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La atención de JiMin estaba puesta más allá de la película que se reproducía en la pantalla del televisor. Este se encontraba sentado en el piso, recargándose del espaldar del sofá mientras tenía sobre su regazo una manta que marcaba el área en la que se paseaban los gatitos.

Nieves observaba a la distancia, confiando en su humano, pero a la vez vigilando que sus hijos no se hicieran daño, porque Nieves había cambiado su comportamiento desde que vio a sus gatitos nacer.

Mientras sus manos acariciaban por turnos a los seis gatitos que maullaban sin parar, no dejaba de pensar en sus desgracias. Pegando un suspiro, recordó las palabras que le había dicho su mejor amiga antes de que se regresara a Busan.

«Hay una razón por la cual estás sufriendo en este momento. Sólo quiero que esperes para que la puedas ver.»

Sunjin siempre tenía algo bueno que decirle. Cuando le comentó que estuvo pensando en renunciar, le aconsejó de la mejor manera. Le dijo que ella entendía por qué JiMin no tenía sexo con sus compañeros de trabajo y lo ayudó a reflexionar.

Al día siguiente de su quedada, ella se encargó de que JiMin no estuviera tirado en la cama todo el día y lo consintió sólo como ella sabía hacerlo.

JiMin entonces se desahogó. Habló acerca de cómo YoonGi había impactado su vida, aunque ella ya conocía toda la historia. Recordó el evento de año nuevo, siendo éste el rechazo más humillante que ha tenido jamás. Pero no descartó la lista de cosas buenas, especialmente las que se llevaron a cabo durante la navidad.

Porque JiMin veía más allá que un buen polvo. YoonGi, para él, no era como los demás chicos con los que se acostaba. En primera, porque JiMin no crea lazos con quienes se acuesta. YoonGi era diferente porque no se había fijado en una cara bonita o en un buen culo presto para hacerle bajar de la nube. De hecho, a JiMin le flechó la personalidad y sentimientos de su menor.

YoonGi era tan puro que lo había enamorado como nunca nadie lo había hecho. Quizás por eso no encajaban juntos. En más de una ocasión llegó a pensar que su relación con YoonGi era algo prohibido. Y éste se lo demostró cuando le dejó en claro que prefería dejarse usar por su novio.

Aunque YoonGi merecía el trato que estaba recibiendo, JiMin lo entendía. Según pudo percibir mientras se estaban conociendo, YoonGi era un hombre sumamente sumiso. Alguien que merecía el amor por sobre todas las cosas.

Le hubiese gustado hacer más. JiMin prefería mil veces acariciarle la cara que llevárselo a la cama, pero el sexo le ayudaba a expresar todo lo que su boca no alcanzaba a decir.

Sin embargo, después de que tuvo aquella pequeña conversación en el estacionamiento, supo que no todo estaría perdido. Debido a que sus esperanzas volvieron a subir, le marcó a su mejor amiga para explicarle la situación. La mujer, como siempre, escuchó atentamente lo que JiMin tenía que decir y lo animó diciéndole que nadie podría olvidar lo especial que él suele ser.

Pero había vuelto a decaer. Que YoonGi siguiera en su relación con Seojoon, uno de los hombres de negocios más importantes en Corea del Sur, le hería el orgullo. Y no tan sólo eso, sino que también estaba cargando con un nuevo problema.

Aparte de que su madre se encontraba enferma y no estaba ganando lo suficiente por las veces en las que le han pedido que no vaya a trabajar, el dueño del edificio le estaba reclamando.

Este le había dado a JiMin dos opciones: uno, pagar la parte de la renta que le toca a cada gatito; dos, empacar sus cosas e irse a vivir a otra parte.

JiMin en ese momento no se encontraba en condiciones de pagar el triple de lo que le toca, ni mucho menos mudarse.

¿A dónde iría? JiMin no podía irse a vivir con algún amigo. No tenía esa confianza con nadie, aparte de que no quería ser un estorbo.

짐슈 Amantes » jimsu. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora