Nelly y Rosario las miraban hacer y al advertir la calentura de ambas esclavas la dueña de casa dijo sonriendo:
-Creo que vamos a encontrarlas mojadas, Rosario. ¿Te diste cuenta lo calientes que están?
-Sí, son como animales en celo...
-Bueno, vengan acá, a nuestros pies, putas...
Las dos obedecieron y entonces Nelly ordenó a Claudia que la descalzara y que la cachorra hiciera lo mismo con Rosario.
Ya sin las sandalias que ambas llevaban las esclavas debieron besarles los pies y mientras lo hacían Nelly dijo:
-No hay sensación comparable a la de ejercer el poder total sobre una hembra. ¿No te parece, Rosario?
-Estoy de acuerdo, querida. Verlas a éstas besar así nuestros pies simplemente porque se lo hemos ordenado me produce un intenso placer.
-Sí, y ahora van a lamerlos... ¿Oyeron, perras? Queremos sentir sus lenguas en nuestros pies, a todo lo largo y entre los dedos...
Sin chistar, Claudia y Laura se aplicaron de inmediato al cumplimiento de la orden. Ambas se sentían humilladas y precisamente por eso experimentaban un profundo y oscuro placer en su condición de esclavas de raza.
Sostenían el pie entre sus manos un poco en alto y deslizaban sus lenguas por toda la superficie hundiéndola cada tanto entre los dedos, lo que provocaba gemidos de goce en ambas dominantes que alternativamente contemplaban a las jóvenes o se echaban hacia atrás en el sofá, entre jadeos mientras se sobaban las tetas con fuerza. En medio de tales menesteres Rosario dijo con voz algo enronquecida:
-Ay, Nelly... estoy muy cachonda... -y comenzó a desprender los botones de su blusa. Se quitó esa prenda apresuradamente y después el corpiño, mientras sus mejillas se veían rojas de calentura.
-Yo también, querida... –dijo Nelly, y agregó: -Hagamos que se cojan... será un hermoso espectáculo...
Sí... hagamos que este lindo chico que me está lamiendo los pies se coja a su amiguita –sugirió Rosario mientras echada hacia atrás seguía sobándose a dos manos sus grandes tetas.
En medio de los lengüetazos al pie de Rosario, la cachorra reprimió una queja por ese empecinado tratamiento de varón que la mujerona le daba y prefirió pensar en el placer que obtendría cogiéndose a Claudia.
-Esperá. –dijo Nelly y levantándose con algún esfuerzo fue hasta su dormitorio, del que volvió trayendo un arnés con un dildo de considerables dimensiones.
-Parate. –le ordenó a Laura.
-Vos en cuatro patas. –dijo Rosario dirigiéndose a Claudia con tono imperativo.
-Sí, señora Rosario. –contestó la joven al tiempo que se excitaba aún más pensando en la cogida que le daría la cachorra.
Nelly le colocó el arnés a Laura, que temblaba de calentura, y le dijo:
-Mirá, nenita, mirá qué buena hembra tenés a tu disposición... Mirá que gran culo tiene...
-Separá las rodillas. –le ordenó Rosario a Claudia y cuando ésta lo hizo Nelly le ubicó a la cachorra arrodillada entre las piernas. Inmediatamente hundió dos dedos en la concha de Claudia y los sacó empapados de flujo con el cual untó el dildo para después meterlos en la boca de Claudia:
-Limpiámelos bien. –le ordenó, y Claudia chupó esos dedos tragándose los restos de sus propios jugos.
Nelly volvió a sentarse y le dijo a Rosario:
-No te imaginás lo mojada que tiene la concha esta puta.
Y Rosario se dirigió a la cachorra:
-Bueno, rico, dale, metele ese juguete en el culo...
Laura apoyo una mano en el borde las anchas caderas de Claudia y con la otra tomó el dildo y lo llevó hacia el objetivo, ese pequeño orificio rosado que a priori parecía incapaz de contener semejante volumen.
Empujó un poco mientras Claudia comenzaba a jadear, hambrienta de goce, y por fin, después de algún esfuerzo, comenzó a penetrarla despacio, conteniendo al principio la respiración hasta que el dildo estuvo por completo dentro del culo.
-Aaaahhhhhhh... gimió largamente Claudia al sentir esa presión entre dolorosa y placentera. Laura apoyo ambas manos en las caderas que se balanceaban a derecha e izquierda y empezó a moverse al ritmo que le dictaba su excitación.
Desde el sofá, ambas mujeronas seguían la escena muy calientes, deslumbrada por el espectáculo de alto voltaje erótico que ofrecían ambas esclavas.
Rato después, cuando advirtieron que el orgasmo se aproximaba, se lanzaron sobre ellas y las separaron brutalmente entre las protestas y súplicas de ambas perras que ellas respondieron con carcajadas y burlas crueles:
-¡Basta, putas calentonas! ¡¿O creen que van a acabar antes que nosotras?!
-¡¿Qué se han creído que son?! –completó Nelly. -¡Son sólo miserables esclavas! ¡Meros animales y no tienen más derechos que los que nosotras les concedamos! ¡¿Está claro?! –y no contenta con humillarlas de tal manera las abofeteó duramente hasta que el dolor de esos golpes y la enorme tensión sexual no satisfecha las precipitó a un llanto maníaco.
Mientras Rosario quedaba en el living con Claudia sollozando en el piso, Nelly arrastró a Laura hacia el baño y allí le hizo lavar cuidadosamente el dildo. Después la llevó al dormitorio, eligió un vibrador de 22 centímetros por 3 y con ese elemento sostenido por la cachorra entre los dientes volvieron al living, donde Rosario estaba ya metiéndole mano a Claudia que gemía roncamente, como animal en celo.
-La concha de ésta es una catarata. –dijo la mujerona sonriendo perversamente.
-Pues tendrá que aguantarse y como se le ocurra acabar le voy a dar con un cinto hasta despellejarle el culo. –amenazó Nelly.
-Bueno, quiero que nos hagan gozar ya mismo. –dijo Rosario y empezó a desvestirse apresuradamente imitada por la dueña de casa. Cuando ambas estuvieron desnudas Rosario se adelantó hacia la cachorra y rodeándole la cintura con ambos brazos le dijo mientras le deslizaba la punta de la lengua por una mejilla:
-Ahora mi lindo varoncito me va a coger y me a hacer gozar mucho... ¿cierto, precioso?
Laura volvió a sentirse lastimada sicológicamente, pero le temía a esa mujerona y prefirió no protestar. En cambio se mordió con fuerza el labio inferior y dijo:
-Sí, señora Rosario...
Mientras tanto, Nelly yacía en el piso de espaldas y con las piernas encogidas y bien abiertas, ofreciéndole a Claudia, que empuñaba el vibrador, su concha cuyos labios mostraban el brillo de los jugos que habían empezado a brotar.
-Vení, perra, vení... arrodillate ante mí y empezá a darme placer...
La esclava accionó el vibrador a máxima velocidad y luego de hincarse entre los muslos de Nelly apoyó la punta en la parte alta de los labios, los entreabrió con dos dedos de la mano y se puso a estimular el clítoris hasta que éste emergió duro y agrandado por la calentura.
Claudia apoyó allí el extremo del vibrador y la mujerona corcoveó exhalando un prolongado gemido.
A escasos metros, la cachorra tenía penetrada por el culo a Rosario, que se había puesto en cuatro patas y gritaba sintiendo dolor y placer al mismo tiempo ante los furiosos embates de la esclavita, que se vengaba así, de manera tan limitada ante la ausencia de otras posibilidades, de la violencia emocional a la que era sometida por esa mujer que la trataba como si fuera un varón.
Por un momento, Laura pensó ocuparse también de la concha de Rosario, pero se dijo que eso le habría deparado un goce complementario que no quería proporcionarle. Siguió entonces cogiéndola cada vez más furiosamente por el culo, arrancándole gritos algo roncos y haciéndola corcovear ininterrumpidamente.
A todo esto, Nelly estaba a punto de acabar en manos de Claudia, que además de trabajarle la concha con el vibrador, le estimulaba el clítoris con dedos endiabladamente hábiles y sensibles.
-Así... así, perra, así... así... –gemía la mujer moviéndose de un lado al otro y de abajo hacia arriba, arqueándose sudorosa en el paroxismo de la calentura que exigía ser satisfecha. Por fin explotó en el orgasmo y lanzó un largo grito mientras Rosario se derrumbaba en el piso tras acabar entre convulsiones y jadeos, con las manos de la cachorra aferradas a sus caderas y el dildo hundiéndose totalmente en una violenta embestida final.
Poco después, cuando Nelly y Rosario se habían recompuesto de tanto trajín, se llevaron a las esclavas a los dormitorios. Nelly con Claudia y Rosario con la cachorra, dispuestas a seguir gozándolas hasta no dar más.
ESTÁS LEYENDO
La historia de Claudia.
Novela JuvenilMamá, ¿no sabes qué hacer conmigo? Porque la mucama sí sabe.