El duque de Hastings fue visto, una vez más, con la señorita Everdeen. Ha pasado mucho tiempo desde que esta autora vio una pareja tan enamorada como ésta.
Sin embargo, es extraño que, a excepción de la excursión familiar a Greenwich, sólo se les vea juntos en bailes y fiestas. Aunque el duque visitó a la señorita Everdeen en su casa hace cuatro semanas, no lo ha vuelto a hacer y, además, ¡no se les ha visto paseando juntos por Hyde Park ni una sola vez!REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTEDOWN,
29 de mayo de 1813Katniss estaba en el salón de lady Trowbridge, apartada de todo el mundo. No quería ser el centro de la fiesta. No quería encontrarse con las decenas de hombres que ahora matarían por un baile con ella. Honestamente, no quería estar en ese baile. Porque Peeta no estaba.
Katniss, que siempre había sido la chica que le gustaba a todos pero que nadie adoraba, se había convertido de la noche a la mañana en la sensación de la temporada. Sin embargo, aunque ahora tenía la tarjeta de baile llena a los pocos minutos de llegar a una fiesta y aunque los hombres se pelearan por traerle un vaso de limonada, descubrió que ninguna noche era memorable a menos que Peeta estuviera allí.
No importaba que a él le pareciera necesario mencionar, al menos una vez cada noche, su completa oposición a la institución del matrimonio. Y tampoco importaba que a veces se quedara callado o fuera maleducado con determinados miembros de la sociedad.
Sólo importaban los momentos en que estaban casi solos y podían hacer lo que quisieran. Una divertida conversación en una esquina, un vals alrededor del salón. Katniss podía mirarlo a los pálidos ojos y olvidarse que estaba rodeada de quinientos testigos interesados en el estado de su cortejo.
Y casi olvidaba que ese cortejo era toda fachada. Casi. Pero a petición de Finnick, Peeta decidió no asistir a todos los eventos a los que iría Katniss. Finnick dijo que la única razón por la que había consentido aquella farsa era para que Katniss encontrara un marido entre los nuevos pretendientes. Desafortunadamente, según Finnick, ninguno de esos jóvenes se atrevía a acercarse a ella si Peeta estaba presente.
Peeta le dijo a Katniss que quería que encontrara un marido apropiado. Así que desapareció. Y Katniss se quedó destrozada.
Tendría que haber sabido que, tarde o temprano, aquello iba a pasar. Debería haber sabido los peligros de ser cortejada, aunque no fuera de verdad, por el hombre que la sociedad había bautizado como "el Irresistible Duque", el príncipe azul de la temporada.
A Katniss el nombre le pareció tristemente irónico, porque el duque irresistible le estaba destrozando el corazón. Y no era culpa de Peeta. El la trataba con mucho respeto, honor y sentido del humor. Incluso Finnick tuvo que admitir que no le daba ningún motivo de queja.
Peeta nunca intentaba quedarse a solas con Katniss y sus contactos se habían limitado a un casto beso en la mano.
Se habían convertido en la mejor compañía para el otro, compartiendo desde largos silencios hasta la más divertida de las conversaciones. Cada fiesta, bailaban juntos dos veces. Y Katniss supo, sin ninguna duda, que se estaba enamorando.
-Kat, ¿qué haces escondiéndote?
Katniss levantó la mirada y vio que Gale se acercaba, con su habitual sonrisa en su atractiva cara. Desde su regreso a Londres, había arrasado por toda la ciudad, y Katniss podía citar una decena de chicas que estaban enamoradas de él
-No me escondo. Evito a determinadas personas.
-¿A quién? ¿A Hastings?
-Claro que no. Además, esta noche no ha venido.
-Sí que ha venido. Lo vi entrar hace unos minutos.
Katniss entrecerró los ojos.
-¿Te estás burlando de mí? Porque él me dijo claramente que esta noche no iba a venir.
-¿Y por qué has venido tú?
A Katniss le pusieron rojas las mejillas y abrió la boca.
-Porque sí. Mi vida no gira en torno a Peeta.
-¿A no?
-No, por supuesto que no.- dijo ella.
Puede que su vida no girara en torno a Peeta, pero sus pensamientos si.
Los ojos grises de Gale adquirieron una seriedad poco habitual en él.
-Estás por él, ¿verdad?
-No sé qué quieres decir.
Gale sonrió, seguro de sí mismo.
-Ya lo descubrirás. Mientras tanto -dijo él, mirando hacia la puerta.- ¿por qué no vas a buscarlo? Estoy convencido de que mi compañía palidece ante la de él.
Katniss se limitó a mirarlo con el ceño fruncido. Sin embargo, Gale sólo pudo reírse.
-Una expresión muy atractiva, Kat, pero estoy seguro de que tus mejillas preferirían sustituirla por una sonrisa. El irresistible duque viene hacia aquí.
Katniss se dijo que no iba a voltear, probablemente era una broma de su hermano, pero Gale se acercó a ella y le susurró:
-Es en serio, Kat.
Katniss puso una mueca y Gale se rio.
-¡Katniss!- la voz de Peeta. Justo en su oreja.
Gale se rio con más ganas.
-Deberías confiar más en tu hermano favorito, Kat.
-¿Él es tu hermano favorito? - preguntó Peeta, arqueando una ceja.
-Sólo porque Rory puso un sapo en mi cama. Y Marvel decapitó a mi muñeca preferida.
-¿Y que hizo Finnick para no merece tan honorable título? murmuró Gale.
-¿No tienes que ir a ningún sitio? -le preguntó Katniss.
-En realidad, no.
-¿No le habías prometido un baile a Clave Undersee?
-Dios, no. Debiste escuchar mal.
-Bueno, creo que mamá te está buscando. La he oído llamarte.
Para su desgracia, Gale se rio.
-No deberías ser tan obvia.- le dijo en voz baja.- Descubrirá que te gusta.
-No es su compañía la que intento asegurar -dijo Katniss, mordaz.- Es la tuya la que quiero evitar.
Gale se colocó una mano en el corazón.
-Me matas, Kat.- Se giró hacia Peeta.- Cómo me mata.
-Te has equivocado de profesión, Everdeen, debiste ser actor.- dijo Peeta.
-Habría sido interesante - respondió Gale.- Aunque a mi madre le hubiera dado algo.- Se le iluminó la mirada.- Tengo una idea. Justo ahora que empezaba a aburrirme. Buenas noches a los dos.- se inclinó y se fue.
Katniss y Peeta se quedaron callados mientras observaban cómo Gale se perdía entre el gentío.
-No esperaba verte esta noche -dijo Katniss para romper el silencio.
Peeta se encogió de hombros.
-Estaba aburrido.
-¿Estabas aburrido y decidiste venir hasta Hampstead Heath para asistir a un baile? Katniss arqueó las cejas .Hampstead Heath estaba a unos diez kilómetros de Mayfair, era como mínimo una hora en la carretera.
-Perdóname si empiezo a cuestionarme tu salud mental.
-Yo también estoy empezando a cuestionármela.- dijo él
-Bueno, en cualquier caso.- dijo ella, con un suspiro de felicidad.- me alegro que hayas venido. Ha sido una noche espantosa.
-¿De verdad?
-Me han avasallado con preguntas sobre ti.
-Bueno, esto se pone interesante.
-Yo no iría tan deprisa. La primera ha sido mi madre .Quiere saber por qué nunca vienes a verme a casa.
Peeta frunció el ceño.
-¿Crees que es necesario? Pensaba que mi total dedicación a ti en los bailes bastaría para nuestro engaño.
Katniss reprimió una mueca de frustración. Peeta no tenía que decirlo como si aquello fuera un trabajo muy pesado para él
-Posiblemente no habría dicho nada si tu ausencia no hubiera aparecido en Whistedown. Así que será mejor que vayas a visitar mañana o todo el mundo empezará a hacerse preguntas.
-Me gustaría saber quiénes son los espías de esa señora - murmuró Peeta.- Y entonces los contrataría para mí.
-¿Para qué necesitas espías?
-Para nada. Pero me parece una lástima dejar que tanto talento se desperdicie en eso. Pero sígueme contando de los interrogatorios.
-Bueno, después de mi madre, vinieron los demás.
-Dios nos asita.
-Todas eran mujeres excepto uno y, aunque han expresado que se alegran por mi felicidad, claramente intentaban adivinar las probabilidades de que no acabemos juntos.
-Supongo que les has dicho a todos que estoy desesperadamente enamorado de ti, ¿verdad?
Katniss sintió una sacudida en su interior.
-Sí. Al fin y al cabo, tengo que mantener una reputación.
Peeta se rió.
-Y dime, ¿quién fue el hombre que te interrogó?
-Un hombre mayor de lo más extraño, que dice que era un buen amigo de tu padre.
Los músculos de la cara de Peeta se tensaron de inmediato.
-Me empezó a decir lo <<buen duque>> que era tu padre.
Peeta no dijo nada.
-¿Sabes? Nunca te he oído mencionar a tu padre.
-Eso es porque no me gusta hablar de él.- dijo Peeta, muy seco.
Ella parpadeó, preocupada.
-¿Te pasa algo?
-No.
-Oh. Entonces, no lo mencionaré.
-He dicho que no me pasa nada.
Katniss se mantuvo imperturbable.
-Claro.
Se produjo un largo e incómodo silencio.
-Las flores que lady Trowbridge ha usado para decorar la casa son preciosas, ¿no te parece?
Peeta siguió con la mirada las rosas que Katniss estaba tocando.
-Sí.
-Me pregunto si las cultivará ella.
-No tengo ni idea.
Otro incómodo silencio.
-Los rosales son muy difíciles de cuidar.
Esta vez, la respuesta se limitó a un sonido gutural. Katniss se aclaró la garganta:
-¿Has probado la limonada?
-No bebo limonada.
-Bueno, pues yo sí.- respondió ella, muy seca, porque ya había soportado bastante.- Y tengo sed. Así que voy a buscar un vaso y te dejo aquí con tu mal humor. Estoy segura de que encontrarás a alguien más divertido que yo.
Se giró para marcharse, pero no pudo dar ni un paso porque sintió una fuerte mano que la agarraba por el brazo. Bajo la vista, fascinada por la visión de la mano de Peeta apoyada en la seda de su vestido. Deseaba que se moviera, que le recorriera el brazo hasta la parte desnuda del codo. Sin embargo, Peeta no iba a hacerlo. Sólo hacía esas cosas en sus sueños.
-Katniss, por favor. Mírame.
Hablaba en voz baja y con una intensidad que la hizo estremecer.
-Por favor, acepta mis disculpas.
Ella asintió. Sin embargo, Peeta sentía la necesidad de explicarse más.
-Yo no me llevaba bien con mi padre. Y no... No me gusta hablar de él
Katniss nunca lo había visto tan inseguro.
-Cuando lo has mencionado...-Carraspeo intentando controlarse -Es que el..Se me graba en la memoria. Me-me-me pone muy furioso.
-Lo siento.- dijo ella, consciente que su rostro reflejaría su confusión.
-Contigo no.- dijo él, rápidamente y cuando sus ojos azules se centraron en ella, parecieron más relajados. Su cara también se relajó un poco.- Me enfado conmigo mismo.
-Y, al parecer, también con tu padre.- dijo ella, suavemente. -¿Te gustaría salir a tomar el aire? Parece que lo necesitas.
-Si sales conmigo a la terraza, Finnick me cortará la cabeza.
-Finnick puede decir misa. Estoy harta de su vigilancia constante.
-Sólo intenta ser un buen hermano.
-¿De qué lado estás?
Ignorando esa pregunta, Peeta dijo:
-Está bien. Pero sólo un paseo. Sin embargo, antes de que pudieran salir, oyeron una voz masculina a su espalda:
-¡Hastings!
Un señor bastante mayor se les acercó.
-Es el duque del que te he hablado.- dijo Katniss.- Snow, creo.
Peeta solo asintió, porque no tenía ganas de hablar.
-¡Hastings! Llevaba mucho tiempo deseando conocerte. Soy Snow. Era muy amigo de tu padre.
Peeta asintió, de un modo tan preciso que parecía un militar.
-Te echó de menos, ¿sabes? Durante tus viajes.
Peeta sintió que la ira iba creciendo en su interior y aquello le paralizo la lengua.
Sabía, sin ningún tipo de duda, que si intentaba hablar, sonaría igual que cuando tenía ocho años. Y, por nada del mundo, quería avergonzarse así delante de Katniss.
-Estuve con él cuando murió-dijo Snow.
Peeta no dijo nada y Katniss, bendita sea, intervino en la conversación con un compasivo:
-Dios mío.
-Me pidió que te diera unos mensajes. En casa, tengo varias cartas.
-Quémelas.
Katniss se sorprendió y cogió a Snow por el brazo.
-Oh, no, no lo haga. A lo mejor no quiere leerlas ahora, pero seguro que en el futuro cambiará de opinión.
-He dicho que las queme.
-Yo... eh... -Snow parecía totalmente confundido. Sabía que el duque y su hijo no se llevaban bien, pero no conocía la verdadera naturaleza de su relación.- Aparte de las cartas, me dijo que le explicara varias cosas. Podría decírselas ahora.
Peeta soltó a Katniss y salió a la terraza.
-Lo siento.- le dijo Katniss a Snow, sintiendo la necesidad de disculpar el atroz comportamiento de Peeta.- Estoy segura de que no era su intención ser tan brusco. Solo que es un poco sensible cuando se trata de su padre.
Snow asintió.
-El duque ya me advirtió que reaccionaría así. Pero, debo confesar que no creí que lo dijera en serio.
-Al parecer, sí que lo hacía -dijo Katniss-. Será mejor que vaya con él. Pero por favor, no queme las cartas.
-Nunca se me habría ocurrido. Pero...
-¿Qué sucede?
-Ya soy mayor y estoy enfermo -dijo él-. Los médicos dicen que no me queda demasiado tiempo. ¿Podría dejarle a usted las cartas?
Daphne lo miró sorprendida y horrorizada.
-No lo sé -dijo, indecisa-. No estoy segura de ser la persona indicada.
Los ancianos ojos de Snow se arrugaron como los de alguien que sabe lo que va a decir.
-Creo que usted es la persona más indicada -dijo-Además, creo que sabrá encontrar el momento adecuado para dárselas. ¿Puedo hacérselas llegar a su casa?
Katniss asintió. No sabía qué otra cosa hacer.
Snow levantó el bastón y señaló hacia la terraza.
-Será mejor que vaya con él.
Katniss lo miró, asintió y se fue. La terraza estaba iluminada por unos pocos apliques en la pared. Peeta estaba de pie, muy enfadado, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Katniss avanzó sigilosamente hacia él. Escuchó algunas voces y supo que no estaban solos, sin embargo no vio a nadie. Obviamente, los demás invitados habían preferido esconderse en algún oscuro e íntimo rincón.
Mientras se acercaba a él, Katniss pensó que podría decir algo como «Has sido muy maleducado con el duque» o «¿Por qué estás tan enfadado con tu padre?» pero, al final, decidió que no era el momento de indagar en los sentimientos de Peeta así que, cuando llegó a su lado, se apoyó en la barandilla y dijo:
-Ojalá pudiera ver las estrellas.
Peeta la miró, primero con sorpresa y después con curiosidad.
-En Londres no se ven nunca -continuó ella.- Las luces de la ciudad son demasiado brillantes o la niebla ya está muy baja. Esperaba poder verlas aquí pero las nubes no quieren colaborar.
Peeta se aclaró la garganta y dijo:
-¿Sabías que las estrellas son completamente distintas en el hemisferio sur?
Katniss no se había dado cuenta de lo tensa que estaba hasta que, ante esa pregunta, su cuerpo se relajó. Peeta estaba intentando retornar la noche donde la habían dejado. Lo miró, burlona, y dijo:
-Estás bromeando.
-No. Míralo en un libro de astronomía. Y lo más -continuó Peeta, cada vez más relajado-, es que, aunque no sea un experto en astronomía, y no lo soy....
-Y, obviamente -lo interrumpió Katniss, con una sonrisa-, yo tampoco.
Peeta la cogió de la mano y sonrió, y Katniss respiró satisfecha de ver que sus ojos habían recuperado la alegría. Entonces, la satisfacción se convirtió en algo más intenso: felicidad. Felicidad porque había sido ella la que había borrado las sombras de sus ojos. Quería disiparlas para siempre.
-Verías la diferencia -dijo él-. Y eso es lo más extraño. Nunca me preocupé por aprender las constelaciones pero, cuando estaba en África miraba al cielo y la noche era tan clara. Nunca había visto un cielo así.
Katniss lo observaba, fascinada.
-Miraba al cielo -dijo él, agitando la cabeza-, y era raro.
-¿Cómo puede ser raro el cielo?
-Las estrellas no estaban en su sito.
-Supongo que me gustaría ver el cielo desde el hemisferio sur -dijo Katniss, melancólica-. Si fuera una mujer exótica y atrevida, el tipo de mujer sobre la que los hombres escriben poesía, supongo que me gustaría viajar.
-Eres el tipo de mujer sobre la que los hombres escriben poesía -le recordó
Peeta, en un tono sarcástico-. Lo que pasa es que era una poesía muy mala.
Katniss se rió.
-No te burles de mí. Fue muy emocionante. Mi primer día con seis pretendientes en casa y Neville Binsby me escribió una poesía.
-Siete pretendientes -dijo él-, incluyéndome a mí.
-Siete incluyéndote a ti. Pero tú no cuentas.
-Me matas -bromeó él, imitando a Gale-. Cómo me matas.
Katniss sonrió.
-Lo que iba a decirte es que, aunque soy una chica inglesa de lo más aburrida, no tengo ningún deseo de ir a ningún sitio. Aquí soy feliz.
-No eres aburrida. Y -Peeta redujo la voz a un suspiro emocional-, me alegro que seas feliz. No he conocido a demasiadas personas realmente felices.
Katniss lo miró y, lentamente, se dio cuenta de que Peeta se había acercado a ella. Dudaba que él se hubiera dado cuenta, pero su cuerpo tendía a acercarse al de ella, y Katniss descubrió que no podía apartar la mirada de él.
-¿Peeta? -susurró.
-Aquí hay gente -dijo él, con la voz ahogada.
Katniss se giró hacia las esquinas de la terraza. Las voces que se oían antes habían desaparecido, pero también podía ser que les estuvieran escuchando. Delante de sus ojos, el jardín la estaba llamando."
Katniss sintió que algo salvaje se apoderaba de ella .
-Demos un paseo por el jardín dijo, suavemente.
-No podemos.
-Tenemos que hacerlo.
-No podemos.
La desesperación en la voz de Peeta le dijo todo lo que necesitaba saber. La quería. La deseaba. Estaba loco por ella. Katniss tuvo la sensación de que su corazón daba saltos de alegría. Y pensó: ¿Y si lo besaba? ¿Qué pasaría si se adentraran en el jardín, levantara la cara y dejara que sus labios tocaran los de ella? ¿Vería él lo mucho que lo quería? ¿Vería lo mucho que podría llegar a quererla? Y a lo mejor, sólo a lo mejor, vería lo feliz que lo haría.
-Voy a dar un paseo por el jardín -dijo ella.- Si quieres, puedes acompañarme.
Mientras se alejaba, lentamente para que él pudiera seguirla, lo escuchó maldecir desde lo más profundo de su alma, y luego escuchó sus pasos detrás de ella.
-Katniss, esto es una locura -dijo Peeta, pero la voz ronca delataba que más que convencerla a ella, intentaba convencerse a si mismo.
Ella no dijo nada, sólo siguió adentrándose en las profundidades del jardín.
-Por el amor de Dios, Katniss, ¿Quieres escucharme?.- La cogió con fuerza por la muñeca y la obligó a mirarlo.- Le hice una promesa a tu hermano.- dijo salvaje.- Me hice una promesa a mi mismo.
Ella esbozó la sonrisa de la mujer que se sabe deseada.
-Entonces, márchate.
-No puedo dejarte sola en el jardín. Alguien podría intentar sobrepasarse.
Katniss se encogió de hombros e intentó soltarse de su mano. Sin embargo, los dedos de Peeta la apretaron todavía más y Katniss se acercó a él hasta que sus pechos se tocaron. La respiración de Peeta se aceleró.
-No lo hagas, Katniss.
Ella intentó decir algo ocurrente, algo seductor. Sin embargo, la valentía le falló en el último momento. Nunca la habían besado y ahora que había invita do a Peeta a que fuera el primero, no sabía que hacer.
Peeta susurró su nombre y le acarició la mejilla.
Katniss cerró los ojos y separó los labios.
Y, al final, fue inevitable.
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