¿Son imaginaciones de esta autor o los caballeros de la alta sociedad están bebiendo más de la cuenta últimamente?
REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,
22 de junio de 1813Peeta salió y se emborrachó. No solía hacerlo a menudo. En realidad, no era algo que le gustara especialmente, pero de todos modos lo hizo.
A pocos kilómetros de Clyvedon, había muchos bares. Y también había muchos marineros buscando pelea. Dos de ellos encontraron a Peeta. Los apaleó a los dos. Sentía una rabia en su interior que había estado alimentando su alma durante años. Ahora, por fin había encontrado una vía de escape y había necesita do muy poca provocación para hacer saltar la chispa. Para entonces, ya estaba muy borracho así que, cuando golpeaba las caras coloradas de los marineros, no los veía a ellos, sino a su padre. Cada puñetazo iba dirigido a aquella eterna mirada de rechazo.
Se quedó en el bar hasta que alumbraron las primeras luces del alba. Bebía directamente de la botella y cuando llegó la hora de marcharse, se la metió en el bolsillo y se fue a casa.
De camino, siguió bebiendo; aquel whisky de mala calidad le quemaba el cuello. Y a medida que se iba emborrachando más y más, sólo tenía una cosa en la cabeza.
Quería recuperar a Katniss. Era su mujer, maldita sea. Se había acostumbrado a tenerla cerca. No podía marcharse de su habitación así como así. La recuperaría. La seduciría y se la ganaría y...Bueno, tendría que bastar con eso, porque estaba demasiado borracho para pensar en otra cosa."
Cuando llegó al castillo de Clyvedon estaba muy, muy ebrio. Y, cuando se presentó en la puerta de Katniss, hizo tanto ruido que podría haber despertado a los muertos.
-¡Katniss!-gritó, intentando ocultar la nota de desesperación que había en su voz. Tampoco hacía falta sonar tan patético. Frunció el ceño, pensativo. Por otro lado, si sonaba desesperado, tendría más posibilidades de que ella abriera la puerta. Gimoteó un par de veces, y luego volvió a gritar:
-¡Katnissssss!
No obtuvo respuesta.
-Oh, Katniss-dijo, suspirando, con la frente apoyada en la puerta de madera-.Si tú...
Se abrió la puerta y Peeta cayó al suelo.
-¿Tenías que...Tenías que abrir tan...tan rápido? -farfulló.
Katniss, que estaba de pie, con el camisón, miró el deshecho humano que había en el suelo y casi no reconoció a su marido.
-Dios mío, Peeta-dijo-. ¿Qué te ha...? -Se arrodilló para ayudarlo, pero retrocedió de golpe cuando olió su aliento-. ¡Estás borracho!
-Así es.
-¿Dónde has estado? -preguntó ella.
-Fuera, pensando -dijo, y eructó.
-Peeta, deberías estar en la cama.
Peeta asintió con mucho vigor y entusiasmo.
-Sí, es cierto.
Intentó levantarse, pero sólo pudo ponerse en cuclillas, porque luego cayó otra vez hacia atrás.
-Hmmm -dijo , mirándose las piernas-. Hmmm. ¡Qué raro! -Levantó la cabeza para mirar a Katniss terriblemente confundido -.Habría jurado que eran mis piernas. Ooooo tal vez no me funcionan bien.
-¡Lo que no te funciona bien es el cerebro! ¿Qué voy a hacer contigo?
Peeta la miró y sonrió.
-¿Quererme? Dijiste que me querías, ¿recuerdas? -Frunció el ceño-. No creo que puedas retirarlo ahora.
Katniss suspiró. Debería estar furiosa con él, ¡maldita sea, lo estaba! pero era difícil mantener altos niveles de enfado cuando tenía tan mal aspecto.
Ella se agachó y le pasó las manos por debajo de los brazos
-Venga, levántate; tenemos que ir a la cama.
Pero él no se movió; se quedó ahí sentado mirándola con la cara más tonta que pudo.
-¿Por qué tengo que levantarme? -dijo-¿No puedes sentar aquí conmigo? -Le abrazó las piernas-. Siéntate conmigo, Katniss
-¡Peeta!
El dio unos golpecitos en la alfombra, a su lado.
-Aquí abajo se está muy bien.
-No Peeta, no puedo sentarme contigo. Tienes que acostarte. -Intentó moverlo otra vez, pero no pudo-Por todos los santos, ¿por qué has tenido que salir a emborracharte?
-Quería recuperarte.
Katniss abrió la boca, sorprendida. Los dos sabían lo que tenía que hacer para recuperarla, pero Katniss pensó que estaba demasiado ebrio para mantener una conversación sobre ese tema. De modo que lo cogió del brazo y dijo:
—Hablaremos de eso mañana Peeta.
Él parpadeó varias veces a gran velocidad.
—Creo que ya es mañana. —Giró la cabeza de un lado a otro, buscando la ventana. La luz se asomaba entre las cortinas— ¿Ves? Ya es mañana.
—Entonces, hablaremos por la noche —dijo ella, un poco desesperada. Estaba tan cansada de intentar levantarlo que sentía como si le hubieran pasado el corazón por un molino de viento- Por favor, dejémoslo por ahora.
—Verás, Kat... —Agitó la cabeza, como si quisiera aclararse un poco.
Katniss no pudo reprimir una sonrisa.
—Dime, Peeta.
—El problema... —Se rascó la cabeza— No lo entiendes.
—¿Qué no entiendo? —dijo ella, con ternura.
—Por qué no puedo hacerlo —dijo.
Levantó la cara para mirarla a los ojos y Katniss estuvo a punto de llorar al ver su mirada tan triste.
-Nunca quise hacerte daño, Kat. Lo sabes, ¿verdad?
-Ya lo sé. Peeta.
-Bien, porque la verdad es que...-Respiró tan hondo que se le estremeció todo el cuerpo-. No puedo hacer lo que tú quieres.
Katniss no dijo nada.
-Toda mi vida -dijo él, con tristeza-, él siempre ha ganado. ¿Lo sabías? Y esta vez voy a ganar yo. Yo. Por una vez, quiero ganar yo.
-Peeta -susurró ella-. Ganaste hace tiempo. En el momento en que superaste sus expectativas, ganaste. Cada vez que superabas tus miedos, hacías un nuevo amigo o viajabas a un nuevo país, estabas ganando. Hiciste todo lo que él nunca quiso que hicieras.-Se le quebró la voz y se encogió de hombros-.Le ganaste. Ya está. ¿Por qué no quieres verlo?
Peeta meneó la cabeza.
-No quiero convertirme en lo que él quería -dijo-. Lo que el... -hipó- Lo que el qu-quería era un hijo perfecto, alguien que se convirtiera en un d-duque perfecto, que se e-casara con la duquesa perfecta y tuvieran hijos p-perfectos.
Katniss sintió que se le rompía el alma por él, por el niño que no quería otra cosa que la aprobación de su padre.
Peeta ladeó la cabeza y la miro.
-Le habrías gustado.
-Oh -dijo Katniss, sin saber demasiado bien cómo tomárselo.
-Y... -se encogió de hombros y se riéndose.- de todos modos, me case contigo.
Parecía tan sincero que era difícil no abrazarlo y darle cariño.
Pero no importaba el dolor que sintiera, porque lo estaba enfocando todo muy mal. La mejor venganza era vivir una vida plena y feliz y alcanzar todas las metas que su padre tanto se había esforzado en negarle.
-Vamos a acostarte –dijo Katniss, al final.
Él la miró un buen rato con los ojos llenos de las ganas de cariño acumuladas durante años.
-No me dejes -susurró.
-Peeta -dijo ella.
-Por favor. Él se marchó. Todo el mundo se marchó. Luego me marché yo. -La cogió de la mano—. Tú quédate.
Ella se puso de pie.
—Puedes dormir en mi cama —dijo—. Estoy segura de que te encontrarás mejor por la mañana.
—Pero, ¿te quedarás conmigo?
Era un error. Ella lo sabía pero aún así, dijo:
—Me quedaré aquí contigo.
—Bien. —Se puso de pie como pudo—. Porque no podría... de verdad. —Suspiró y la miró, angustiado—. Te necesito.
Katniss lo llevó hasta la cama y estuvo a punto de caer encima de él cuando lo acostó.
—No te muevas —le dijo, arrodillándose para quitarle las botas.
Peeta hizo un ruido que pareció un ronquido.
—¿Ya estás dormido? —preguntó incrédula.
Peeta parecía más joven y tranquilo con los mechones de pelo rozándole las mejillas. Katniss se acercó a él y le apartó el pelo de la frente.
-Buenas noches, amor mío.
Pero, cuando se giró para marcharse, Peeta estiró un brazo y la cogió por la muñeca.
-Dijiste que te quedarías.
-¡Pensaba que estabas dormido!
-Eso no te da derecho a romper tu promesa.
La estiró con fuerza y Katniss, al final, no se resistió y se acostó junto a él. Estaba allí y era suyo y, por mucha incertidumbre que sintiera sobre su futuro, en ese momento no pudo resistirse a su cariñoso abrazo.