Capitulo 14

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Nos han dicho que la boda del duque de Hastings con la señorita Everdeen aunque fue íntima, fue muy festiva. La señorita Prim Everdeen le confesó a la señorita Felicity Undersee que el novio y la novia no dejaron de reír en toda la ceremonia. Esta autora confiará en la palabra de la señorita Prim, ya que no recibió una invitación para acudir al feliz acontecimiento.

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,
26 de mayo de 1813

No habría viaje de novios. Después de todo, no habían tenido demasiado tiempo para preparar la boda. En lugar de eso, Peeta lo había arreglado todo para que pasaran algunas semanas en Clyvedon Castle, el feudo ancestral de los Mellark.
A Katniss le pareció bien porque se moría de ganas de escaparse de Londres y de los escrutinios de la sociedad inglesa. Además, tenía mucha curiosidad por conocer el lugar donde se había criado Peeta.
Peeta ayudó a Katniss a subir al carruaje. A pesar de que era verano, el aire era fresco y Peeta le cubrió las piernas con una manta. Katniss se rió.
-¿No te parece excesivo? No creo que coja frío. Hasta tu casa hay muy poco trayecto.
Él la miró, extrañado.
-Nos vamos a Clyvedon.
-¿Cómo? ¿Esta noche?
Katniss no pudo ocultar su sorpresa. Creía que partirían al día siguiente. Clyvedon estaba en la costa sureste de Inglaterra. Además, ya era bien entrada la tarde y eso quería decir que llegarían al castillo de madrugada. No era la noche de bodas que Katniss había imaginado.
-¿No sería mejor pasar esta noche en Londres y viajar mañana a Clyvedon?
-Ya está todo arreglado -dijo él.
-Ah... está bien -dijo Katniss, haciendo esfuerzos para esconder su decepción.
Estuvo callada durante un buen rato, mientras el carruaje se ponía en movimiento. Después de un rato preguntó:
-¿Para remos en alguna posada?
-Claro -respondió Peeta -. Pasaremos la noche una posada que nos queda a medio camino. Tienen comida caliente y las camas están limpias.-Le tocó la barbilla-.No abusaré de ti obligándote a hacer todo el viaje hasta Clyvedon en un día.
-No es que no pueda aguantarlo -dijo, sonrojándose.- Es que nos acabamos de casar y, si no nos paramos en una posada, tendremos que pasar la noche en el carruaje, y...
-No digas más -dijo él, colocándole un dedo sobre los labios.
Katniss asintió, agradecida. No le apetecía hablar de su noche de bodas así. Además, parecía que lo propio era que fuera el hombre el que sacara el tema.

Peeta miró a Katniss, su mujer, se recordó, aunque todavía le costaba creérselo. Nunca había planeado tener una mujer. En realidad, había planeado no tener ninguna. Pero allí estaba, con Katniss Everdeen... no, Katniss Mellark. Era la duquesa de Hastings, eso es lo que era.
Peeta suspiró y se deleitó observando el perfil de Katniss. Entonces, frunció el ceño.
—¿Tienes frío? —preguntó.
Estaba temblando.
—Sólo un poco. No tienes que...
Peeta la arropó con la manta un poco mas..
—Ha sido un día muy largo —dijo, y no porque lo sintiera, sino porque le pareció lo más adecuado en ese momento. Había estado pensando mucho en lo más apropiado en cada momento. Intentaría ser un buen marido. Era lo mínimo que ella se merecía.
Lo había elegido a él, se recordó. Incluso después de saber que no podría darle hijos, lo había elegido. Lo menos que podía hacer por ella era ser un buen marido.
-Lo he disfrutado -dijo ella, suavemente.
Peeta parpadeó y la miró, sorprendido.
-¿Cómo dices?
Ella esbozó una sonrisa. Una sonrisa que Peeta quisiera contemplar eternamente, cálida y divertida pero con cierta picardía. Hizo que la entrepierna de Peeta ardiera de deseo.
-Has dicho que había sido un día muy largo. Y yo he dicho que lo he disfrutado.
Él la miró sin decir nada.
La cara de Katniss se torció con una frustración tan encanta dora que Peeta notó una sonrisa a punto de aparecer en sus labios.
-Tú has dicho que había sido un día muy largo -repitió  ella-.Y yo he dicho que lo he disfrutado.
-Entiendo -dijo él, con toda la seriedad que pudo.
-Me temo que entiendes muchas cosas, pero que ignoras la mitad, como mínimo.
Él arqueó una ceja, lo que hizo que ella mostrara su descontento, lo que hizo que él quisiera besarla.
Cualquier cosa hacía que quisiera besarla. En realidad, empezaba a ser bastante doloroso.
-Deberíamos estar en la posada cuando anochezca -dijo él, muy resuelto, como si aquello pudiera relajar la tensión.
Obviamente, no fue así. Lo único que consiguió fue recordarle que había retrasado la noche de bodas un día. Un día de deseo, de necesidad, de tener que soportar que su cuerpo la pidiera a gritos. Pero estaría loco si la hiciera suya en una pensión de carretera, por muy limpia que estuviera.
Katniss se merecía algo mejor. Sería su primera y única noche de bodas, y él quería que fuera perfecta.
Ella lo miró, sorprendida por el repentino cambio de tema.
—Me alegro.
—Las carreteras no son muy seguras de noche —añadió él.
—No —dijo ella.
—Y tendremos hambre.
—Sí —dijo ella, algo desconcertada por la obsesión de Peeta con la parada en la posada.
Peeta no podía culparla, pero discutía hasta la saciedad sobre la parada o la cogía y la tomaba allí mismo. Y aquello no era una opción. Así que dijo:
—La comida es muy buena.
—Ya lo has dicho.
—Cierto —dijo él, y tosió—. Creo que voy a dormir un rato.
Ella abrió los ojos.
—¿Ahora?
—Parece que me repito pero ya te he dicho, que ha sido un día muy largo.
—Es verdad. Pero… ¿Estás seguro de que vas a poder dormir con el carruaje en marcha? ¿No te molesta el traqueteo?
—Soy capaz de dormirme donde sea. Es algo que aprendí en mis viajes.
—Pues es una suerte —murmuró ella.
—Y que lo digas —asintió él.
Entonces, cerró los ojos y, durante casi tres horas, hizo ver que dormía.
*****
Katniss lo miraba. Fijamente. No estaba durmiendo. Con siete hermanos, se sabía todos los trucos y Peeta no estaba dormido.
Respiraba muy tranquilo y emitía los sonidos exactos de cuando uno duerme. Pero Katniss sabía que estaba mintiendo.
Sin embargo, era de admirar porque había conseguido mantener la farsa más de dos horas.
Ella se giró hacia la ventana y descorrió la cortina para poder ver el paisaje. Deberían estar bastante cerca de, la posada. Cerca de su noche de bodas.
-¿Peeta?
Él no se movió. Eso la irritó.
-¿Peeta? -repitió un poco más alto.
Vio cómo torcía la comisura de los labios, pero no se movió. Daphne estaba segura de que estaba decidiendo si lo había dicho lo suficientemente fuerte como para terminar con la farsa.
—¡Peeta! —le dio un golpe bastante fuerte. Seguro que estaría de acuerdo con ella en que nadie seguiría durmiendo después de eso.
Abrió los ojos e hizo un sonido bastante curioso, una respiración profunda como si se acabara de despertar y bostezó.
—¿Kat?
Katniss no se andó con rodeos.
—¿Hemos llegado?
Él intentó desperezarse de la inexistente pereza.
—¿Qué?
—¿Si hemos llegado?
—Ahhh... —Miró el carruaje, aunque ella no sabía qué buscaba—. ¿No estamos
en marcha todavía?
—Sí, pero podríamos estar cerca.
Peeta suspiró y miró por la ventana.
—Oh —dijo, sorprendido—. En realidad, está allí arriba.

La Obsesión Del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora