Una Loba para el Mafioso [Bilogía Don] ✔️[Disponible en papel]

Capítulo 6

El calor de sus brazos

Aunque están en alta mar camino al puerto de Venecia, durante la madruga sufren un horrible calor. El cuerpo del Don arde como si tuviera dentro un horno en plena noche buena. Se remueve en su cama y trata de encontrar una parte fría, pero nada. Todo el colchón está empapado por el sudor que brota de su cuerpo desnudo. Sale de las colchas y entra al baño, donde abre el agua fría de la regadera. Hace lo posible para que el calor de su organismo se vaya. Sin embargo, no pasa nada. Es como si lo quemaran.

—¿Qué mierda? —murmura frente al espejo por el insistente calor que siente, no solo en su cuerpo, también en su polla, la cual está erecta. Frunce los labios cuando siente un dolor punzante en sus testículos, su calor de acoplamiento se ha adelantado por lo que para el hombre es extraño lo que sucede, ya que tiene en su mente los días que sucede esto.

Sale de su habitación aún desnudo y va hacia la parte trasera del barco. No obstante, el calor es insistente y ni con la fuerte brisa marina se calma. La incomodidad en su entrepierna provoca que su respiración se vuelva agitada. Sin saber qué hacer, decide ir a la recámara de la loba para aunque sea calmar una de sus necesidades. Sus ojos, por extraño que suene, se adaptan a la oscuridad de la estancia.

La excitación del Don aumenta cuando sus ojos logran captar la desnudez de la loba. Su polla vibra ante tal obra de arte. Sube a la cama y toma una pierna para dejarla sobre su hombro. Su sexo queda expuesto ante su lujuriosa mirada. Kara sigue dormida, pero su cuerpo reacciona poco a poco ante los toques que le proporciona el Don con su lengua; prueba por primera vez el néctar entre sus piernas. Lame, succiona y muerde el clítoris de la pequeña loba. Ella deja salir un fino gemido.

—¿Don? —pregunta adormilada.

Recibe un bajo gruñido.

Arquea su cuerpo cuando la lengua caliente ingresa en su vagina y le brinda algunas embestidas. Gime y se remueve antes las caricias en su sexo. Deja de lado el sueño que tenía hace unos minutos y se concentra en los toques que el Don le brinda a su centro ya húmedo por la excitación. Está tan concentrada en lo que hace que no se da cuenta de lo caliente que esta el hombre. Siente la contracción de la loba alrededor de su lengua y aumenta la estimulación para que se corra en su boca y así tomar el delicioso néctar desde la fuente que lo proporciona. La insistencia del Don sobre su clítoris le da paso a correrse. Se gana un fuerte gruñido de aprobación. Él se relame los labios y recoge los restos de fluido sobre ellos. Deja un camino de besos desde su monte de venus hasta el valle de sus senos, donde tortura ambos pezones hasta dejarlos erectos. Satisfecho, se posiciona en la entrada de la loba con su polla hinchada por el calor del acoplamiento y entra despacio. La llena por completo. Gruñe complacido y besa su cuello. Cuando las embestidas empiezan, ella aferra sus piernas en las caderas del Don, llevándolo más adentro. Lo escucha sisear en su cuello. Sus estocadas son salvajes y arrebatadoras, una tras otra sin tregua alguna.

La habitación se colma de gruñidos, gemidos y el sonido morboso que hacen sus cuerpos al chocar.

Están tan concentrados en el placer que se brindan el uno al otro que nadie se da cuenta de la deformidad que sufre el Don en su rostro. Se vuelve más animal que humano. Sin embargo, vuelve a ser el mismo de antes otra vez.

Las paredes vaginales de la loba se contraen alrededor del Don. Él se mueve fuerte hasta que al mismo tiempo llegan a su orgasmo. Llena con su esperma caliente el interior de la loba y suspira agotado en su cuello. Gira en la cama, quedando Kara sobre su cuerpo. La diferencia de tamaño es bastante. Cubre casi por completo la pequeña cama.

La loba se queda dormida sobre su pecho.

El Don no tiene ganas de moverse ni de salir del interior que lo acoge, por lo que toma la colcha y cubre sus cuerpos desnudos.