Capítulo 23.

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Nelly usaba un arnés similar al de Blanca. Se introdujo en la concha el dildo posterior y dirigió el otro hacia la grupa de Claudia, a la que tenían de rodillas con la cara y las manos en el piso.
Amenazada por ambas mujeres con seguir azotándola si no dejaba de llorar, la pobre trataba de controlarse, ya liberada de las esposas.
Estaba seca, producto del miedo y la angustia que la embargaban, y esto disgustó a sus atacantes. Sin embargo, en la certeza de que más violencia sólo serviría para conflictuar aún más a la sumisa y mantenerla seca, comenzaron a acariciarla como quien intenta calmar a una perra nerviosa.
Las manos de ambas mujeres la recorrían entera una y otra vez y Claudia sintió que, a pesar de la situación, empezaba a excitarse. Las caricias y besos iban envolviéndola en un manto de calentura que poco a poco cubría también su mente y le quitaba raciocinio y, con él, la posibilidad de pensar sobre su situación.
Sintió que se mojaba y al notarlo, Nelly y Rosario intercambiaron una sonrisa cómplice.
Mientras tanto, la cachorra se sentía aprisionada entre el dolor que experimentaba en la lengua y la excitación creciente que le iban provocando los dedos de Julia en su concha mientras Leticia le acariciaba las tetas y jugaba con sus pezones ya erectos y duros.
Estaba echada de espaldas, tenía detrás de ella a la rubia, que ahora le sorbía los pezones, y a Julia entre sus piernas abiertas. Fue ésta quien dijo:
-Oíme, Nelly, ¿cómo les está yendo a ustedes con esa perra? La nuestra empezó a mojarse de lo lindo, jejeje...
-Y ésta ni te cuento. Al principio estaba seca, pero bastó que la manoseáramos un poco para que empiece a mostrar lo que es, una puta calentona... –contestó la dueña de casa mientras con una amplia sonrisa apuntaba el dildo hacia la concha de Claudia y la penetraba arrancándole un largo gemido de placer.
Cuando Nelly empezó a mover las caderas ya Claudia era un animal sin ideas ni recuerdos. Jadeaba de goce como una perra. En un momento, Rosario se le deslizó por debajo armada de un arnés igual al de la dueña de casa y le pidió a ésta:
-Cogela por el culo, Nelly, que yo me ocupo de darle por la concha.
-Con gusto, querida. –contestó Nelly y rápidamente cambió de sendero para dar cabida a Rosario.
Así, doblemente clavada y con las manos de Rosario en sus tetas, Claudia tenía la mente a oscuras y temblaba estremecida por fuertes y placenteras sensaciones mientras el flujo le corría por los muslos.
La cachorra, entre tanto, jadeaba con dos dedos de Julia en su concha y Leticia ocupándose hábilmente de su clítoris mientras le lamía y le chupaba los pezones. La arrebataba esa mezcla del placer con el dolor por los broches en su lengua y los relámpagos de angustia fugaz y profunda cuando atravesaba su mente la conciencia sobre su situación en manos de esas mujeres que acababan de secuestrarla junto a Claudia, que cerca de ella había empezado a gritar sintiendo todo su cuerpo como una brasa.
Ambas acabaron una detrás otra en medio de convulsiones, gemidos y la sádica diversión de las cuatro mujeres, que las cubrían de insultos entre carcajadas ofensivas.
Sin darles respiro las pusieron de pie y mientras las toqueteaban por todas partes Nelly les dijo:
-Bueno putas, las hemos hecho gozar como yeguas, así que ahora les toca a ustedes y les va a convenir esmerarse. Lo primero que van a hacer es desvestirnos... ¡vamos! ¡vamos!
Cuando estuvieron desnudas, Nelly y Rosario se sentaron en un sofá tapizado con cuero de color marrón oscuro y la dueña de casa propuso:
-Cambiemos de perra, ¿les parece, chicas?
Las demás estuvieron de acuerdo. Claudia sería de Leticia y Julia y a la cachorra le tocaría satisfacer a Nelly y a Rosario.
...............
A esa hora, precisamente, Paola trataba en vano de concentrarse en el apunte que debía estudiar para un parcial en la facultad. En su mente sólo había sitio para Laura y ese misterio que se empeñaba en ocultarle.
Con un gesto brusco apartó el apunte, cerró con llave la puerta de su cuarto, por si a su madre se le ocurría invadirla con una visita inoportuna, y se tendió en las cama de espaldas para sumirse en sus reflexiones.
"Es una sumisa" –se dijo. "Estoy segura de que es una sumisa... ¿Y yo? ¿qué soy yo?... ¿qué soy desde que descubrí que ella me calienta tanto?... ¡Ay, Dios!... ¡¿Yo, lesbiana?! ¡¿Yo caliente con una chica?!... ¡¿Yo pensando en ella todo el tiempo?!... ¡¿Yo sumisa también?!... ¿Qué estaría dispuesta a hacer por ella, para tenerla conmigo en la cama?" La respuesta fue: "lo que me pida."
Sin pensarlo se fue despojando de sus ropas y con todo el cuerpo ardiendo se entregó a una afiebrada masturbación mientras sus labios pronunciaban una y otra vez el nombre de Laura entre jadeos y largos gemidos.
.................
Mientras tanto, las cuatro secuestradoras seguían jugando con Claudia y la cachorra. A Laura le habían hecho ponerse un dildo con arnés y al verla así armada Nelly exclamó:
-¡Pero Miren qué lindo chico tenemos aquí!... jejeje... vení, rico... vení, que me das mucho morbo...
La cachorra se acercó turbada por esa alusión en masculino. La dueña de casa le tomó la cara entre las manos y le dijo rozando sus labios contra los de su presa:
-Ahora nos vas a coger a Rosario y a mí y la puta de tu amiga va a hacer lo mismo con Julia y Leti... Y pobre de ustedes si no nos hacen gozar a fondo...
El ánimo de Claudia y Laura iba del miedo a la excitación, y esa mezcla hizo que ambas se allanaran sin vacilaciones a cumplir con lo ordenado.
Rosario sugirió que fuera en la cama y Nelly contestó:
-Me parece buena idea, pasemos a los dormitorios. –y dirigiéndose a las sumisas les ordenó:
-Sígannos en cuatro patas, perras. ¡Vamos!
Había dos dormitorios en la casa, uno junto al otro en un pasillo y ambos con camas muy amplias.
Nelly entró al que ocupaba habitualmente y luego de ordenar a la cachorra que aguardara en cuatro patas sobre la cama sacó del placard una caja donde guardaba sus juguetes sexuales.
Las otras miraron los aparatos entre exclamaciones de entusiasmo y Leticia tomó un vibrador que se accionaba por control remoto, con forma de cono, de quince centímetros por cuatro en su base, que era plana y rectangular.
-Te quiero ver con esto en el culo mientras me hacés gozar, puta. –le dijo a Claudia con una sonrisa lujuriosa. Después eligió otro vibrador de 24 centímetros por 4 para que la sumisa la cogiera y dejó su lugar a Julia. Ésta se decidió por un dildo con arnés, hizo que Claudia lo tomara entre los dientes y con Leticia se la llevaron al dormitorio contiguo mientras Nelly y Rosario comenzaban el jugueteo con la cachorra después de haberle quitado los broches de la lengua, considerando que el castigo había sido ya suficiente.
Rosario, tendida debajo de la sumisita atrajo hacia si su cabeza y la besó largamente en la boca mientras Nelly, echada sobre su espalda, le masajeaba las tetas intercalando suavidad con violencia.
Laura empezó a excitarse en tanto el dolor en su lengua iba atenuándose y sentía la presión de la base de cuero del arnés contra su concha. Repentinamente pensó en Paola, en poseerla con un arnés como el que ahora le habían hecho colocar. En medio de su calentura sintió angustia al temer que no volviese a verla. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Ella y Claudia eran ahora prisioneras de esas mujeres. ¿Cómo serían sus vidas de allí en más? ¿Las mantendrían encerradas en esa casa o les permitirían salir a diario para que hicieran la vida de siempre?
Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras las manos y las bocas de Nelly y Rosario la recorrían entera.
A todo esto, en el otro dormitorio, Claudia admiraba el cuerpo magnífico de Leticia, que con una sonrisa lasciva alzó su mano para mostrarle el dildo cónico.
-Miralo bien, puta. –le dijo. –Te lo voy a meter ya mismo en ese hermoso culo que tenés. Julia, ponela en posición.
La otra tomó a Claudia como si se tratara de un paquete y la puso en cuatro patas en la cama, con la cara en el cobertor.
-Toda tuya, querida. –le dijo a Leticia curvando sus labios en una sonrisa perversa mientras entreabría las nalgas de la sumisa para dejar bien a la vista el orificio anal. Leticia se acomodó entre las piernas de Claudia y fue acercando lentamente el vibrador a su objetivo. Apoyó la punta en la pequeña entrada y tras presionar un poco accionó el control remoto a máxima velocidad, provocando un estremecimiento en Claudia y el sádico regocijo de Julia, que dijo:
-Clavala, Leti...
-¿Te parece? –preguntó la rubia con ironía.
-Sí, metéselo de golpe; que le duela, quiero escucharla gritar.
Leticia entonces exploró con una mano la concha de Claudia y dijo:
-¿Podés creer que está empapada la muy puta?
-De una perra así puedo creer cualquier cosa. –contestó Julia. –Están hechas para que se las ultraje y se las haga sufrir. En eso está su placer.
-Es cierto. –dijo Leticia. –Y a nosotras nos encanta y excita hacerla sufrir, ¿cierto, Julita?
-Cierto. –sentenció la otra. Leticia tomó entonces el vibrador y empezó a hundirlo en el trasero de Claudia, que respondía contorsionándose y gimiendo ante el dolor que la penetración le provocaba. Cuando el vibrador en su avance alcanzó la parte más gruesa los gemidos se transformaron en gritos y las contorsiones se hicieron tan violentas que obligaron a Julia a sujetarla con fuerza. Los cuatro centímetros de ancho le dilataban el ano muy dolorosamente y hacían que su cuerpo empezaba a cubrirse de sudor.

La historia de Claudia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora