Capítulo 20

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El trío perfecto

—A ver, muéstrame el anillo. —Tamara corre hasta Kara cuando las puertas del apartamento se abren, agarra sus manos y frunce su ceño al no ver una enorme piedra brillando en su mano. La contempla en busca de una explicación; la loba solo observa al Don, que pasa una mano por su nuca—. No jodas, bestia. ¿La estás obligando? —Él la mira mal por la manera en la que se dirigió a él—. No me mires de esa forma. Más te vale mover el culo e ir por una enorme roca para ella. —Lo fulmina con la mirada.

—No he tenido tiempo —resuella.

—Pero seguro sí han follado muchas veces —recrimina. La loba se sonroja—. Eso lo comprueba todo. Chu, chu... —Señala la puerta para que se vaya por el anillo de compromiso. El Don pone sus ojos en blanco, sale del apartamento y evita lanzarla por la terraza—. Ahora sí, mi cielo, cuéntamelo todo. ¿Te está obligando? —La hala de la mano para llevarla hacia el sofá.

—Al principio sí, pero ya no.

Tamara no entiende nada de lo que quiere decir con eso.

—Explícate.

—Que antes no quería hacerlo, pero ya cambié de idea y sí me quiero casar. Además, ya me explicó por qué es una boda tan apresurada.

La chica asiente.

—Bien, cielo. Me alegro de que estés de acuerdo. Ahora vamos con algunas agentes para hacer la fiesta. Mañana vendrá Licky a tomar tus medidas para un vestido digno de princesa de cuento. —Agarra su bolsa.

Juntas y escoltadas salen del apartamento.

(...)

—Creo que es el momento justo para que compres el anillo de Tamara —anuncia el Don mientras escruta los distintos anillos de compromiso a través de la vitrina y piensa en cuál será el indicado para la loba.

Fer lo mira, indeciso.

—No sé. —Su mano va hasta su nuca, nervioso.

—Fer, tú y ella están juntos desde que te comías los mocos, así que no veo qué esperas para proponérselo. —La dependiente le muestra otros diseños esperando que le guste alguno—. Tamara aceptará, si es que piensas que te va a rechazar. —Toma un anillo de compromiso forjado en oro blanco con varios diamantes incrustados. Es pequeño y sofisticado—. ¿Qué opinas? —Se lo muestra.

—Le quedará bien y la describe como es.

Asiente, pues Fer tiene razón.

El anillo no es tan extravagante. Kara no es una mujer excéntrica, sino sofisticada, delicada y hermosa, de modo que quedará perfecto en su mano.

—Te toca —alienta para que el hombre compre el anillo.

—¿Cómo le pediré matrimonio? —Escudriña los anillos.

—Solo se lo pides y ya. —Le quita importancia y frunce su ceño.

—Por Dios, hombre, Tamara tiene razón al decirte bestia. ¿Cómo se lo pediste a Kara? —Se gira para mirarlo mientras la dependiente busca otros diseños.

—Solo le dije que nos casaríamos. ¿Por qué tendría que pedirle algo? —Fer vira los ojos—. Y, sobre lo de bestia, Tamara entró en un momento inesperado a mi habitación y me vio haciendo algunas cosas. —Su mano derecha lo fulmina—. No me mires de esa manera. Estaba en celo, y eso es algo muy doloroso.

Fer hace una mueca al recordar cuando le explicó lo que se siente cuando un macho de su especie entra en celos. Él y Samuel son los únicos que saben la verdadera naturaleza del Don. Siempre lo han querido tal y como es, aunque nunca han visto su verdadero yo. Solo han visto el color de sus ojos cuando su enojo es muy grande y tiene ganas de saltar sobre el cuello de la persona que lo provoca. Sin embargo, una vez le robó el último trozo de su pastel favorito y presenció cómo se enojó tanto que estuvo a punto de matarlo, pero Samuel llegó a tiempo y calmó a la fiera.

—¿Cómo lo tomó ella? Espera, no me digas, porque supongo que lo tomó mal y te rechazó. —El Don asiente—. Debes hacerlo de nuevo.

—Ni creas que haré cosas cursis —gruñe.

La dependiente se asusta.

—Hazlo por ella. —El Don maldice en italiano porque Fer siempre sabe dónde lanzar sus piedras—. Buena elección. Te reservaré un buen hotel.

—Con una condición. —Una sonrisa malvada se forma en su rostro y Fer sabe que nada bueno viene—. Tú y yo...

(...)

—Creo que ese diseño de mesa estaría perfecto —señala en la tableta.

—Pero si le agregas estas servilletas con estos manteles.

—Estupendo. —Tamara mira lo que han escogido. Sin duda alguna, será la boda más hermosa de toda Sicilia—. Mañana, después de que Licky te tome las medidas, iremos por la parte más sabrosa de las bodas: la comida. Hablando de comida, aquí al frente vi un restaurante. Vamos a alimentar a esos pequeños, sino el Don me lanza por la terraza.

Escoltadas, van al restaurante. Kara pide uno de sus platos favoritos desde que llegó a Sicilia: lasaña.

La comida transcurre con total tranquilidad.

Tamara la consiente con algunos postres para luego solicitar uno para el camino de vuelta. Williams en todo momento estuvo cerca cumpliendo su trabajo de guardaespaldas.

—Cierto, Tamara, él es Williams, un amigo que hice.

La joven alza sus cejas y contempla al chico; es un hermoso hombre ante la vista de todos.

—¿La bestia te permite tener amigos? —No puede creerlo.

—Con todo el respeto que se merece, señorita Tamara, no me van las mujeres, y creo que por eso el Don permite esta amistad.

La boca de Tamara cae al suelo al descubrir la orientación sexual de ese semental frente a ella.

—Niño, ven, siéntate con mami —señala la silla a su lado—. Desde ahora, somos el trío perfecto. —Lleva la pajilla de su bebida a sus labios. Sus dos acompañantes se ríen—. Eso sí, no es que sea cotilla ni nada, pero más tarde solicitaré que me cuentes qué tan heterosexuales son los guardaespaldas de la mansión. —Se carcajean por su curiosidad—. No se rían, solo quiero saber a quiénes permitiré ver desnudo a mi chico después de una larga sección de gimnasio.

—Qué celosa eres, pero tranquila, el señor Fer no se ducha con otros.

Tamara suelta un suspiro de alivio.

—¿Y el Don? —inquiere la loba y lleva una cucharada de su dulce a su boca.

—Mucho menos. Ni siquiera entrenan con él, a menos que lo solicite.

Asiente.

Conversan sobre la boda y sobre algunas ideas que les da Williams.

Una Loba para el Mafioso [Bilogía Don]  ✔️[Disponible en papel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora