Capítulo 30

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Sangue

—Don.

Leonardo levanta la mirada de su teléfono para mirar a Fer con su ceño fruncido.

—Fer, ¿qué haces aquí? —Se dan un corto abrazo.

—Partimos esta mañana de Ibiza. Me acabo de enterar del secuestro de Kara. —Hace una mueca—. Espero poder servir de algo.

—Ahora mismo, no, porque son hombres lobos, no son el tipo de persona con la que estamos acostumbrados a lidiar —expresa con bastante seriedad.

—No puedo quedarme aquí, así que tienes que llevarme contigo.

—Fernando...

—No, nunca permitiría que fueras solo. Sabrá Dios con la clase de personas que te vas a topar en ese lugar.

Leonardo sabe que su hermano no retrocederá ni dejará que se enfrente solo a lo que sea que se tiene que enfrentar cuando llegue por Kara.

—Bien, pero debes mantenerte activo o serás devorado por alguno de esos lobos.

Fer asiente.

—Alfa. —Eliecer entra en la oficina.

Fer lo contempla con el ceño fruncido.

Chi è questo?

—Un conocido de la infancia. Eliecer, ya te dije mil veces que dejes de joderme con tu puto término de alfa. Yo no soy ni seré el alfa de tu manada.

—Sabes que es inevitable. Además, allá fuera están los mejores soldados de la manada. Cuando te vean, te hablarán con respeto y dirán "Sí, alfa" a todo lo que pidas —notifica para que sepa a lo que se enfrentará—. Hacen esto con la esperanza de que los dirijas y lleves por el mejor camino. Puedes ser diferente a tu padre y gobernar con sabiduría —comenta esperanzado.

Leonardo no dice nada, solo cruza por su lado para ir hacia fuera, donde están los hombres que trajo Eliecer para recuperar a su mujer. Todos lo miran con respeto y admiración. Observa cada rostro; se da cuenta de que ninguno es conocido para él.

—Es hora de partir —anuncia.

—Alfa, estamos dispuestos a dar nuestras vidas por su hembra y sus cachorros —suelta uno de los chicos. Entretanto, los demás asienten.

—Espero salir sin ninguna baja para que cada uno de ustedes vuelva a su hogar.

—Don, el guardaespaldas de Kara vendrá con nosotros. Si la cosa se pone fea es mejor que personas conocidas puedan sacarla —explica Fer al escrutar a los desconocidos.

Leonardo sabe que él desde pequeño ha sido desconfiado.

—Me parece bien. Es hora de partir. Kara y los cachorros pueden estar en muy mal estado. —Solo piensa que sus cachorros están en un estado delicado por su venida tan prematura.

Aquello le asusta.

(...)

—Doctora, debe hacer todo lo posible por salvarlos —murmura viendo a sus pequeños.

—No puedo hacer nada en este lugar, Kara. Ellos necesitan calor y un cuidado especial. —Los contempla.

—Puedo darles ese calor, pero no se asuste, no soy tan peligrosa como esos lobos que están allá fuera.

La médica la mira con confusión.

Kara solo quiere proteger a sus cachorros. Con las pocas fuerzas que tiene después del parto obliga a su cuerpo a cambiar. La médica se asusta. La loba se mueve lento y cubre con su pelaje a sus dos hijos, los cuales enseguida buscan el calor de su cuerpo. Los pequeños huelen a su madre y toman por sorpresa tanto a Kara como a la médica, pues adoptan la forma de unos leones blancos de orbes verdes. Se mueven hasta encontrar las tetas de la loba y succionan para alimentarse.

—Es increíble —susurra la médica luego de salir de su estado de shock—. Tus bebés se adaptaron a tu cambio morfológico, por lo que esto da un enorme giro a mi pronóstico.

La puerta de la habitación es abierta por el secuestrador de la loba, que no es nada más ni nada menos que el hombre que se aprovechó de su inocencia en el pasado.

—Que linda escena familiar. —Kara gruñe cuando invade su espacio—. Veo que predominó el gen de esa aberración que elegiste para aparearte. —El asco en el rostro de Saimon por los cachorros de la loba es notable—. Pero tranquila, te perdono, siempre y cuando deje esas cosas aquí con esa bestia.

Un fuerte gruñido es lo que recibe por parte de ella, quien lo mira con odio.

Saimon se marcha.

Por otro lado, a unos dos kilómetros del territorio de la manada de lobos del alfa Johns, el cual acabó con la vida de los hermanos y del padre del Don, él y sus seguidores esperan el momento indicado para poder ir en contra de los que tienen a su hembra recluida y apartada de su libertad.

—Alfa, desde que pongamos un pie en ese territorio seremos intervenidos por el alfa de esta manada. —Eliecer escudriña el límite.

—Perfecto, eso es lo que quiero ver. Quiero que hagamos un trato.

—¿Y si no acepta el trato?

Leonardo lo mira con sus ojos verdes mostrando su lado de mestizo.

—Tendrá que morir bajo mis colmillos —gruñe.

Camina al límite y lo cruza. No recorren ni siete kilómetros, dado que el fuerte aullido que identifica a los invasores se escucha por cada rincón de la manada.

—¿Preparados? —ruge Eliecer.

Todos aguzan sus sentidos y oyen los resoplidos de los lobos que se acercan a su ubicación. En poco tiempo, un enorme lobo negro sale, deja relucir sus orbes dorados y vuelve a su forma humana, quedando desnudo frente a los presentes.

—¿Qué mierda quieres en mi territorio, Eliecer?

—Vengo en busca de mi hembra y mis cachorros —responde el Don.

Se gana la mirada del alfa Johns. Vaya, hasta él y sus cejas se arquean por su aroma.

—El hijo del alfa Genaro. —Detiene su mirada en los ojos del Don—. Vaya sorpresa, mestizo. Ya veo la razón por la que te echaron —añade con una sonrisa de lado—. No obstante, eso me hace más fácil las cosas. Si quieres a tu hembra y a tus cachorros, entrega el territorio.

Eliecer se asusta, pues sabe que Leonardo está muy poco interesado en lo que suceda con la manada.

—Alfa... —Él lo mira sobre su hombro con la vista sombría—. Leonardo, por favor —suplica.

Leonardo observa a sus seguidores.

—Yo, Leonardo Marchetti, alfa de la manada de los leones del sur, te reto a ti, Johns Lombardi, al duelo de sangre —espeta con determinación.

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Sangre. (Sangue)

¿Quién es este? (Chi è questo?)

Una Loba para el Mafioso [Bilogía Don]  ✔️[Disponible en papel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora