que Peeta lo soltó.
-Además, Katniss me explicó por qué no atrae a ningún pretendiente adecuado. Pero, personalmente, creo que tiene que ver con tu forma de comportarte, tan primate, y la de tus hermanos. Sin embargo, ella dice que es porque todos la ven como a una amiga.
Finnick hizo una larga pausa antes de decir:
-Puede que tenga razón. Aún así, no me gusta verte alrededor suyo. No te olvides que éramos del mismo grupo. Sé exactamente lo que has hecho.
-Por el amor de Dios, Everdeen, ¡teníamos veinte años! Todos los hombres son unos imbéciles a esa edad. Además, sabes perfectamente que hab ... hab...
Peeta notó algo raro en la lengua, y tosió para camuflar el tartamudeo. Maldita sea. Le pasaba muy de vez en cuando, pero cuando lo hacía, era porque estaba enfadado o disgustado por algo.
Finnick lo miró fijamente.
-¿Estás bien?
Peeta asintió.
-Me ha entrado un poco de polvo en el cuello -mintió .
-¿Quieres que te pida un té?
-No gracias.-carraspeo intentando controlar su ira Sólo quería decir que tú, mejor que nadie, sabes que al menos la mitad de mi reputación es falsa.
-Sí, pero yo estaba allí en la mitad que es verdadera y no quiero que cortejes a Katniss.
-¿De verdad crees que seduciría a tu hermana?
-No sé qué creer. Sé que casarte no entra en tus planes y en los de Katniss sí. Ese es motivo suficiente para mantenerlos alejados.
Peeta suspiró. Aunque la actitud de Finnick lo irritaba, él sólo intentaba hacer lo mejor para su hermana.
Entonces Katniss apareció por la puerta.
-Mamá me ha dicho que estaban de mal humor y que los dejara en paz, pero tenía que venir a ver si no se habían matado.
-No-dijo Finnick, con una sonrisa-. Sólo unos estrangulamientos de nada.
-¿Quién ha estrangulado a quién?
-Yo lo estrangulé primero - dijo su hermano-, y luego él me devolvió el favor.
-Bueno, siento mucho haberme perdido la fiesta.
Peeta no pudo evitar sonreír.
-Kat no deberi...-dijo.
Finnick se giró, furioso.
-¿La llamas Kat? -Se giró hacia su hermana-. ¿Le has dado permiso para utilizar tu nombre de pila?
-Claro.
-Pero...
-Creo -interrumpió Peeta-, que deberíamos aclararlo todo.
Katniss asintió.
-Tienes razón. Y, si te acuerdas, yo te lo dije.
-Es muy amable de tu parte mencionarlo -dijo Peeta.
Ella sonrió juguetona.
-Una siempre tiene que aprovechar la ocasión de decir ""te lo dije"" cuando se presenta."
-¿Qué demonios está pasando?-preguntó Finnick.
-¿Quieres saber qué demonios está pasando? Pues escucha ...