"Vaya una a saber lo que tiene planeado para mí", pensó estremeciéndose mientras se duchaba.
Blanca había cambiado mucho desde los tiempos en que la azotaba siendo mucama en su casa. Siempre había sido una mujer de mucho carácter y personalidad autoritaria, "pero ahora –se dijo. –además está como muy perversa."
Desayunó liviano y salió para cumplir con sus obligaciones laborales.
Visitó a cuatro clientes potenciales sin ningún éxito, pasó por la radio y a las seis de la tarde estaba en su casa, presa de los nervios ante la inminencia de su presentación ante Blanca.
"Te espero aquí a las 8", decía un escueto mensaje de texto que la señora le había mandado al mediodía a su celular, mientras ella estaba tratando de convencer al gerente general de un supermercado sobre las ventajas de la publicidad radial.
Y a las 8 en punto tocó el timbre en casa de Blanca vestida con una remera celeste, bermuda verde, zapatillas y medias deportivas al tono. Segundos después la señora abrió la puerta, la miró de arriba abajo y le dijo:
-Mmmhhh... qué buena ropita, demasiado para una sirvienta. –y mirando la maleta pequeña que la joven llevaba le preguntó:
-¿Qué traés allí?
-Ropa de diario, señora, voy a estar aquí dos días y...
-¡¿Ropa?! –dijo Blanca mientras la tomaba de un brazo para meterla en la casa. –y después de cerrar la puerta agregó:
-Ya sabrás mañana qué ropa vas a usar. –le dijo con una sonrisa que a la joven le resultó inquietante, y le dio una cachetada que la hizo caer de rodillas.
-Para que aprendas a arrodillarte solita apenas entres por esa puerta. –le dijo y extendió su mano hacia el rostro de Claudia para que la saludara como ya sabía que debía hacerlo. La joven besó esa mano y dijo a punto de ponerse a llorar:
-Buenas noches, señora.
-Bueno, ahora andá a dejar la maleta en el dormitorio, sacate esa ropa ridícula y anda desnuda para el comedor.
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La historia de Claudia.
Novela JuvenilMamá, ¿no sabes qué hacer conmigo? Porque la mucama sí sabe.