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Los días luego den viaje a Italia habían seguido normal, donde, tanto JiMin como YoonGi se enfocaron cien por ciento en su trabajo. YoonGi por su lado, volvió a tener un exceso de trabajo como siempre, mientras que JiMin era todo lo contrario a él y se veía más relajado que otros días.

—Quiero ser tú. —fueron una de las tantas frases que le decía a este cada vez que se veían, sacándole una sonrisa al mayor.

A pesar de todo, al blanquecino le encanta ver aquella sonrisa en sus labios y el brillo distinto que tenía su novio cada vez que se veían y compartían uno que otro beso lleno de significado y amor.

Por supuesto que debían ser cautelosos y no demostrar su cariño frente a sus demás compañeros de trabajo y jefe. Así que, los chicos solían visitarse a escondidas en sus oficinas o cada vez que tenían tiempo y aprovechar esos cortos segundos o minutos en verse y darse ánimo.

Algo que se había vuelto rutina entre ellos, y no se quejaban.

La semana siguió transcurriendo hasta llegar al último día de la semana; viernes. Y el menor no podía estar más que feliz y emocionado, ya que hace unos días atrás había hablado con sus padres para visitarles y quedarse con ellos hasta el sábado por la noche, los cuales no tuvieron problemas con la idea, después de todo hace mucho no veían a su hijo y tampoco sabían de él, por lo cual el menor se llevó un pequeño regaño de su madre por tenerlos en el olvido.

—No lo volveré a hacer, mamá. Prometo llamarles y decirles como me encuentro. —les aseguro el menor, recibiendo como respuesta un «más te vale, Min YoonGi», por parte de la mujer y quedar así.

Luego de haber terminado con su trabajo, el blanquecino decide salir de su oficina y tomar el ascensor para bajar al siguiente piso, y, con paso seguro, se dirigió a la oficina que conocía a la perfección y que estuvo visitando varias veces durante la semana.

Al llegar, da dos toques a la puerta y espera a que una voz conocida y melodiosa le permita pasar.

—Pase. —dijo la voz al otro lado, haciendo que el menor no perdiera el tiempo y entrara a la pequeña oficina, viendo cómo el chico dentro de ella estaba pendiente a la computadora y tecleando vaya a saber que.

—Hola. —saluda el blanquecino, viendo cómo su mayor trasladaba su mirada de la pantalla a él.— ¿Mucho trabajo?

—Hoy me tocó lidiar con un cliente frustrado que le rompió la boca al de seguridad. —dice con orgullo.— Y ahora estoy terminando mi reporte para enviárselo a Minho. ¿Cómo estuvo tu turno?

—Al parecer tu turno estuvo interesante. —confiesa, sentándose en la silla que había frente al escritorio de este.— Y el mío ya sabes, es mucho trabajo para una sola persona. —susurra, apreciando cómo el mayor volvía a su ardua labor de teclear.— Pensé en dejarte después un informe que necesito que llenes y me verifiques sobre unos clientes. —«exacto, tendrás trabajo extra tú también», piensa el menor con una sonrisa que intento disimular.

—¿Cómo dices? —pregunta bajo, dejando de teclear para mirar a su novio como si no hubiese escuchado bien.

—Que luego de comer, te dejare unos informes que deberás llenar, amor. —responde, apoyando su codo el escritorio y así dejar reposar su mejilla en su mano alzada.— Por eso te invitaré a comer un buen almuerzo, para que tengas fuerzas con lo que te dejaré luego.

—Te odio con amor. —comenta antes de sacarse sus lentes, sonriéndole al blanquecino.— Pero acepto. Llévame a comer un almuerzo delicioso.

—Oh, claro que lo haré. Solo déjamelo a mí. —dice, regalándole una sonrisa de igual forma.— ¿Terminaste?

짐슈 Amantes » jimsu. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora