Capítulo 31

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-¿Aprendiste que aquí la cosa es obediencia o castigo?
-Sí, señora Amalia... –murmuró la jovencita cada vez más nerviosa.
La vieja sonrió satisfecha y se hizo a un lado.
Paola se metió casi corriendo en la sala, donde el Ama esperaba sentada en el camastro con Claudia y la cachorra arrodilladas ante ella.
-Ya está, Ama, ya hablé con mamá... –murmuró mirando al piso.
-Bueno, cachorra, esta preciosura es toda tuya. –dijo Inés incorporándose. –Podés llevártela a tu habitación. –y tomando a Claudia de una mano agregó dirigiéndose con ella hacia la puerta:
-Y vos vení conmigo que te voy a dar de lo lindo.
Una vez en su cuarto y no bien hubo cerrado la puerta, la cachorra se volvió hacia Paola, que la miraba embelesada, con los labios entreabiertos.
-Llevo meses y meses esperando este momento... –le dijo en un susurro mientras se le acercaba lentamente.
Paola la miró a los ojos y se estremeció cuando Laura la abrazó por la cintura.
-No hagas nada, quedate quieta... –le dijo la cachorra apretándola contra ella y deslizando después sus manos hacia esas nalgas redondas y firmes que la vara empuñada por Amalia había inflamado y enrojecido.
-Me excita abrazarte desnuda estando yo vestida... –susurró Laura con su boca apoyada apenas en los labios de Paola, que se abrieron anhelantes dejando escapar un gemido.
Laura capturó esa boca con la suya, mordisqueó un instante el labio inferior y luego adelantó su lengua en un beso largo e intenso que Paola correspondió apasionadamente sintiendo que sus piernas flaqueaban.
En pleno beso, Laura se separó un poco y llevó sus manos a las tetas de la chica, acariciándolas suavemente primero, luego presionando con fuerza y apresando entre sus dedos los pezones erectos y duros como pequeñas clavijas.
Sin dejar de besarse, tambaleándose cual ebrias y cada vez más calientes, ambas fueron hasta la cama y se dejaron caer sobre ella abrazadas y jadeantes como animales en celo.
Laura comenzó a deslizar una mano hacia abajo muy lentamente mientras le besaba la cara, el cuello largo y esbelto, los hombros redondos. La mano ávida llegó a destino y Paola exhaló un largo gemido cruzando una pierna por sobre la cintura de la cachorra, que hundió un dedo y enseguida otro en ese nido tibio ya inundado de flujos y comenzó a moverlos hacia atrás y hacia delante al tiempo que Paola la penetraba de la misma forma convirtiéndole en una maravillosa realidad esa fantasía que la había atormentado durante tanto tiempo.
Ambas se besaban y acariciaban en el extremo de una calentura que las bañaba con un sudor ardiente. Laura retiró sus dedos y apresó el clítoris haciendo que Paola corcoveara en medio de un aguijonazo de placer.
-Sí, amor, así... así... aaaahhhhhh... así, mi amor... así... aaahhhh... ¡mi amooooooor!...
-Me volvés loca... –jadeó la cachorra poniéndola de espaldas e inclinándose sobre ella para besar y lamer largamente esas tetas que la deslumbraban con su perfección. Su lengua se deslizó después por una y otra de las suaves aureolas en medio de las cuales se erguían los pezones que sus labios sorbieron con deleite mientras volvía a hundir dos dedos en esa concha que era ya una fuente de jugos.
Paola movía la cabeza de un lado al otro, con los ojos cerrados y entregada a una violenta marea de sensaciones. Había deseado a Laura hasta el delirio, pero jamás imaginó que fuera tan intenso, tan exquisito, tan dulce el placer que ella le proporcionaría y que estaba haciendo vibrar cada centímetro de su cuerpo.
-¡Te amo, Laura!... ¡Te amoooooo!... ¡Haceme tuya! ¡Haceme toda tuya!... ¡Por favoooooor! –clamó desde lo más profundo de sí misma.
Laura se tendió junto a ella de frente, volvió a besarla en la boca y luego le dijo al oído:
-Haceme lo que yo te haga... –y le hundió la punta de la lengua en la oreja para después llevar una mano hasta esa concha que seguía derramando flujos. Metió allí dos dedos mientras comenzaba a estimular el clítoris con el pulgar sintiéndolo duro y erecto. Pasó el brazo izquierdo por debajo del cuerpo de Paola y buscó con el dedo medio el orificio anal, donde lo introdujo despacio y excitándose aún más con los corcovos de su amante que, apretada a ella, ya le había metido dos dedos en la concha y le hacía sentir el pulgar tembloroso en el clítoris.
Sintió una mano de Paola deslizándose por sus nalgas y luego un dedo en la entrada del ano.
-Metémelo, gatita... –le dijo. –Hacémelo sentir bien adentro... –y Paola lo metió en el estrecho orificio para después empezar a moverlo tal como la cachorra lo hacía en su culo.
Poco más tarde ambas estallaban en un orgasmo que las dejó exhaustas y en el cual se había expresado, por fin, esa pasión contenida durante tan largo tiempo.
La noche transcurrió entre adormecimientos y despertares que renovaban la pasión de ambas y el deslumbramiento de Paola ante las delicias del sexo lésbico, del cual sería fiel e incondicional cultora para siempre.
Al día siguiente, cuando llegó Amalia, el Ama reunió a todas en el living antes de salir para la peluquería, ya que cerraba el local sólo los lunes. Aún no tenía respuestas a los avisos que había puesto ofreciendo a Claudia y a la cachorra como prostitutas, de manera que dispuso que ambas fueran usadas como sirvientas para hacer limpieza y ocuparse de la comida.
-Vos podés irte. –le dijo a Paola que a diferencia de las otras dos estaba vestida. –Le ordenó que le diera el número de teléfono de su casa y de su celular y agregó: -A partir de ahora vas a estar atenta a mis órdenes. Puedo llamarte en cualquier momento. ¿Entendido?
-Sí, Ama. –contestó la joven.
-Muy bien. Ahora arrodillate y saludame besándome la mano. –ordenó Inés. La chica obedeció y después de intercambiar con Laura una mirada ardiente se dirigió hacia la puerta seguida por la vieja con sus ojos clavados en esas nalgas que se balanceaban rítmicamente a cada paso.
El día transcurrió con ambas esclavas deslomándose en las tareas domésticas estrechamente vigiladas por la regente, para quien el culito de la cachorra era una obsesión.
Ponía especial atención en supervisar su trabajo a la espera de encontrar algún error que le diera la oportunidad de azotarla, pero Laura se esmeró en cumplir muy bien con todo lo ordenado y la vieja debió quedarse con las ganas.
Por la noche, a su regreso, Inés escuchó el informe que la regente le proporcionó antes de retirarse a su casa y después de mandar a Laura a su pieza se quedó con Claudia en el living.
-Bueno, perra, te voy a comentar cuáles son mis planes. –comenzó diciendo con la esclava arrodillada ante ella, y le comunicó su decisión de vender las dos casas que Claudia poseía.
-¿Venderlas? ¿vender mis casas?... no, Ama, yo... yo no quiero venderlas... Además, ¿qué haría yo con ese dinero?
-¿Y quién te dijo que ese dinero será para vos?... –le preguntó Inés con una expresión maligna. –No, perra, vos aquí tenés cucha y alimento. No necesitás nada más. Ese dinero será para mí.
Al escuchar semejante cosa, Claudia sintió que algo muy fuerte estaba comenzando a ocurrirle. Algo que resquebrajaba la estructura de su sometimiento a esa mujer.
"No puede ser... –pensó. –Quiere aprovecharse de mí para su beneficio económico... No puede ser que me robe de esta manera... No puedo permitírselo..."
-No, Ama. –dijo con tono resuelto mientras se ponía de pie. –Usted no va a vender mis propiedades.
-¿Te estás resistiendo, grandísima puta? –le dijo Inés con el ceño fruncido.
-Me estoy oponiendo a que usted me robe, Inés. –contestó Claudia con tono firme. –Acabo de darme cuenta de que usted no es un Ama. Usted es una estafadora.
-¡Pero qué decís, perra miserable...! –gritó Inés furiosa poniéndose de pie y yendo hacia ella con intención de golpearla.

La historia de Claudia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora