Capítulo 27

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Luna di miele

—¿Estás bien, cachorrita? —Acaricia su espalda desnuda después de haberla tomado durante casi toda la noche.

—Estoy agotada. —Frota su rostro contra su pecho.

El Don la envuelve con uno de sus brazos mientras cubre sus cuerpos desnudos con el otro.

—Descansa.

Kara deja salir un suspiro y su cuerpo poco a poco se relaja.

Leonardo se queda en la cama hasta que los primeros rayos del sol empiezan a salir. Suspira, sale con cuidado de no despertar a Kara y cierra las cortinas del ventanal; deja la habitación en penumbra. Toma una ducha rápida, se coloca su ropa interior y baja a preparar el desayuno. Aprendió a cocinar porque solía pasar un mes completo en la cabaña y siempre necesitó de una cocinera que pudiera interrumpir la soledad de la casa. Sin embargo, sus ganas de pasearse desnudo por todo el sitio después de un recorrido por el bosque en su forma de león no se lo permitían. Unas pisadas lo distraen. Se gira y observa a la loba entrar descalza a la cocina vestida con una de sus camisas.

—Buenos días, cachorrita. —Kara le da una sonrisa y se acerca a ver lo que prepara. El olor que desprende la comida provoca que su estómago gruña—. Ya casi termino esto, así que toma asiento. —Ella solo lo abraza por detrás.

El Don sienta su vientre pegado a su espalda baja.

—No sabía que cocinaba —murmura.

—Solo cuando vengo a este lugar cocino. Me gusta estar solo, por lo que tuve que aprender a hacer mis alimentos.

Kara se sienta en una de las sillas del desayunador en espera de lo que el enorme hombre está preparando. Después de unos cuantos minutos en los que la loba se dedica a detallar la vista que le brinda el Don, más la del ventanal que deja vislumbrar una alberca donde una pequeña cascada deposita sus aguas, su desayuno es servido. Come todo tal y como le indico el Don. También toma sus vitaminas y luego se acurruca en el sofá con él para disfrutar una de sus películas favoritas. Leonardo no es muy amante de las películas, pero la ve para complacer a la loba tal y como ella siempre hace con él.

—Pequeños traviesos. —Acaricia su vientre cuando sus hijos se mueven. Desde que llegó a la cabaña, deja su olor de alfa libre para darle ese toque de hogar.

—Últimamente se mueven mucho —susurra la loba y deja su mano sobre la suya.

—Supongo que es porque faltan algunas semanas para su llegada. Tu vientre pronto estará más grande. —Toca su ombligo, ya que está fuera.

—¿Estarás a mi lado el día del nacimiento?

—Eso es algo que no se pregunta. No me separaré de tu lado en ningún momento.

Kara asiente y se sienta. El Don se confunde. Ella se quita la camisa y deja a la vista su vientre abultado y sus senos más grande por el embarazo. Su cuerpo solo está cubierto con una simple bragas, las cuales baja para quedar desnuda ante la vista de Leonardo, que gruñe. Sin duda alguna, baja su bóxer y queda desnudo ante los encantos de la loba. Se sienta y espera sus movimientos. Intenta colocarse sobre él, pero su vientre le imposibilita hacerlo.

—Será mejor que no hagas eso. —La levanta y la toma de la mano—. Ven, tengo una posición perfecta para que te sientas cómoda. —La ayuda a recostarse en el suelo alfombrado de la sala y se coloca detrás de ella. Entretanto, agarra una de sus piernas para dejarla sobre su cadera. Asimismo, la deja expuesta—. Así estarás cómoda, cachorrita.

La loba niega.

—Quiero estar arriba —murmura y se sienta.

Ahora que el Don está más a su altura, se sube sobre él y provoca que sus ojos cambien a los de su león.

—Joder, cachorrita —gruñe cuando sus pequeñas manos lo acarician—. Vamos —anima.

Ella lo posiciona en su entrada y baja despacio por todo su grosor hasta tenerlo dentro por completo.

Leonardo ruge, se sienta y deja la mano en su nalga para ayudarla con sus movimientos.

—Así, pequeña —jadea.

Besa su cuello y deja chupetones, mordida y lamidas. Sus colmillos crecen y los entierra mientras mueve sus caderas hacia arriba clavándose por completo en ella. Todos sus músculos se contraen y gruñe con sus colmillos enterrados en su delicada piel. Kara gima de placer por la sensación que le brinda ser marcada. Su omega lo mira como una marca, pero ella sabe que lo que él hace no es marcarla, sino domarla con sus colmillos.

Sus cuerpos y sus almas se conectan, complacidos el uno por el otro.

El sudor se desliza por sus cuerpos y les es inevitable el llegar a su orgasmo al mismo tiempo. Kara gime y entierra sus uñas en la amplia espalda del Don. Él lleva más adentro sus colmillos cuando su espesor llena el interior de la loba.

Cuando su orgasmo pasa, retira despacio los colmillos y lame la herida recogiendo los pequeños hilos de sangre que salen de los agujeros.

—Te quiero —musita la loba y deja caer su cabeza en el hueco de su cuello.

Se siente completa.

—También lo hago, cachorra. —El corazón de Kara late rápido. Ronronea y frota su nariz en el cuello del Don—. Vamos a una cascada cercana.

Ella se levanta despacio y oye la maldición que deja salir el Don.

—Ya veo por qué te gusta este lugar —exclama al contemplar la cascada de agua cristalina.

—También me gusta la tranquilidad que se siente y porque me hace sentir en mi hogar. —Se saca la ropa.

—¿Los extrañas? —Se gira y acaricia su vientre.

—A ellos nunca, pero sí extraño el enorme bosque que rodea la manada.

—Yo igual extraño mi bosque. —Escruta su gran cuerpo desnudo.

—Bueno, ya tenemos nuestro pequeño bosque y podemos venir cuando queramos con los cachorros.

—Me parece lindo. ¿Por qué estás desnudo? —Arquea su ceja y analiza su desnudez.

—Vengo a este lugar a dejar libre a mi león —alza sus hombros—, así que no te muevas.

Kara asiente en espera y lo observa caer al suelo. El sonido de sus huesos romperse llega hasta sus oídos. En cuestión de minutos, tiene frente a ella un enorme león negro con unos orbes verdes flamantes con diferencia en sus iris.

—Leonardo... —Lleva sus manos a su vientre por instinto.

El enorme león ronronea para que no se preocupe, da pasos seguros hacia la loba y deja su hocico pegado a su vientre.

No hay por qué temer, cachorra.

Se sorprende al oírlo en su cabeza.

—Te puedo escuchar.

Por esa razón debo morderte cada vez que follemos, eso mantiene un lazo activo —informa.

Abre su boca, asombrada. Lleva su mano al enorme león negro que ronronea contra su abultado vientre; acaricia su suave y casi escaso pelaje.

—Nunca había visto un león negro —murmura mirando que todo su pelaje es negro.

Soy el único de este color. —Disfruta de las caricias que ella le brinda.

—Eres tan único.

Lo sé, nena. —Su arrogancia es palpable.

Kara y Leonardo comparten un momento único mientras cada uno disfruta del otro.

Leonardo está extasiado, completo y feliz porque al fin la vida, o el destino, le otorga la felicidad que nunca pensó que tendría por ser diferente a los demás. Encontrar a Kara en su habitación fue lo mejor que le ha pasado y no cambiará eso por nada. Su deseo de poseerla desde el instante en el que la vio nunca cambiará.

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Luna de miel. (Luna di miele)

Una Loba para el Mafioso [Bilogía Don]  ✔️[Disponible en papel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora