Capitulo 10

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Un beso ha arruinado a más de una dama.

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN
20 de mayo de 1813

Peeta no estaba seguro de en qué momento supo que iba a besarla. Posiblemente, era algo que nunca supo, sólo algo que sintió. Intentó convencerse a sí mismo de que sólo la había llevado detrás de aquel seto para regañarla, para reprenderla por su comportamiento tan despreocupado.
Sin embargo, había sucedido algo o, a lo mejor llevaba sucediendo desde hacía mucho y él se había esforzado en ignorarlo. Los ojos de Katniss eran distintos, casi brillaban. Y había abierto la boca, sólo un poco, aunque lo suficiente para que Peeta no pudiera dejar de mirarla.
La rodeó por la espalda y la atrajo hacia sí, eliminando por completo la distancia que los separaba.
Quería tenerla más cerca. Quería tenerla a su alrededor, encima de él, debajo de él. La quería tanto que le daba miedo. La notaba de arriba abajo contra su cuerpo. Sus pechos le quedaban a la altura de las costillas y el muslo de Peeta estaba entre las piernas de Katniss.
Peeta gruñó, un primitivo sonido que mezclaba necesidad y frustración. Sabía que no podría hacerla suya esa noche, que no podría hacerla suya nunca. Entonces, se separó de ella.
-¡No!.- exclamó ella, y Peeta se preguntó si Katniss tenía alguna idea de la invitación que le acababa de hacer con esa sencilla palabra.
Le cogió la cara con las dos manos y la miró fijamente hasta que sintió que se perdía en ella. Estaba demasiado oscuro para diferenciar los colores exactos de aquella cara inolvidable, pero Peeta sabía que los labios eran suaves y rosados, con un toque anaranjado en las comisuras. Sabía que los ojos tenían mil matices de grises, con un precioso círculo verde que constantemente lo invitaba a mirarlo más de cerca para ver si realmente estaba allí o era un producto de su imaginación.
Pero el resto, cómo sería abrazarla, cómo sería saborearla, sólo podía imaginárselo. Y Dios sabía que lo había imaginado. A pesar de su actitud serena, a pesar de las promesas que le había hecho a Finnick, se moría por ella. Cuando la veía al otro lado de una sala llena de gente, la piel le quemaba y, cuando la veía en sueños, su cuerpo se encendía.
Y ahora, ahora que la tenía en sus brazos, ahora que la respiración de Katniss era entrecorta da por el deseo y que sus ojos brillaban con pasión, creía que iba a estallar, Si no la besaba, si no la devoraba, moriría. Podía parecer melodramático, pero en aquel instante Peeta habría jurado que era así. La necesitaba hasta ese extremo.
Cuando, al final, cubrió su boca con sus labios, no fue nada suave. Tenía el pulso demasiado acelerado, demasiado urgente, y el beso fue el de un amante hambriento, no el de un educado pretendiente.
Ella también se dejó llevar por la pasión del momento y, cuando la lengua de Peeta empezó a abrirse camino, no opuso resistencia.
-Oh, Dios mío, Katniss.- gruño Peeta, cubriéndole las nalgas con las manos, acercándola más y más, a su entrepierna.- No sabía... Nunca soñé...
Pero era mentira. Lo había soñado. Lo había soñado con todos los detalles. Pero cualquier sueño quedaba en nada comparado con la realidad.
Cada roce, cada movimiento hacía que la deseara más y, cada segundo que pasaba, sentía que su cuerpo y su mente libraban una batalla cada vez más dura. Ya no importaba lo que estaba bien o lo que era adecuado. Todo lo que importaba era que ella estaba en sus brazos y que la deseaba con todas sus fuerzas. Y su cuerpo se dio cuenta que ella también lo deseaba.
Peeta sentía que la piel se estremecía y, después, quemaba. Y quería más. Sus labios abandonaron su boca y bajaron por el cuello hacia el hueco encima de las clavículas. Ante cada caricia, Katniss emitía un gemido, y eso hacía que el deseo de Peeta creciera todavía más.
Con las manos temblorosas, acarició el borde del escote del vestido. Era una tela muy delicada y sabía que sólo necesitaría un ligero movimiento para que la seda se deslizara bajo la turgencia de sus pechos. Era una visión a la que no tenía derecho, un beso que no le correspondía, pero no podía evitarlo. Le dio la oportunidad de detenerlo. Se movió con una lentitud agonizante, deteniéndose antes de desnudarla para darle una última oportunidad de decir que no. Sin embargo, Katniss arqueó la espalda y soltó un suspiro de lo más seductor.
Peeta estaba perdido.
Dejó caer la tela del vestido y en un sorprendente y estremecedor momento de deseo, la observó. Y entonces, mientras su boca descendía para acariciar su premio, escuchó:
-¡Cabrón!
-¡Finnick!
Finnick estaba a dos metros de ellos y se acercaba corriendo. Tenía las cejas arrugadas por la furia y, cuando se abalanzó sobre Peeta, emitió un grutal grito de guerra distinto a todo lo que Katniss había oído en su vida. No parecía ni humano. Apenas tuvo tiempo de cubrirse antes de que Finnick se abalanzara sobre Peeta con tanta fuerza que lo tiró al suelo.
-¡Te mataré, maldito...!"
-¡Finnick, no! ¡Basta!.- gritó Katniss, agarrándose el corpiño del vestido, a pesar de que ya se lo había vuelto a atar y no había peligro de que cayera.
Sin embargo, Finnick estaba poseído. Golpeó a Peeta; la rabia se le reflejaba en la cara, en los puños.
En cuanto a Peeta, se defendía de los golpes pero no los devolvía.
Katniss, que hasta ahora había estado allí quieta, como una idiota, se dio cuenta de que tenía que intervenir. De otro modo, Finnick mataría a Peeta allí mismo, en el jardín de lady Trowbridge.
Se agachó para intentar separar a su hermano del hombre que quería, pero justo en ese momento los dos rodaron por el suelo, golpearon a Katniss en las rodillas y la enviaron contra el seto.
-¡Aaaaaaahhhhh! -gritó, adolorida en más partes del cuerpo de las que creía posible.
Los dos hombres se detuvieron de inmediato.
-¡Oh, Dios mío! - Peeta fue el primero en reaccionar   . ¡Katniss! ¿Estás bien?
Ella se quejó, intentando no moverse. Tenía espinas clavadas por todo el cuerpo y cada movimiento abría más las heridas.
-Creo que está herida.- le dijo Peeta a Finnick, muy preocupado-. Tenernos que levantarla recta. Si la doblamos, se hará más daño.
Finnick asintió, dejando momentáneamente de lado su enfado con Peeta. Katniss estaba herida y ella iba antes que nada.
-No te muevas, Kat.- dijo Peeta, con una voz suave y dulce.- Voy a rodearte con los brazos. Luego te levantaré y te sacaré de ahí. ¿De acuerdo?
Ella agitó la cabeza.
-Te vas a pinchar.
-No te preocupes por mí. Llevo manga larga.
-Déjame a mí.- dijo Finnick
Pero Peeta lo ignoró, metió las manos entre las ramas del seto muy despacio e intentó separarlas de la piel dolorida de Katniss.
Sin embargo, cuando llegó a las mangas, tuvo que detenerse porque algunas ramas se habían metido dentro del vestido y estaban clavadas en la piel
-No puedo quitártelas todas.-dijo.- Se te va a romper el vestido.
Katniss asintió con un movimiento entrecortado.
-No me importa -dijo.- Ya está destrozado.
-Pero...- lo más probable era que se le rompiera el vestido cuando la levantara. Se giró hacia Finnick y dijo.- Necesitará tu abrigo.
Finnick ya se lo estaba quitando. Peeta se giró hacia Katniss y la miró fijamente.
-¿Estás lista?.- le preguntó, dulcemente.
Ella asintió y, quizá fue una imaginación suya, pero tuvo la sensación de que estaba mucho más calmada ahora que lo miraba fijamente a los ojos. La rodeo con los brazos.
-A la de tres.- djjo.
Ella volvió a asentir.
-Una ... Dos...
La levantó y la atrajo hacia sí con tanta fuerza que los dos rodaron por el suelo.
-¡Dijiste a la de tres!.- gritó Katniss.
-Mentí. No quería que te tensaras.
Katniss hubiera seguido con la discusión pero, justo entonces, vio que tenía el vestido destrozado y se apresuró a cubrirse con los brazos.
-Coge esto.- dijo Finnick, dándole su abrigo.
Katniss lo aceptó de inmediato y se envolvió en él.
-¿Estás bien? -le preguntó Finnick con brusquedad.
Ella asintió.
-Bien -Finnick si giró hacia Peeta-. Gracias por sacarla de ahí.
Peeta no dijo nada, sólo hizo un gesto con la cabeza. Finnick volvió a mirar a Katniss.
-¿Estás segura de que estás bien?
-Me duele un poco. Probablemente tendré que ponerme un ungüento, pero no es nada grave.
-Bien -repitió  Finnick. Entonces cerró el puño y lo estampó en la cara de Peeta, tirando al suelo a su desprevenido amigo.
-Eso -dijo Finnick, furioso-, es por deshonrar a mi hermana.
-¡Finnick! -gritó Katniss-. ¡Basta ya de tonterías! Él no me ha deshonrado.
Finnick se giró y la miró fijamente.
-Te vi los...-Hizo un gesto con sus manos
"A Katniss se le revolvió el estómago. ¡Dios santo, Finnick le había visto los pechos! ¡Su hermano! Aquello iba contra lo natural."
-Levántate -gritó Finnick a Peeta-, para que pueda volver a pegarte.
-¿Estás loco? -gritó Katniss, interponiéndose entre él y Peeta, que todavía estaba en el suelo, con la mano sobre el ojo morado-. Finnick, te juro que si le vuelves a pegar, no te lo perdonaré jamás.
Finnick la apartó.
-El próximo -dijo-, es por traicionar nuestra amistad.
Lentamente, Peeta se puso en pie.
-¡No! -gritó ella, colocándose delante de Peeta.
-Apártate, Katniss -le dijo Peeta, suavemente.- Esto es entre nosotros dos.
-¡No es verdad! Por si no lo recordáis, soy yo la que...
-Apártate, Katniss -dijo Finnick, más brusco. Ni siquiera la miró, porque tenía los ojos fijos en los de Peeta.
-¡Esto es ridículo! ¿No podemos hablarlo como personas adultas!- Miró a Peeta y a su hermano y, al final, otra vez a Peeta-. ¡Por el amor de Dios, Peeta! ¡Tienes un ojo horrible!
Se le acercó y le tocó el ojo, que estaba sangrando. Peeta se quedó inmóvil, sin mover ni un músculo mientras ella le tocaba el ojo, preocupada. Sus dedos le rozaron la piel, un contacto que le calmaba el dolor. Ese contacto le dolía, aunque esta vez no era de deseo. Tenerla a su lado era tan agradable, era tan buena, honorable y pura. Y estaba a punto de hacer lo más deshonroso de su vida.
-Apártate, Katniss -dijo, con una voz que sonó extraña incluso a sus oídos.
-No, yo...
-¡Apártate! -gritó él.
Ella se apartó debido al susto. Peeta nunca le había gritado.
Peeta sonrió a Finnick.
-Pégame.
Aquello pareció sorprender a Finnick.
-Hazlo. Sácalo.
Finnick relajó la mano y miró a Katniss.
-No puedo -dijo-. No cuando está ahí pidiéndomelo.
Peeta dio un paso adelante, acercándose  peligrosamente.
-Pégame. Házmelo pagar.
-Lo pagarás en el altar - respondió Finnick.
Katniss dio un grito ahogado que llamó la atención de Peeta. ¿De qué se sorprendía? ¿Acababa de entender las consecuencias de, sus acciones y su estupidez al permitir ser descubiertos?
-No lo obligaré -dijo Katniss.
-Yo sí -dijo Finnick.
Peeta agitó la cabeza.
-Mañana por la mañana ya me habré marchado.
-¿Te vas? -preguntó Katniss.
El tono dolido de su voz se clavó como un cuchillo de culpabilidad en el corazón de Peeta.
-Si me quedo, estarás empañada por mi presencia para siempre. Será mejor que me vaya.
El labio inferior de Katniss estaba tembloroso. Peeta no podía soportar verla tan desolada.-No puedo casarme contigo, Kat.
-¿No puedes o no quieres? - preguntó Finnick.
-Las dos cosas.
Finnick volvió a pegarle.
Peeta cayó al suelo, sorprendido por la fuerza del golpe en la mandíbula. Pero se merecía cada golpe y cada moratón. No quería mirar a Katniss, no quería encontrarse con sus ojos, pero ella se arrodilló a su lado y le colocó la mano en el hombro para ayudarlo a ponerse de pie.
-Lo siento, Kat -dijo, obligándose a mirarla. Le dolía todo el cuerpo y sólo veía con un ojo, y aún así, ella había acudido en su ayuda después que él la rechazara-.Lo siento mucho.
-Guárdate tus patéticas palabras -le dijo Finnick-.Te veré al alba.
-¡No!-exclamó Katniss.
Peeta asintió. Entonces miró a Katniss y dijo:
-Si p-pudiera ser con alguien, serías tú Kat. Te lo p-prometo.
-¿De qué estás hablando? ­preguntó ella, con los ojos llenos de ira-. ¿Qué quieres decir?
Peeta cerró el ojo y suspiró. A esa hora, al día siguiente, ya estaría muerto, porque no iba a disparar contra Finnick y dudaba que Finnick se hubiera calmado lo suficiente como para disparar al aire. Y, aún así, de un modo extraño y patético, conseguiría lo que siempre quiso. Por fin se vengaría de su padre. Sin embargo, no era así como lo había pensado. Había pensado...Bueno, no sabía qué había pensado. La mayoría no intentaba predecir como sería su muerte, pero sabía que no quería morir así. No quería morir con los ojos de su mejor amigo inundados de odio. No quería morir en un campo desierto al alba. No quería morir deshonrado.
Las manos de Katniss, que le habían estado acariciando tan delicadamente el ojo, se apoyaron en sus hombros y lo zarandearon. Aquello hizo que abriera el humedecido ojo y vio su cara, muy cerca y muy furiosa.
-¿Qué te pasa, Peeta? –le preguntó. Tenía una cara que nunca había visto, con los ojos llenos de rabia, angustia y desesperación-. ¡Te va a matar! Y te comportas como si quisieras que lo hiciera.
-N-no q-q-quiero m-morir -dijo, demasiado cansado para preocuparse  por  el tartamudeo-. P-pero no puedo casarme contigo.
Katniss sintió como si le hubieran pegado en el pecho y se alejó. El rechazo en sus ojos era casi insoportable. Cuando abrió la boca para hablar, parecía que las palabras le salían directamente del alma.
-Siempre he sabido que no era la mujer por la que los hombres suspiraban, pero nunca pensé que alguien prefiriera morir antes que casarse conmigo.
-¡No! -gritó Peeta, levantándose a pesar de que le dolía el cuerpo entero-.Katniss, no es así.
-Ya has dicho bastante -dijo Finnick, interponiéndose entre ambos. Colocó las manos encima de los hombros de su hermana y la separó del hombre que le había roto el corazón y, posiblemente, dañado su reputación para siempre.
-Sólo una cosa más -dijo Peeta, odiando la mirada suplicante y patética que sabía que debía tener. Pero tenía que hablar con Katniss. Asegurarse de que lo entendía. Sin embargo, Finnick agitó la cabeza.
-Espera. No puedo arreglar esto. He hecho...-suspiró con rabia, intentando aclarar sus pensamientos-. He hecho una promesa. Sé que no puedo arreglarlo, pero puedo decirle...
-¿Decirle qué? -preguntó Finnick, imperturbable.
Peeta se la pasó por el pelo. No podía decírselo a Katniss, no lo entendería. O peor, sí que lo entendería y, entonces, Peeta sólo tendría su compasión. Al final, dándose cuenta de que Finnick lo estaba mirando impaciente, dijo:"
-A lo mejor puedo arreglarlo un poco.
Finnick no se movió.
-Por favor -Y Peeta se preguntó si alguna vez había querido decir algo con tanta intensidad como ahora.
Finnick no se movió durante un rato pero, al final, se apartó.
-Gracias -dijo Peeta, con voz solemne, concentrándose en Katniss."
Había pensado que a lo mejor no querría mirarlo a la cara y castigarlo con su rechazo, pero se encontró con que Katniss lo miró con la barbilla bien alta, con los ojos desafiantes. Nunca la había admirado tanto.
-Kat -empezó a decir, sin estar muy seguro de lo que iba a decir-. N-no es por ti. Si pudiera ser cualquiera, serías tú. Pero si te casaras conmigo, te destruirías. Nunca podría darte lo que quieres. Te morirías día a día, y yo no sería capaz de soportarlo.
-Nunca podrías hacerme daño -susurró ella.
Él agitó la cabeza.
-Tienes que confiar en mí.
Sus ojos fueron cálidos y verdaderos cuando dijo:
-Confío en ti. Pero no sé si tú confías en mí.
Sus palabras fueron como un puñetazo en el estómago, y Peeta se sintió el ser más bajo del mundo.
-Por favor, entiende que nunca quise herirte.
Ella se quedó inmóvil tanto tiempo que Peeta se preguntó si había dejado de respirar. Pero entonces, mirando a su hermano, dijo:
-Me gustaría irme a casa.
Finnick la rodeó con el brazo y le dio la vuelta.
-Te llevaré a casa -dijo, suavemente.- Te meteré en la cama y te daré un vaso de coñac.
-No quiero coñac. Sólo quiero pensar.
Finnick suspiró.
-De acuerdo.
Y Peeta se quedó allí, golpeado y ensangrentado, hasta que Finnick y Katniss desaparecieron en la noche.

La Obsesión Del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora