Capítulo 26

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El pasado

Un llanto por toda la habitación le da la bienvenida al hijo de un alfa de la raza de leones y una omega que no se transforma por lo tanto eso la hace humana y bastante vulnerable.

—Sofía —llama la partera con el pequeño en sus brazos.

—Murió. —La acompañante revisa el pulso, pero la joven omega ya carece de este. La partera observa al niño sin saber qué hacer ahora—. Pobrecito, sin madre y con un padre irresponsable —murmura.

—¿Quién es?

—El alfa de la manada de los leones del sur.

—El niño debe ir a ese lugar, es uno de ellos. —Siente el olor de un león en él—. Se nota que es el primerizo del alfa.

—Haré todo lo que esté a mi alcance para que el alfa sepa de su nacimiento.

Y así lo hizo.

Leonardo terminó en el lugar de procedencia de su padre, pero su llegada nunca fue bien vista por parte de la luna, quien lo aborrece por ser primerizo y por quitarle su lugar al hijo que ella carga en su vientre. Él debe ser respectado por ser el primerizo, ya que para los de la manada es normal que un alfa tenga múltiples hembras, dándole privilegios a la que trajo al primogénito. Sin embargo, como Sofía murió, no se puede otorgar estos privilegios a ella, quedando Margaret con ellos por estar embarazada del alfa.

—El pequeño quedará bajo tus cuidados. Si no lo haces, tus privilegios caerán —gruñe el alfa a su luna.

Ella asiente sumisa a su petición.

El alfa mueve entre sus brazos a su primogénito y detalla el gran parecido que tiene con su madre, pero, aun así, en Leonardo resaltan sus rasgos por tener el gen dominante.

—Se llamará Leonardo Fiore. —Le da su apellido.

Margaret lo odia desde ese día. A espaldas del alfa, le hace la vida imposible.

Leonardo tiene una vida llena de maltratos por parte de Margaret durante los viajes que realiza el alfa fuera del territorio. Los años pasan. Leonardo no tiene permitido jugar con sus hermanos, de manera que siempre se mantiene encerrado en su habitación y sale solo cuando es requerido. Cuando cumple sus ocho años, su hermano menor decide, en conjunto con los demás, jugarle una mala broma al Don empujándolo por las escaleras. Eso lo enfurece y su naturaleza mestiza queda expuesta delante de todos los invitados de su pequeña fiesta de cumpleaños.

«Aberración», «Es un insulto a las tradiciones», esas y muchas palabras más son las que se alzan por parte de algunos invitados al ver el mestizaje del que será el futuro alfa de la manada.

—Padre —musita el pequeño tratando de buscar protección, pero la mirada de su padre demuestra total decepción hacia él.

—Yo me encargaré de solucionar el problema.

Esa frase es la condena de Leonardo.

ES obligado a hacer trabajo duro como otros leones, que aprovecharon para humillarlo en todo momento. No se defiende porque busca que su padre vuelva a alojarlo como su hijo. Sus intentos son en vano, así que una noche de lluvia escapa de su manada y queda expuesto ante los peligros que conlleva salir del territorio. Vaga por las calles de Milán y termina en callejones en peleas clandestinas.

Don Samuel anda un día con su mano derecha. Busca jóvenes para reclutar, pues mientras más jóvenes y con necesidad, serán los reclutan más fieles a esa mano que le da de comer. No todos llegan a ser fieles al cien por ciento, pero él sabe cómo manejarlos para que sepan que al Don no se le puede traicionar. Mira la pelea con atención; aquel joven gana la batalla. Su mirada no demuestra nada. Don Samuel sabe que ese joven a su lado tendrá un gran fututo.

—Tráiganlo —señala al ganador—. No lo lastimen.

Sus acompañantes asienten y van por el muchacho que pidió su jefe.

Leonardo fue llevado ante el Don Samuel. Su cara no muestra expresión alguna.

—Déjennos a sola —solicita y escruta al joven magullado—. ¿Cómo te llamas?

—Leonardo. —Su voz sale ronca y cortante.

— ¿Qué edad tienes?

Leonardo frunce su ceño por el cuestionamiento del humano.

—Eso no le incumbe —sisea con los dientes apretados. Suficiente ha hecho con darle su nombre a un desconocido que puede ser un espía de su padre.

—Bien, chico, no tienes por qué alterarte. —Sonríe. Lo deja confundido por su alegría—. Me gustaría ofrecerte un trato.

Eso activa su curiosidad de niño. Leonardo, a pesar de tener el cuerpo de un adolescente casi entrando a la adultez, tiene apenas 12 años. No puede evitar que su parte de niño salga a la luz.

—¿Qué trato?

—Esto te sacará de las peleas y tendrás un lugar para vivir cómodo.

—¿Qué tengo que hacer?

—Ser fiel a mí. —Alza sus hombros.

Leonardo no ve nada malo detrás de eso, por lo que acepta el trato. Desde ese día su vida cambia. Don Samuel lo trata como un padre. Además, soborna a varias personas para que lleve su apellido. Leonardo conoce a Fernando dos días después de llegar a la mansión. Se volvieron buenos amigos, hasta que se hicieron hermanos adoptivos.

Cuando Don Samuel muere, Fernando no se opone a que Leonardo lleve el cargo más alto. Siempre supo que ese cargo debía ser de él, dado que es mejor en negocios y maneja superbién a los guardias.

Antes de morir Don Samuel, este y Fernando descubren la naturaleza del Don, lo aceptan sin dudar. Samuel le entrega la cabaña para que pueda andar por el bosque con libertad y para que no sea visto por otros humanos.

Leonardo nunca sintió la ausencia de un padre hasta que Samuel falleció.

Se pregunta qué habrá pasado con su padre y su manada, pero su orgullo herido y su rabia hacia ellos no le permiten ir a ese lugar jamás.


Una Loba para el Mafioso [Bilogía Don]  ✔️[Disponible en papel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora